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Con mucha curiosidad y sin saber por dónde irían los tiros, acudí a ver la última película de Robert Zemeckis pese a que, de sus últimas producciones, sólo tenía la referencia de El desafío (2015). Es este uno de los pocos casos en los que pude llegar a la sala de cine totalmente virgen respecto a la película, ya que la única información que tenía de ella era el póster y la sinopsis leída en algún medio. Puedo adelantar ya que he salido muy contento tras el visionado.
Con Zemeckis uno puede prever una esmerada producción a nivel técnico, una cuidada ambientación y momentos espectaculares. Lo que no me esperaba es encontrarme una película totalmente sobria, con muy escasos y breves momentos de acción pero con un tono de thriller clásico en el que la tensión va en aumento dentro de lo contenido que resulta todo. Estamos ante un thriller de espionaje con mayúsculas, nada de cosas tipo James Bond sino algo mucho más realista. El ritmo es sorprendentemente lento para un director acostumbrado a tramas trepidantes con poco respiro, pero la pausa que aplica aquí Zemeckis es perfecta para la historia que nos cuenta, deteniéndose cuando es requerido para ilustrar con detalle el trasfondo de la situación y los personajes. Se nota la experiencia del ya veterano director, porque todo funciona como un reloj sin tener que recurrir a estridencias. La ambientación es espectacular, y una vez más el director logra trasladarnos a la época en que transcurre la película de un modo increíble, mimando hasta los más mínimos detalles de vestuario, decorados y todo tipo de atrezzo.
El guión es obra de Steven Knight, que ya escribió cosas tan interesantes como Promesas del Este (2007), la serie de televisión Peaky Blinders o el thriller Locke (2013), que también dirigió. El libreto sin duda es el que marca el tempo de la película con maestría, ofreciendo una trama basada en dobles lecturas y que consigue enganchar al espectador desde el principio. Podría tildarse de ligeramente tramposo al ocultarnos información deliberadamente, pero supongo que ello es necesario para mantener la incertidumbre hasta el final. Tal vez lo único cuestionable sea la introducción de un lacrimógeno epílogo que, creo, se podían haber ahorrado.
La película se sustenta interpretativamente en el trabajo de Brad Pitt y Marion Cotillard. En mi opinión, encontramos aquí uno de los pocos puntos flojos de “Aliados”. La actriz francesa está fenomenal, muy comedida pero sabiendo dotar a su personaje del necesario punto enigmático que le otorga el guión. Sin embargo, el trabajo de Brad Pitt se me antoja algo desganado, demasiado frío en comparación con su partenaire. Además, detecto algo raro en su cara (posiblemente el bótox) que parece impedirle hacer cualquier tipo de gesticulación.
Es una grata sorpresa cuando un director de trayectoria tan larga y exitosa logra cogerte desprevenido ofreciendo algo que no esperabas. Y Robert Zemeckis me ha sorprendido con esta película tan sobria y elegante. Por mi parte, muy recomendada.
Mi nota: 8