MAGICAL GIRL (Carlos Vermut, 2014)

por José Luis Pascual

Vaya sorpresón me he llevado con esta película, de la que no sabía nada hasta el día de su estreno. Desconocía totalmente a su director Carlos Vermut, no había oído que había ganado los premios a mejor película y mejor director en el festival de cine de San Sebastián (aunque este sea un dato poco fiable conociendo cómo funcionan los festivales) y, por supuesto, no sabía nada de la trama.
Tras leer por casualidad sobre su estreno en una revista, decidimos asistir a uno de los pocos cines que la proyectan para ver qué nos encontrábamos. Y creo que acertamos de pleno.

“Magical Girl” es una película de historias cruzadas con varias tramas personales que terminan encontrándose irremediablemente. El comienzo es simple: una niña de 12 años es diagnosticada de una grave enfermedad, y su padre intenta cumplir uno de sus sueños regalándole un vestido de un personaje de dibujos japoneses. El problema es que sólo existe un vestido a la venta, y debido a su exclusividad su precio es prohibitivo.
A partir de esta premisa, Carlos Vermut compone un oscuro puzzle que visita los rincones más negros del alma humana. Y lo hace apoyándose en tres puntales: un ritmo lento que llega a ser contemplativo, un tono dramático pero con sutiles toques de un humor negrísimo, y una magnífica dirección de actores. Todo ello emparenta a la película con cinematografías como las asiáticas, muy ajenas a lo que estamos acostumbrados a ver en el cine español estandarizado. Y es que estamos ante un film realmente atípico dentro de la industria nacional, tanto por lo que se cuenta como por la manera de contarlo. Es cierto que se requiere cierto nivel de atención, sobre todo al principio, pero si permanecemos atentos se nos recompensa. Durante la primera mitad la narración se sale de lo convencional, con saltos temporales y cambios de un personaje a otro sin que aparentemente haya relación alguna. En la segunda mitad y el desenlace todo confluye y se vuelve más lineal.
Abundan los planos fijos y los silencios, pero dotados de un cierto magnetismo. La fotografía de la película tiene la virtud de convertir lugares comunes y cotidianos en algo nuevo, surtido de una extraña belleza. Otra de las grandes virtudes que tiene este film es su manera de sugerir, siendo más importante a veces aquello que no se muestra que lo que vemos en pantalla.
Se le puede reprochar que las motivaciones de los personajes son muy discutibles, y que se cuenta demasiado poco del pasado de todos ellos dejando mucho a la imaginación del espectador (esto último no es malo, es más, yo lo agradezco). También hay una pequeña crítica al momento de crisis actual que, en mi opinión, no aporta nada y sobra.

Los actores están muy bien, sobresaliendo sobre todos un mastodóntico José Sacristan, que pese a su avanzada edad sigue manteniendo una presencia en pantalla poderosísima. El tramo final de la película debería quedar como uno de los grandes hitos del actor. Bárbara Lennie y Luis Bermejo completan el trío protagonista. Ambos hacen un buen trabajo, pero en mi opinión están un escalón por debajo de Sacristán.

Hay que advertir de todos modos que no es una película para todos los públicos, pues exige más atención y paciencia de lo habitual, su ritmo es bastante lento y la trama toca temas complicados. Pero mi consejo es que intentéis verla con la mente abierta, y sin prejuicios.
En fin, un gran hallazgo.

Por cierto, quería comentar la precariedad de la sala 4 de los cines Renoir Plaza de España donde pudimos ver la película. Entiendo que la versión original sigue siendo minoritaria y que mantener una sala de estas caracteríticas ha de ser complicado, pero es penoso entrar en una sala pequeña en la que el sonido no es bueno y encima se cuela el ruido de las salas adyacentes y de la gente que camina por los pasillos de encima. Pero lo peor es que ¡las butacas no están orientadas hacia la pantalla! Están ligeramente ladeadas hacia la derecha mientras que la pantalla está ladeada hacia la izquierda, con lo que mirar directamente hacia la pantalla exige una posición antinatural. Al menos podrían cobrar más barato, pero no es el caso. Avisados quedáis.

Mi nota: 8,5

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