¿Os acordáis del colegio? La camaradería, la amistad que asumíamos eterna, los nervios del día del examen, el jolgorio cuando sonaba la campana para salir a jugar, la explosión de colores y estímulos, el griterío, las risas… Una época entrañable que, por desgracia, se va difuminando con el paso de los años hasta convertirse en una postal de la memoria en color sepia. Hay un aspecto en el que apenas nos paramos a reflexionar: compartimos muchas horas al día con nuestros compañeros de colegio, tantas que se convirtieron en parte fundamental de nuestra vida, de nuestro crecimiento. Y todo eso termina de repente, y luego ¿qué queda? Apenas la nostalgia.

Home Time se aferra como una lapa a aquellos días y, sobre todo, a los sentimientos que nos embargaban. La historia arranca con el final del último curso, el que marca el salto al instituto o a la secundaria y el repentino encontronazo con la posibilidad de no volver a ver a tus amigos, a los que te han acompañado desde la niñez. Ese momento crucial es el catalizador que utiliza Campbell Whyte para erigir una historia fantástica que, si bien puede inscribirse en un género juvenil, contiene elementos mucho más profundos de lo que parece. 

Es esta una de esas obras que eligen a un grupo de personajes —seis en esta ocasión— y los embarcan en una odisea iniciática y de autodescubrimiento. El grupo de niños tiene un percance cuando acuden a rescatar a un perro que ha caído en un río. Todos terminan arrastrados por el agua, y al despertar se hallan en una tierra mágica poblada por unos encantadores seres, los duraznos, que los toman por Espíritus. 
La naturalidad con que Whyte despliega la trama, junto al maravilloso arte, logra que nos abstraigamos de plantearnos ciertas posibilidades antes de tiempo, aunque en algunos momentos se dan conversaciones o situaciones ambiguas que nos llevan a preguntarnos por la verdadera naturaleza de lo que estamos leyendo. No quiero desvelar más, prefiero que cada lector lo descubra por sí mismo.

El misterio sobrevuela todo el cómic, y me refiero a misterio como sentido de la maravilla, como intuición de lo que el futuro está por traer, como rendición ante la confusión y el caos de la adolescencia inminente. También el desparpajo, tanto de los personajes como del propio autor a la hora de narrar sin complejos una transición difícil. La metáfora de fondo es clara pero no por ello menos impactante, y nos afecta como adultos en cuanto a recordarnos tal trance.

Para transmitir todo esto, Campbell Whyte recurre a una trama más o menos clásica de aventuras que se apoya en un arte mayestático. El dibujo puede parecer infantil, pero engloba tanto detalle y movimiento que a veces uno queda hipnotizado por las viñetas. Y no es solo el decorado, el diseño de los personajes, la acertada elección del plano en cada recuadro, sino que además Whyte despliega distintos estilos. Cada capítulo corresponde a un personaje, y el autor ha optado por otorgar diferentes trazos y tonalidades a cada uno de ellos para adaptarse y enfatizar sus personalidades. Es fantástico recorrer la obra a través de su variada oferta visual, que en todo momento apoya y complementa la narración.

Son muchos detalles a comentar, pero quedémonos con la plenitud y emotividad que transmiten obras como Home Time. A ratos me vino a la mente esa otra obra maestra que es Los Wrenchies. Si bien aquí nos movemos en registros menos perturbadores, el enigma y la segunda lectura se manifiestan continuamente. Hay que decir que el disfrute tendrá una continuación, ya que Home Time termina sin resolver nada. Ya está en preparación el segundo volumen, que aquí correremos a devorar. Esperamos que hagáis lo mismo.