“Estoy seguro de que en vuestra era la materia de que está hecha la existencia (tangible o intangible) es, desde luego, moldeable, casi como los sueños, y no rígida y negra y caliente como en la ciudad de las máquinas. Y, aunque os sorprenda, me empeñaré en ser diferente de vosotros durante todo el tiempo que pueda: así no tendré que vivir dentro de un solo mundo o de una sola realidad, como la mayoría de vosotros ya habéis aceptado en vuestro camino hacia el erial.
La luz me obliga a parpadear. Muevo los músculos.
Al mismo tiempo, el coraje tiembla dentro de mí.”
No es difícil enamorarse de Flor de hadas en el bolsillo. Basta con leer las pocas páginas que conforman su preludio para darse cuenta de que Juan Antonio Fernández Madrigal ha creado un milagro. Y es que, en los tiempos que corren, plagados de repeticiones y lugares comunes, leer algo realmente nuevo es tan raro que, cuando sucede, a uno le golpea una sensación de maravilla con inusitada fuerza.
Tratar de contar o resumir una trama hilada es una ardua tarea, ya que «Flor de hadas en el bolsillo» se compone de una colección de relatos breves que crecen sobre una premisa un tanto etérea. Una persona llega a nuestro tiempo procedente del futuro, un futuro en el que el ser humano ha desaparecido y lo único que existe son máquinas que rigen la ciudad llamada nomorfa. Este personaje intentará desentrañar por qué se llegó a tal punto, tratando de aplicar una visión nueva a todo lo que encuentra.
La flor de hadas es una sustancia que te traslada a otra realidad (o irrealidad). Podemos pensar que es una droga, un éxtasis espiritual o un sueño, pero en este caso, el objeto que hace la función de “puerta dimensional” es el propio libro.
El autor desgrana con una lucidez increíble la batalla entre imaginación y rutina, entre niñez y edad adulta, entre vida y muerte, realizando todo un canto a la necesidad imperiosa de conservar la imaginación. «Flor de hadas en el bolsillo» se vertebra en torno a Irrealidad, un mundo o realidad inventada que se erige a nuestro alrededor pero que resulta tan invisible como inaccesible. El libro es un compendio de pequeñas anotaciones a modo de capítulos cortos en los que se nos describe esa “dimensión paralela”. En realidad, todo es una excusa para que el autor dé rienda suelta a su inventiva y nos desgrane su manera de ver el mundo. Los relatos tienen un alto componente poético y filosófico, bajo los cuales podemos encontrar una historia de ciencia ficción que encuentra su mayor coherencia en los capítulos finales. Pero, como digo, el verdadero corazón de la obra radica en la cualidad que tienen los relatos para cambiar nuestra mirada hacia ciertas cosas, o al menos para admirar los novedosos puntos de vista que el narrador pone a nuestra disposición.
Confieso que algunos de los capítulos me han resultado algo derivativos, cosa que achaco a los diferentes estados de ánimo con los que he podido leerlos. Y es que se me antoja imprescindible poner cierta voluntad para disfrutar con la prosa de Juan Antonio, exigencia esta que aplaudo en los tiempos que corren. Ahora bien, aunque el contenido filosófico está ahí, también encontramos en el texto otro tipo de relatos que cambian el paso de la obra. Porque en el bolsillo que guarda esta flor de hadas cabe de todo, desde pequeños cuentos que apelan a la inocencia como «Maquetas y corazones» hasta relatos que te golpean de repente como «Koyaanisqatsi», mientras que en las páginas desfila un crisol de personajes del estilo de un pistolero que parece salido de una novela pulp, una femme fatale de novela negra, el Judío Errante, el mismísimo Jesucristo y hasta ¡Batman y el Joker! Todo ello demuestra sin lugar a dudas un extraordinario domino del tono por parte del autor.
Mención aparte para los últimos capítulos donde se nos narra una épica batalla, que me resultaron magníficos y un extraordinario broche final para el libro.
Estamos sin duda ante una obra inclasificable, que cose diversos géneros para crear un tapiz tan inusual como fascinante. Para acceder a la lectura como es debido, eso sí, conviene arrancarse los ojos de adulto y sustituirlos por una mirada más inocente que nos permita alcanzar los niveles de asombro que requiere una obra así. De otro modo la disfrutaremos pero no seremos capaces de retener muchas de sus ideas. Lo mejor de «Flor de hadas en el bolsillo», que ya de por sí es motivo suficiente para acercarse a ella, es no saber a qué te vas a enfrentar en cada capítulo, ya que la imaginación y los conceptos desarrollados por su autor desarbolan cualquier expectativa.
Hoy más que nunca son necesarias obras así, aunque en esta ocasión el escritor haya jugado con ventaja. Porque, Juan Antonio, reconócelo: has venido del futuro atravesando puertas, y has visto en lo que nos convertiremos, ¿verdad?