Antes de realizar un pequeño parón vacacional en septiembre (sí, todavía quedamos algunos que trabajamos durante el infernal agosto), nos hemos refugiado en Los Sauces, relato clásico de Algernon Blackwood. El autor inglés utiliza aquí recursos de la novela gótica, pero cambia el típico castillo tenebroso por una diminuta isla poblada por una vegetación algo especial. Ejemplar modelo de relato atmosférico, «Los Sauces» propone un estresante periplo claustrofóbico para sus dos protagonistas, viéndose quizá algo perjudicada su efectividad por el paso del tiempo.
La edición elegida para esta lectura ha sido la de Hermida Editores, recomendable edición que cuenta con un imprescindible prólogo sacado de la correspondencia personal de H.P. Lovecraft.
Os dejo con mi reseña de «Los Sauces» seguida de las opiniones de algunos de los miembros del Club.
LOS SAUCES (Algernon Blackwood – Hermida Editores)
“Considerado en su conjunto, el inmenso terror que se apoderó de mí era de una especie tan desconocida, tan diferente a cualquier emoción que hubiera sentido jamás, que me provocó una impresión de asombro y maravilla que en buena medida contribuyó a contrarrestar sus efectos más perniciosos; y al coronar una elevación en el centro mismo de la isla, desde la cual dominaba la amplia extensión del río, teñido de color carmesí a la luz del amanecer, la mágica belleza del panorama me resultó tan abrumadora que una especie de anhelo salvaje se despertó en mi interior y a punto estuvo de arrancarme un grito de la garganta”.
Dice H.P. Lovecraft, en una de las impagables notas que se incluyen a modo de prólogo en la edición de Hermida Editores, que Los Sauces es un relato que consigue una impresión de perdurable intensidad sin un solo pasaje forzado o una sola nota falsa. Tras leer la obra, es posible que tal afirmación sea objetivamente veraz, aunque los años transcurridos desde su publicación hayan podido causar cierta mella en el relato de Algernon Blackwood.
En «Los Sauces» encontramos a dos personajes que simbolizan las dos caras del explorador, la temeraria y la cautelosa (metáfora del hombre espontáneo y el racional), que se ven abocados a quedar varados en una pequeña isla poblada por unos sauces cuya mera presencia les causa gran congoja.
El escritor inglés tira del goticismo propio de su época, adaptándolo a su estilo sobrio y poco estridente. La gran novedad viene al mezclar ese terror clásico con un horror más sutil basado en la introducción del elemento inquietante en un entorno cotidiano o, al menos, poco amenazador. Vale que un decorado natural “salvaje” puede convocar los miedos de cualquiera que pase una noche en él, pero si somos objetivos, una isla poblada por un bosque de sauces no es un lugar que cause pavor per se. Además de aprovechar ese espacio, Blackwood añade peso psicológico a su cuento con una serie de accesorios sobrenaturales, aunque desde el inicio juega con la duda con gran habilidad.
La comentada admiración de Lovecraft hacia Algernon Blackwood, focalizada en el relato que nos atañe, se hace visible en el magnífico arranque de El horror de Dunwich, en el que el autor de Providence parece homenajear el fenomenal capítulo inicial de «Los Sauces». En él, Blackwood realiza un travelling sobre una vetusta Europa que se va transformando de reconocible y cosmopolita territorio en una misteriosa y opaca región poblada por una naturaleza ignota. Esta alteración bien puede suponer lo mejor del relato, pues Blackwood consigue una ambientación de creciente opresión, anticipada por la aparición de una nutria (uno de los mejores momentos de la obra) y de un campesino de procedencia desconocida. A partir de ahí se nos introduce en un espacio cuasi fantasmal que se nos antoja una especie de limbo en el cual se opera un cambio en quien lo habita.
Hay un párrafo en «Los Sauces» en el que Algernon Blackwood habla del “genio del lugar”, refiriéndonoslo como una nota, un sonido, una voz que desprenden ciertos parajes naturales, y a los que se accede cuando cualquier ajetreo humano se ve reducido a la mínima expresión. Es entonces cuando apreciamos ese susurro especial que parece hablarnos directamente bien sea para abrigarnos o para mostrar hostilidad. Haciendo un símil con este concepto, «Los Sauces» adquiere esa misma cualidad, y es que el relato de Blackwood solo comienza a dirigirse a nosotros cuando obviamos el estruendo de las primeras páginas y nos adentramos en la quietud y el ominoso misterio que plantea el lugar donde se desarrolla el cuento. Ahí es cuando el autor saca todo el jugo a sus sauces, exprimiendo el terror que genera la naturaleza. Esa terrible oscuridad, comparable al temor reverencial que nos causa el espacio sideral, es rota por la presencia estoica y enervante de los sauces como elemento generador de un pavor que trasciende lo natural.
La constante dualidad entre lo racional y lo inexplicable, representada en un pendular movimiento a través de los pensamientos del narrador, que se deslizan por una corriente de incertidumbre, nos empapa con la duda durante todo el relato, hasta permitir que nos sequemos en el desenlace. Y tal vez ahí es donde radica el verdadero poder de «Los Sauces», en trasladarnos la imperiosa necesidad de cuestionarnos la realidad de todo lo que nos rodea.
Los miembros del Club hablan:
“Los sauces es una novela corta de En la capital de Argelia no hay madera negra (Algernon Blackwood) que trata de árboles, en concreto muchos sauces y un par de alcornoques.
El relato tiene sus pros y sus contras. En lo positivo diré que para mi gusto, lo mejor del libro es la ambientación que logra el autor. Consigue que te imagines el escenario con esos sauces amenazantes y el río que lo va engullendo poco a poco. Además es fácil entrar en la historia, mérito de la prosa del escritor, y por supuesto de la traducción al español. Y principalmente, creo que lo mejor es que cada lector puede realizar una interpretación del texto muy personal, lo cual es destacable.
Lo peor para mí es el comportamiento de los personajes. Sobre todo que sin explicación alguna uno de ellos está “iluminado” y conoce perfectamente las intenciones de eso maligno que habita el paraje, y sabe cómo ahuyentarlo pero sin embargo es incapaz de salir de allí. Y quiero destacar un momento que se me hizo ridículo y hasta risible: ***SPOILER*** Resulta que la salvación de ambos amigos se produce al tropezar uno de ellos sobre el otro. El hecho de que el que tropieza pierda el conocimiento y el otro esté a punto de que se le quiebre un brazo supone que no serán “engullidos” por lo que sea que les persigue. Toma chango tu banana!!! ***FIN DE SPOILER***
Además, por mucho que la ambientación esté muy conseguida, en ningún momento me hizo sentir algo parecido al miedo, lo cual hubiera estado bien para una novela supuestamente de terror. En general me pareció una buena historia cuyos puntos flacos tienen mucho peso. Pero obviando eso, creo que es un libro interesante que habla sobre la manera que tenemos de enfrentar nuestros miedos, aunque no comparta las soluciones que para ello nos ofrece el autor.
Pero ya sabéis, la próxima vez que algo os dé miedo, probad a golpearos el brazo hasta casi romperlo”.
Una pena para mí no poder apreciar esta supuesta obra maestra…qué mal lector soy”.
Asen Ahab (@todaviasombras en twitter):
“Autores como Blackwood, Machen, Bierce, Lovecraft, etc. siempre consiguen una firme ambientación en sus relatos, una narrativa absorbente que en mi caso me lleva loco y no me suelta. Con Los Sauces ha pasado eso mismo, el relato ha volado, y aunque el final es facilón, lo he disfrutado muchísimo”.
Rocío Muñoz:
“Novela que en mi humilde opinión, siendo considerada una gran obra del género por otro grande del terror (Lovecraft), se me queda algo flojita si de lo que se trata es de pasar miedo. La ambientación y la descripción que hace el autor del bosque donde tendrán que hacer noche los personajes antes de seguir su aventura por el río Danubio, te hace sentir en ciertos momentos algo de angustia vital, pero sin llegar a horrorizarme o sorprenderme. Sin embargo, es una novela que me ha entretenido”.
Olivia:
“De Los Sauces, lo que más me ha gustado es el ambiente que crea con la descripción del paisaje, esa pequeña isla llena de sauces, el viento incesante con su sonido atronador levantando oleadas de arena… También me gusta cómo cada personaje vive esa sensación de angustia que le provoca lo desconocido, uno intentando racionalizarlo todo para conservar la cordura y el otro mediante el silencio y una aparente calma que en realidad no es tal, y la soledad de ambos aun estando juntos.
Lo que sí me ha parecido bastante flojo es el final, se resuelve de una manera precipitada y la escena en vez de terror te provoca risa. Aún así yo la recomiendo”.
Javier Molano:
“Los Sauces me ha parecido un relato que, en su intento de provocar un sentimiento de terror lo que consigue es despertar una angustia que se mantiene en gran parte del relato, para terminar con una sensación de “¿qué ha ocurrido aquí?”. Creo que trata de despertar los temores más profundos de la psique humana pero, para mi gusto, es demasiado descriptivo a la hora de reflejar esos miedos y le quita la parte misteriosa que podría provocar los terrores que pretende conseguir. En conclusión, es un relato que se lee rápido pero que no responde a las expectativas creadas por la opinión que Lovecraft publicó sobre él”.
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