El verano es una época idónea para ir al cine a ver películas refrescantes y dinámicas que no hagan trabajar demasiado tu cerebro, muy castigado por las infernales temperaturas que venimos sufriendo. Y resulta que El otro guardaespaldas (The Hitman’s bodyguard) cumple perfectamente esta función. Es este uno de esos títulos susceptibles de pasar desapercibidos por la cartelera. De hecho, reconozco que es posible que no hubiera visto esta película de no ser por el Cine de la Prensa, que convocó un concurso regalando una entrada en el que resulté agraciado.
Estamos ante una comedia de acción, una de esas buddy movies que alcanzaron gran popularidad en los años 80 y que ahora se dan con cuentagotas. «El otro guardaespaldas» tiene muy claro su espíritu de cine de entretenimiento, y se concentra en ofrecer un producto de evasión durante dos horas de metraje. La película juega la baza de un humor grueso, a veces zafio, que funciona muy bien gracias a la química que hay entre sus protagonistas. Incluso hay momentos que se acercan al spoof, aunque en general se adopta un humor similar en tono al de cintas gamberras como Deadpool (2016).
La película discurre con un ritmo bastante alto, y una de sus mayores sorpresas viene dada por sus espectaculares secuencias de acción. Estas escenas, algunas de ellas bastante largas, demuestran estar perfectamente coreografiadas y resultan vibrantes, sin tener nada que envidiar a las que se puedan ver en otras superproducciones del género. El director Patrick Hugues solventa con nota este apartado, demostrando haber aprendido de su experiencia en Los Mercenarios 3 (2014). Otro de los puntos a favor de la cinta es que no se corta a la hora de mostrar violencia, tanto física como verbal, con abundancia de sangre procedente en su mayor parte del gran uso de armas de fuego que se hace durante la película. Eso sí, se nota que el presupuesto destinado a crear explosiones por CGI fue realmente escaso, ya que este tipo de efectos flojea mucho.
Pero más allá de todo esto, quien decide el éxito o fracaso de la película es la pareja protagonista. Por suerte, Ryan Reynolds y Samuel L. Jackson muestran una compenetración y una química ante la que no podemos más que rendirnos. La naturalidad que demuestran ambos es lo mejor de «El otro guardaespaldas», habiendo escenas en las que ambos dialogan, aparentemente, tirando de improvisación. Lamentablemente, vi la película doblada, por lo que no pude comprobar esto en su totalidad. Reynolds sigue demostrando con sus últimas producciones que es un actor mucho más versátil y carismático de lo que parecía en sus inicios, y de Samuel L. Jackson poco puede decirse que no se haya dicho ya. Es un actor “seguro de vida” ya que siempre cumple. Mención especial merece la divertida aportación de una desatada Salma Hayek. La mexicana muestra aquí una exagerada vis cómica gracias a un personaje muy pasado de vueltas ante el que no puedes evitar reírte. El papel del villano recae en Gary Oldman, quien realiza una interpretación basada en los tópicos de su personaje y que tiene alguna escena graciosa.
Aun siendo una producción de bajo perfil, «El otro guardaespaldas» consigue su objetivo de entretener a base de personajes divertidos, tremendas escenas de acción y un humor eficaz. Tal vez su campaña de promoción, al igual que su carátula, puedan llevar a engaño ya que, en mi opinión, la película tiene más entidad de lo que parece. No tengo reparos en recomendarla para todo aquel que quiera huir del calor y refrescarse un rato.
Mi nota: 6