Vivimos una época en la que las corrientes de opinión se mueven hacia un lado u otro con una fuerza irresistible. Muchas veces se elevan a los altares películas (o series, o videojuegos, o cómics, etc.) que no merecen tanta unanimidad, y parece que cualquiera que manifieste una opinión contraria tiene un criterio defectuoso. De igual manera, se puede machacar sin miramientos una película incluso antes de su estreno e influenciar al público para que vaya a verla con una idea preconcebida. El fenómeno es curioso, y aunque todo es respetable es precisamente esa masa (la que generaliza y pontifica respecto a una película) la que no respeta opiniones divergentes. Yo intento mantenerme aislado de ese tipo de corrientes (aunque a veces no te lo ponen fácil, la verdad) y trato de formarme una opinión después de ver la película, no antes. Todo esto viene a colación por las atroces críticas que por doquier ha cosechado Dioses de Egipto (Gods of Egypt), las cuales no han sido óbice para que un monolítico servidor se haya aventurado a su visionado. Una vez más, creo que la cosa no es para tanto.
“Dioses de Egipto” no es ni más ni menos que un producto de entretenimiento con el que pasar el rato disfrutando de sus excesos y sus múltiples errores. Sí, porque la película contiene momentos sumamente ridículos, pero desde su inicio queda claro que su pretendida grandilocuencia es autoconsciente, por lo que hemos de encarar su visionado desde el punto de vista del divertimento. En ese sentido, la película de Alex Proyas funciona suficientemente bien, ofreciendo una trama de aventuras con cierta gracia en la que dioses y humanos se ven involucrados en un enfrentamiento épico. Evidentemente, el guión transita bordeando peligrosamente el ridículo, pero en mi opinión se las apaña de alguna manera para lograr caer simpático.
Una película de este tipo, basada en un 90% en la utilización de cromas, necesita un CGI que esté a la altura. Lamentablemente, no es el caso. Los incontables efectos digitales son los que terminan lastrando el conjunto, ya que cada vez que se hace uso de ellos la película se convierte en una animación de videojuego cutre. Cierto es que el efecto de la diferencia de tamaño entre dioses y humanos no ha quedado del todo mal, pero el resto de FX parecen más propios de hace 20 años.
El elenco hace lo que puede, y frente a un Nikolaj Coster-Waldau correcto encontramos a Gerard Butler que no termina de cuajar como villano megalómano. La pareja de jóvenes Brenton Thwaites y Courtney Eaton están convicentes dentro de lo que cabe. También son reseñables las apariciones de Chadwick Boseman (el nuevo Pantera Negra de Los Vengadores) y del veterano Geoffrey Rush.
Mi consejo a la hora de ir al cine es no hacer caso a las críticas (ni siquiera a esta) y menos aún cuando sean unánimes (ver Un monstruo viene a verme). Cada persona tiene su criterio y su gusto, y ha de respetarse. En cuanto a la película, mi veredicto es un aprobado. A pesar de su evidente (y supongo que autoconsciente) horterismo patillero, “Dioses de Egipto” ofrece las suficientes dosis de entretenimiento para que no consideremos una pérdida de tiempo su visionado. Eso sí, egiptólogos y estudiosos de la Historia, manténganse alejados.
Mi nota: 5,5
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Proyas, quién te ha visto y quién te ve.