Asistimos aquí a un pequeño break en la continuidad de las películas Marvel. Ant-Man y la Avispa continúa justo donde terminó Ant-Man (2015), y se centra en los personajes de aquella olvidándose del resto de héroes de la “casa de las ideas”. Se intenta respetar el tono humorístico acentuando si cabe un espíritu familiar que convierte a esta secuela en una producción ideal para un público infantil. La intrascendencia de lo que se cuenta es total, tanto que estamos ante una de esas películas para ver y olvidar, sin ser en ningún momento imprescindible dentro de la amplia producción superheroica que nos invade.
Mi decepción viene dada por la gran rebaja en la calidad general, más allá de que su tono sea más o menos humorístico. Por ejemplo, pese a la irregularidad de las películas de Thor, o de Los Guardianes de la Galaxia, encuentro que el tono de estas películas mantiene una mayor coherencia que la que encontramos aquí. Tal vez esto demuestre que la anterior película tenía mucho más de Edgar Wright (director que abandonó el proyecto cuando ya estaba bastante avanzado) de lo que pudiera parecer. Peyton Reed aprovechó esa inercia en la primera película, pero muestra sus debilidades en esta secuela que fácilmente puede ser lo peor que ha hecho Marvel desde que empezó su profunda renovación con Iron Man (2008).
Contando más que nunca con una trama que podría asociarse sin problemas a un capítulo de serie de TV, quizá lo más interesante de «Ant-Man y la Avispa» está en su villana, Fantasma, personaje que sufre una estructuración molecular que le permite alternar entre la corporeidad y la intangibilidad. Pese a lo interesante de su condición, su papel queda limitado al de un villano random que cae víctima de un desenlace de 1º de guion. Pero no solo se desaprovecha la amenaza, sino que en la parte de los héroes también encontramos problemas. Evangeline Lilly no me convence para nada, su falta de carisma rivaliza con la escasa química que se desprende entre ella y Paul Rudd en la película, tan plana como el propio desarrollo de la cinta.
En lo positivo, y salvando las distancias, Paul Rudd consigue hacer suyo el personaje de Ant-Man siguiendo el modelo de Robert Downey Jr. y su Iron Man, por lo que se le identifica sin problemas con la visión de Hombre Hormiga que quiere mostrar el estudio. Por otra parte, es bueno volver a ver a Michael Douglas después de que, hace un par de años, se le diera por deshauciado debido a una grave enfermedad. Esperemos que nos dure muchos años.
Poco más hay que contar. Estamos ante un entretenimiento flojo y carente de chispa. Aun dentro de un tono de comedia, el “alivio cómico” representado por el personaje de Michael Peña es una verdadera tortura, siendo un engranaje más de los que chirrían en la cinta. No es un desastre, de acuerdo, pero está muy por debajo de todo lo hecho por Marvel en los últimos años.
Todo lo original o fresco que pudimos ver en Ant-Man se ha perdido en esta secuela, que demuestra que incluso Marvel tiene películas menores ideadas tan solo para estirar el chicle.
2 comentarios
Te felicito por tu articulo. Bien documentado.
Muchas gracias! Un saludo.