De nuevo traigo, en la sección de críticas breves, dos películas de reciente estreno en salas y dos producciones que han aparecido en Netflix. En esta ocasión, aunque se puede resaltar algún que otro punto positivo, no he acabado demasiado convencido con ninguna.
BLACKWOOD (Rodrigo Cortés, 2018)
Mal empezamos cuando, a los pocos minutos de película, vemos a Uma Thurman hablando con un espantoso acento que resulta del todo innecesario. La premisa reune a cinco jovencitas rebeldes en un internado donde deberán aprender a dejarse poseer por la virtud. Aunque el arranque es interesante y se adivina cierta intención por parte de Rodrigo Cortés de esquinar los tópicos del cine de terror adolescente, a la postre Blackwood no consigue alzarse sobre su condición de producto previsible.
Posiblemente sea esta una de las películas que peor aprovecha su decorado, ya que el director de fotografía decidió que era una buena idea que todo se desarrollara en penumbra. Tanto es así, que durante muchos tramos ¡no se ve nada!
Muy prescindible.
CREEP 2 (Patrick Brice, 2017)
Sin ser un producto redondo, Creep (2014) conseguía algo tan difícil como innovar dentro del subgénero found footage al ofrecer una historia que se salía ligeramente de la estructura habitual del formato. Al mismo tiempo, presentaba a un personaje de impagable personalidad sobre el que construir una trama repleta de ambigüedad con la que hacer dudar al espectador hasta el último segundo. Creep 2, estrenada directamente en Netflix, es una clara muestra de que a veces es mejor no intentar estirar el chicle.
Perdido totalmente el factor sorpresa tras la primera película, «Creep 2» se dedica a repetir el mismo esquema quitando peso a la atmósfera y cargando las tintas en un tono cuasi paródico. El magnetismo de Mark Duplass queda totalmente devaluado por lo básico del guion, y cualquier intento de sorpresa fracasa estrepitosamente. A su favor he de decir que la vi del tirón a altas horas de la noche, cosa que no suele ser muy habitual últimamente.
SOLO (Hugo Stuven, 2018)
Segunda película como director de Hugo Stuven tras Anomalous (cinta que no he visto pero cuyas referencias no son nada halagüeñas), Solo retrata la historia real de un surfero que quedó aislado en la base de un acantilado en Fuerteventura, con la cadera rota y una mano herida. Lo que podría haber sido una angustiosa película de género se debate entre el drama intimista y la lucha por la supervivencia, en una mezcla que no termina de cuajar. Aunque el punto de vista elegido por el director, así como un buen puñado de resoluciones visuales, resultan muy interesantes, el ritmo queda lastrado por la abundancia de flashbacks en la narración.
Fruto de ello, encontramos una película muy desigual, en la que los buenos momentos son arrastrados por otros que no interesan. Igualmente, el actor Alain Hernández da una de cal y otra de arena, mostrándose solvente en las escenas físicas pero muy plano en la parte dramática. En este sentido es de agradecer la presencia de una Aura Garrido que se come la pantalla cada vez que aparece.
TAU (Federico D’Alessandro, 2018)
TAU es otro ejemplo de la tendencia de Netflix a producir películas de ciencia ficción de interesantes premisas pero desiguales (siendo generosos) acabados. Una vez más, tenemos una producción cercana a la TV movie, que quedaría mejor dentro de una serie como Black Mirror que como película unitaria. «TAU» contiene algunas virtudes en forma de ideas originales, pero su tono no sabe dedicirse hacia el terror, la ciencia ficción o el thriller de secuestros.
El debut en la dirección del uruguayo Federico D’Alessandro (forjado en el departamento artístico de muchas películas Marvel) se salda con una película de ritmo muy irregular y desarrollo caótico, que acusa sobremanera un guion pobre que hace un bochornoso uso de la inteligencia artificial (a la que pone voz un desubicado Gary Oldman). Lo único destacable en este desastre es la presencia de Maika Monroe, que hace lo que mejor se le da, interpretar a una scream queen de toda la vida.