Título: El vacío: Intrahistorias
Autor: Daniel Aragonés
Editorial: Open City
Nº de páginas: 132
Género: Ciencia ficción, Terror
Precio: 10,50 €
SINOPSIS
La pátina de misterio con la que el autor nos apuñala descubre nuevas sendas, canales que conducen a la incertidumbre. Se trata de una obra compuesta por relatos individuales e independientes. Voces dispares, personalidades antagónicas. Una novela fix-up que intenta aclarar las dudas que se abrieron en la primera parte.
El agujero devorador de mundos se presenta como un ser orgánico capaz de pensar y disponer. Debido a sus necesidades, se ve en la obligación de adaptarse o desaparecer para siempre. Hacer frente a sus perseguidores es algo primordial, y para eso necesita mutar.
Cañonazos literarios al servicio del Pulp. Una obra potente ubicada en los límites de la ficción extraña.
RESEÑA
«Entonces caigo en la trampa lírica del vacío.
Ese mutismo de la cabina, tan especial, tan roto. Cualquier piloto antiguo lo puede corroborar. El silencio de los motores, así lo llamo. Entras en una especie de trance. En especial cuando se trata de un viaje nocturno, con una luna esquiva que se oculta vergonzosa mientras te señala. Nubes de tormenta que no deberían estar ahí. Esa sensación de ahogo, de gritos sordos que rompen la nada».
No es casualidad que Daniel Aragonés sea uno de los autores más reseñados en esta web. Ya me interesó su obra antes de conocerlo, y con Efialtes y Decadencia me conquistó gracias a su peculiar manera de entender la literatura. Unos años después, he tenido la fortuna de contar con él como colaborador de este espacio (no sé qué hacéis si aún no habéis leído su serie de artículos El Terror) y, lo que es más importante, trabar una estrecha relación de amistad con él. Eso no me va a impedir ser objetivo en esta reseña, cosa que resulta naturalmente sencilla debido a cómo la prosa de Daniel suele tener la habilidad de hipnotizarme.
Para quienes no sepan de dónde sale El vacío: Intrahistorias, hay que aclarar de se trata de una continuación de la novela de 2023 El vacío. Pese a ello, nos encontramos con uno de esos casos en los que no es necesario haber leído la anterior obra, pues ambas existen como entes individuales e independientes. La trama gira alrededor de enormes agujeros que atraen a la gente a su abismo, ejércitos de clones que atacan a determinadas personas, bucles temporales y misiones herméticas que se repiten cada cuarenta años.
A pesar de su independencia, si uno lee antes El vacío, se percatará de cómo el fenomenal inicio da respuesta a algunas de las cuestiones que allí se plantearon. Eso sí, lejos de adaptarse a la condición de secuela que resuelve cabos sueltos, El vacío: Intrahistorias plantea nuevos interrogantes que inciden en el misterio global del universo de las novelas. Ahí puede radicar uno de los secretos de su extraordinaria potencia: la creación de un mundo propio irresistible. El estilo es sobrio, seco, reflexivo, marca de la casa de Aragonés.
La ambientación nos introduce con todos los sentidos en pleno pantano. No solo el decorado acompaña, sino que el tono está plagado de aire sureño y redneck. Cigarros, cabañas de madera, petacas de alcohol, cigarros, cuchillos Bowie, iglesias desvencijadas, más y más cigarros… Todo nos sumerge en un ambiente que, aunque en ningún momento se localiza explícitamente, remite al Estados Unidos más profundo, el de la white trash orgullosa de sí misma. El autor fusila este estilo con grandeza, socarronería y un fascinante poder evocador. Toda una delicia wéstern.
Quiero destacar los capítulos centrales, correspondientes a los personajes de Lily y Arthur, que muy certeramente constituyen el armazón de la novela. El capítulo de Lily es absolutamente brutal, ella no tiene consideración con el lector ni con cualquiera que se cruce en su camino. El capítulo de Arthur nos da otras de las señas de identidad del autor: la metaliteratura (Arthur es escritor y en ciertos momentos juega con ello), la denuncia social (párrafos enteros de monólogo-discurso contra la sociedad consumista y aborregamiento generalizado), y la suma de elementos personales del propio Daniel. Muy buenos ambos.
Con todo esto, podemos concluir que lo que hace El vacío: Intrahistorias es ahondar en la mente del autor para expandir su particular y fascinante universo literario. Aragonés sobrevuela una y otra vez las mismas temáticas, pero su magia es hacerlo de distintas maneras. Aquí se acerca a la metafísica desde lo concreto, utilizando la violencia como catalizador de la transformación (aunque a veces parece suceder justo al contrario, y es el cambio el que propicia lo violento) y el pantano como el elemento natural del hombre, casi una nueva caverna platónica en la que resuena el eco de las muertes y del enorme agujero que nos consume o nos traslada a otro lugar.
El desenlace está a la altura del desfile de violencia desatada y monólogo interior que caracteriza toda la obra. Pero no nos quedamos ahí. Al final encontramos un capítulo que funciona a modo de epílogo en el que Aragonés nos regala una de las mejores reflexiones que he leído en mucho tiempo; un verdadero paquete bomba que nos desliza que estamos ante un autor brutalmente honesto, un escritor de raza que sabe hurgar en su interior como nadie y universalizar sus sentimientos, que, al fin y a la postre, son los de todos. Sin este epílogo, la novela ya merece mucho la pena. Con él, todo cobra una dimensión inesperada pero absolutamente coherente y nos revela el único y auténtico origen de la literatura: el vacío.

José Luis Pascual
Administrador
3 comentarios
Emocionado con la reseña. Muchas gracias por entender mi universo.
Se te habrán puesto los pelos de punta.
Un placer. Viva el pantano.