Empezar el día pareciendo un cadáver es lo habitual. Tirado sobre la cama, con los músculos agarrotados y un olor que bien podría pertenecer a una descomposición avanzada. Para Pedro, la imagen de la dejadez y el abandono es la forma natural de cada mañana, y luego no es que la cosa mejore mucho. Lleva más de media hora en duermevela imaginando cómo podría arreglar las cosas. La tarde anterior la paciencia de su madre tocó techo y le dijo las cosas de la forma más clara posible, «Ya basta de quedarte en tu agujero, empieza a moverte o vete de esta casa».
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