Han pasado más de cincuenta años, pero todavía, cuando el sueño no viene a buscarme, me parece escuchar la voz de mi madre riñendo a Iguácel. «No te acerques tanto al hogar, aléjate del fuego».
Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar la experiencia del usuario a través de su navegación. Si continúas navegando aceptas su uso. AceptarLeer más