Título: Grumo y Mosquito
Autor: Borja Alonso Alonso
Editorial: Autopublicado
Nº páginas: 77
Género: Fantasía humorística teatral
Precio: 4,99€ / 2,99€ (digital)
Un aspirante a genio criminal y su protegido intentan atracar una botica a punta de espada y ballesta. Sin embargo, la dueña del local —que es una veterana de guerra durazan— lo impide, alerta al vecindario y pone a la ciudad patas arriba. Mientras tanto, secuestradores y rehenes empiezan a darse cuenta de que tienen más en común de lo que pensaban.
CRÓNICA EN PROSA IMPOSTADA
Estamos ante una obra de teatro literaria —el modelo utilizado para contar su historia invita a llamarla así—, que se compone de cuatro partes, actos más bien (títulos inventados por un servidor):
- El robo y la pillada bajo asedio
- La consolidación de los rehenes y la amistad para con ellos
- Los vínculos entre trúhanes que somos todos
- Negociación y terrible asunción
Hay que alabar que su lectura sea totalmente rauda, cual estrella fugaz del humor y el birlibirloque. Esa combinación de diálogos hilarantes y ácidos provoca que las páginas se sucedan en cascada, unida a un uso del lenguaje decimonónico burlón, faltoso y de alto nivel lingüístico (bravo). Alguna frase, momento o fragmento ha desatado en mí un desternillante ataque de risa, a borbotones. Porque las charlas son pugnas pugilísticas de verbo, enriquecedor dentro de un escenario mínimo; esa pequeña tienda y su planta baja, donde la mayoría de voces y humanidades provienen del espacio exterior (la calle).
Todo el protagonismo se concentra y se lo llevan las dos parejas mal y bien avenidas, a saber: las víctimas. Esa vieja tendera malhumorada, malhablada, pendenciera y pelleja, que parece asome de ella un pasado entre anécdotas y remembranzas de heroína, de mujer solventadora de conflictos y cuitas entre reinos y nobles. Su sobrina, una mujer dulce, inocente, candorosa, que no terminamos de creernos y que sabemos no mantendrá hasta el final su dulzura. Y el dúo de gañanes ladrones, el pequeño cerebro, Grumo, casi con motivación de jubilación temprana, exhausto, pragmático. Y el músculo alto y gallardo, Mosquito, dispuesto a la conquista de corazones y bolsillos como buen rufián. Todes elles con sus características bien definidas, desgastados y descastados por la vida y el continuo fracaso los dos mayores, ilusionados de vacío los más jóvenes. Acompañados en cuarteto de puñal y cuerda y tarro y vara (señores golpes de la boticaria), por el cura soldado, quinto intérprete y cuasi público integrado de la representación de los otros cuatro en vodevil.
Allí, bajo la amenaza inminente de la irrupción de las fuerzas de la autoridad, de ese conde filibustero con fama de cortar cabezas y nadar en lupanares, fomentan sus descubiertos vínculos (síndrome de Estocolmo); el amoroso cargado de lujuria entre Mosquito y la sobrina, el sobrio de sabiduría forjada por los años que comparten la vieja pelleja y Grumo, un eón más anciano a cada minuto y palabra. Hasta que llega el desenlace en el desastre previsto e innominable. Porque hemos acompañado con intensidad y pesar a estos protagonistas de tragicomedia, tejiendo las consecuencias de sus actos, y a sabiendas que pudieren segar los mismos su esperanza de vida. No desvelaré más, pero no deja indiferente este cierre.
Grande el estilo chorrofantástico. Divertido y apasionado, con una verborreica de hideputa embaucador y entrañable. Querremos saber más, si hay más que saber, de estos personajes, y de este tipo de historias teatrales.
Pd: viva ese homenaje al clásico La Estanquera de Vallecas. ¡Viva!
Román Sanz Mouta
Redactor
2 comentarios
Virgen santa que buena reseña. Procedo a comprarme un sombrero para poder quitármelo.
Lo he pasado muy bien, y estaba en esa Vallekas del medievo desde el inicio, conociendo bien, además, sus tabernas.