WONDER WHEEL (Woody Allen, 2017)

por José Luis Pascual

La vida como una noria gigantesca, girando y girando continuamente, con personas que suben, con personas que bajan, y tú atado a ella a perpetuidad. Ahora estás abajo. Ahora estás arriba. Siempre girando. Hasta que un día se detiene.
Esta es la metáfora que Woody Allen utiliza en su nueva producción, inmerso en su particular noria de sacar una película al año, tarea que cumple meticulosamente pese a sus 82 años de edad. Wonder Wheel es diferente a sus otras películas en cuanto al envoltorio, pero el viejo Woody vuelve realmente a contarnos la misma historia de siempre.

La trama nos lleva a la Coney Island de los años 50, donde Humpty y Ginny sobreviven trabajando y viviendo en una feria. Mientras él se encarga del tiovivo, ella es camarera en uno de los restaurantes de la zona. Un día, la hija del primer matrimonio de Humpty se presenta en la casa con la intención de esconderse de unos mafiosos que la persiguen para matarla. Humpty y Ginny le darán cobijo aunque ello signifique problemas.

«Wonder Wheel» luce como una comedia. Los colores que transmite la película, en conjunción con el score musical, hacen que los acontecimientos se nos presenten de un modo aparentemente ligero y humorístico. Sin embargo, si fijamos la mirada nos daremos cuenta de que Woody Allen está proponiendo un drama con todas las letras, caracterizado por las oportunidades perdidas, las malas elecciones y la ilusión de una vida irreal. Como ya hiciera en Café Society (2016), el director neoyorquino impregna su obra con un tono melancólico que choca frontalmente con el colorido de las imágenes. Ello hace que el resultado sea extraño, pero al mismo tiempo estimulante.

La carga dramática recae sobre una imensa Kate Winslet, que compone un personaje tragicómico superado por las circunstancias, con un perenne dolor de cabeza y un estrés cada vez mayor. Es a través de su personaje, Ginny, donde vemos toda la acción desarrollarse y donde Woody Allen pone el centro de atención. Alrededor de ella es donde se vertebra toda la película, y realmente es este personaje el desencadenante de todas las emociones que transmite «Wonder Wheel».
La riqueza de la película se alimenta de varios elementos. Por un lado, tenemos unos cuantos momentos de gran intensidad que tienen un claro espíritu teatral y que elevan el tono de la película. Por otro, la impresionante fotografía que ofrece Vittorio Storaro hace que todo adquiera un aire de fantasía, de irrealidad, de magia cambiante; y al mismo tiempo, nos traslada a esa época con tino. Por último, el elenco de actores contribuye a que la película sea otra pieza notable dentro de la filmografía del director. Kate Winslet merece muchos premios por su trabajo, devorando la pantalla en cada aparición. Pero no están menos brillantes un recuperado James Belushi, una radiante Juno Temple o incluso un más que correcto Justin Timberlake. No cabe duda que Allen sabe sacar lo mejor de sus actores, o que estos consideran un punto álgido en sus carreras el haber trabajado con el ya legendario director y por ello se dejan la piel.

Por tanto, estamos ante una cinta con una alta carga pesimista. Incluso la manera de cerrar la película, un tanto ambigua, parece incidir en el drama. Cierto es, eso sí, que el componente de comedia está presente, personificado en el pirómano hijo pequeño de Humpty.
Tal vez esté un puntito por debajo de la mencionada Café Society, pero, como ya he dicho en alguna otra ocasión, Woody Allen demuestra una solidez inaudita en un director tan prolífico. «Wonder Wheel» es tan redonda como la noria a la que hace mención. Que siga girando durante muchos años.

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