Como ya sucediera el pasado año, 2018 está siendo un curso un tanto decepcionante en cuanto a cine de terror. Aún es pronto y hay lugar para la esperanza con algunos títulos que se vislumbran en el horizonte, pero de momento, y salvo chispazos ocasionales (The Ritual), son muy pocas las producciones que están dando alegrías a los aficionados al género. Una de las películas que parecía ser capaz de elevar el listón era Un lugar tranquilo (A Quiet Place), ya que las críticas tras sus primeros pases eran entusiastas. Una vez visionada, vamos a reflexionar sobre si la cosa es para tanto o no.
La tercera película como director del actor John Krasinski propone, de eso no cabe duda, una idea bastante original. La Tierra ha sido invadida por una raza alienígena hostil que presenta unas características especiales. Estas criaturas no responden a estímulos visuales, sino que se mueven reaccionando únicamente a los sonidos. Dicho de otra manera, si no te mantienes en un silencio casi absoluto, puedes darte por muerto. El mundo se nos pinta como un lugar apocalíptico, ya que se nos da a entender que el descubrimiento de este hecho llegó demasiado tarde para los seres humanos. Aún así, hay grupos que sobreviven, y la película se centra en una pareja y sus tres hijos. Sin duda, esta premisa sugiere interesantes posibilidades, máxime cuando comprobamos que la hija mayor es sorda.
«Un lugar tranquilo» aprovecha este concepto para moldear unas cuantas secuencias de tensión a su alrededor, y Krasinski demuestra cierto oficio a la hora de conjugar imágenes y sonido al servicio de enervar al espectador. Tal vez sea esa la mayor virtud del filme, al lograr una atmósfera acertada a base de silencios. Y es que los diálogos hablados son anecdóticos durante el metraje, dejando la comunicación entre los personajes en manos del lenguaje gestual.
Ahora bien, ¿es la película algo más que una buena idea mezclada con la habitual sucesión de sobresaltos? Para mi gusto, Krasinski desaprovecha la ocasión para crear una metáfora alrededor del ruido y el silencio, rascando apenas la superficie y renunciando a mayores trascendencias. Creo que se podía haber creado algo con mucha más entidad, pero la cosa ha quedado finalmente en un producto correcto que, bajo mi punto de vista, no logra escapar de los convencionalismos. En este sentido, aunque la considero una de las obras menores de Mike Flanagan, creo que Hush (2016) aprovechaba mejor un concepto que se asemejaba en varios aspectos.
Además de esto, el guion (firmado por Bryan Woods, Scott Beck y el propio Krasinski) exige cierta suspensión de la credibilidad por parte del espectador. Inevitablemente, al intentar ponernos en la situación que plantea la película, nos van a surgir preguntas a las que «Un lugar tranquilo» no da respuesta. Por tanto, es recomendable no intentar buscarle tres pies al gato para disfrutar plenamente de la película. De otro modo, algunas escenas nos remitirán casi a un producto paródico. Otra de las cosas que no me terminan de convencer es el diseño de las criaturas. ¿Para cuándo unos aliens originales y no absolutamente random?
Del reparto no puedo decir nada malo. Tanto Emily Blunt como el propio John Krasinski, así como los niños Millicent Simmods y Noah Jupe transmiten la complicidad necesaria entre ellos para resultar convincentes. De igual modo, todos dan la talla en las secuencias de más tensión.
En conclusión, con «Un lugar tranquilo» nos llega una cinta de terror que aúna elementos de Señales (M. Night Shyamalan, 2002) y la mencionada «Hush» para crear un producto eficaz y disfrutable mientras nos dejemos arrastrar por su acción y no nos cuestionemos ciertos aspectos. Dentro de la mediocridad que impera en el género últimamente, se deja ver con agrado. Pero podía haber sido muchísimo mejor.