Un policía con un instinto “especial” investiga junto a su compañero un caso de maltrato doméstico. A partir de ahí, se verán envueltos en una espiral de sucesos de difícil explicación.
Le tenía bastantes ganas a “Líbranos del mal” tras el buen sabor de boca que me dejó la anterior película de su director Scott Derrickson, Sinister. Pese a sus defectos, “Sinister” terminaba siendo un producto más que decente y nos regalaba algunos pasajes genuinamente terroríficos. Y lo cierto es que los tráilers que había podido ver de “Líbranos del mal” prometían mucho, anticipando una historia basada en hechos reales con reminiscencias de The Conjuring y El Exorcista. Pues bien, desde aquí quiero darle mi más sincera enhorabuena al creador de esos avances, porque una vez más nos han vendido la moto, y de qué manera.
Lo primero es que se nos anunciaba como una película de terror con la que podríamos manchar involuntariamente nuestra ropa interior y, aunque tiene bastantes elementos del género, estamos más ante un thriller sobrenatural que ante un film de horror como tal. Además, la parte siniestra está muy mal aprovechada, ya que la atmósfera está poco trabajada y no hace grandes esfuerzos por involucrar al espectador, y eso que hay bastantes momentos proclives a crear tensión. Todo se deja en manos de los típicos sustos facilones con subidón de sonido para sobresaltar al público incauto (al menos eso funcionó con varias personas que tenía sentadas en butacas cercanas).
La dirección de Derrickson me parece bastante plana, sobre todo en una primera mitad en la que parece que estemos viendo un telefilm de sobremesa. Además, el ritmo es muy irregular y por momentos parece que la película esté hecha a retazos inconexos, de hecho se intuyen unos cuantos tijeretazos en el metraje. Las dos horas de duración me parecen excesivas, se podía haber conseguido un producto mucho más ágil quitando 15 o 20 minutos.
Lo más destacable tal vez sea la parte final, que al menos eleva el interés y donde asistimos a un exorcismo bastante intenso que nos saca del amodorramiento en el que estábamos inmersos.
Para intentar enmendar la plana, tenemos como protagonista a un Eric Bana que, si bien demuestra que no tiene muchos registros, sí que aporta cierta presencia en pantalla. Junto a él, destacan el venezolano Edgar Ramírez como el padre Mendoza y Joel McHale (el Jeff Winger de la serie Community) como el policía compañero de Bana, que proporciona los pocos momentos cómicos de la cinta.
Como curiosidad, hay que decir que Eric Bana interpreta a un personaje real llamado Ralph Sarchie. Se trata de un expolicía neoyorkino que asegura haberse topado con multitud de casos de personas poseídas por demonios. Esto le llevó a retirarse del cuerpo de policía y hacerse demonólogo. Una pena, porque con esos mimbres creo que se podía haber creado una muy buena peli de terror, pero en cambio se ha quedado en un thriller que nos deja indiferentes, de esos de ver y olvidar.
Mi nota: 4