RITOS SALVAJES (Daniel Pérez Navarro – Ediciones El Transbordador)

por José Luis Pascual
“—Tú crees que tienes un motivo. —Masculló con glotonería y luego sorbió de su refresco de cola—. Que sigues unas normas. Que formas parte de un proceso. Que lo controlas. Pues lo siento. Nada de eso es verdad. Nadie puede entender la secuencia de acontecimientos que lleva a que estemos aquí cada uno de los que estamos aquí. Eso es algo que un vigilante como tú no puede entender. Lo comprende el que viaja de una ciudad a otra. Y yo también sigo normas.
—No. Tú eres caos”.

Imagina que eres presa de un oso. El animal te atrapa, se apropia de ti. Puedes sentir su peso como un cepo definitivo, puedes oler la pestilencia que desprenden las cavidades de su hocico, puedes escuchar su rugido espeluznante, que hace vibrar cada rincón de tu cuerpo. Observas cómo se entretiene contigo, cómo mide tu elasticidad, cómo escrutina tu mirada. Hasta que decide que el juego termina, y entonces clava sus garras en tu abdomen… Ritos salvajes es ese oso, un oso de sobrenatural significancia, que seguramente no sea realmente un oso, Y Daniel Pérez Navarro, el único ser que puede ayudarte en tan desigual enfrentamiento, se queda mirando mientras su voz se cuela en tu cabeza, como el Segundo de un bestiario, sugiriendo unas directrices que te van a llevar por mal camino.

Ritos salvajes es un compendio de horrores extraños que se mueven circularmente sobre un concepto principal, el de la transformación. Así, el artefacto de Daniel Pérez Navarro se ve dividido en 3 piezas que desvelan caminos arriesgados, de los que no son habituales en el 90% (estimación totalmente arbitraria que, probablemente, se quede corta) de la producción literaria que se publica en nuestro país. A lo largo de esos senderos tan poco transitados, se desarrollan historias que recorren un medido in crescendo diseñado para dejar ko al lector inquieto.

En el primero de los tres actos, de título Inextinguible, el autor nos lleva a un diminuto islote coronado por un faro. En él habita una escritora que ha decidido huir de la civilización, y hasta allí viaja su ex pareja para intentar llevarla de vuelta. Lo que arranca como una trama más o menos anclada a nuestra realidad, pronto empieza a dar señales de extrañeza para arrastrarnos al poco tiempo a un mundo distinto en el que hay gusanos gigantes en el mar y seres alados en los cielos. Como sucede en todo el libro, este primer relato se transforma continuamente, dejando al lector con la sensación de estar delante de un texto imprevisible. Solo eso ya me parece de un mérito enorme por parte de Daniel Pérez Navarro, ya que esa expectación de sorpresa no suele cumplirse en obras más convencionales. Volviendo al relato, Inextinguible se configura como una fábula surrealista que carga las tintas en el simbolismo y que, de algún modo retorcido y explícito, y bajo una imaginería visual deslumbrante, parece querer hablarnos sobre la paternidad o la idea del legado.

Con Zoo asistimos a un segundo tramo que ofrece una premisa de pura ciencia ficción apocalíptica. Una persona despierta en una jaula, y poco a poco irá comprendiendo que está recluido en un zoo donde se exhiben seres humanos, y en el que las normas de supervivencia están regidas por el salvajismo y la inhumanidad. Aquí el autor eleva el tono truculento y nos golpea con situaciones moralmente execrables, mientras nos presenta a un personaje que será vertebral en todo el libro, Junme’G Mell, el cazador de bestias. El conflicto, muy impactante en la premisa y, desde luego, en el desenlace, se genera a través de la transformación de las personas capturadas para ser observadas por un público sediento de violencia. El resultado es demoledor, y le sirve al autor para dibujar un cuento perverso que contribuye a sugerir el mundo apocalíptico de Ritos Salvajes pese a que nunca lleguemos a conocer su verdadera dimensión.

En Bestiario, tercer y más extenso fragmento del volumen, tenemos la culminación de una obra que se antoja monumental. Es aquí donde se nos da a conocer al oso como figura mitológica, definida por Daniel Pérez Navarro a través de una serie de crónicas que utilizan la figura del animal como representación de la maldad o de lo demoníaco, aunque durante el texto se nos ofrecerán motivos para dudar de esta concepción viendo a los personajes que enfrentan esta amenaza. Estas crónicas se alternan con la misteriosa desaparición de un grupo de niños en una presa, hecho que derivará gradualmente en un apocalíptico enfrentamiento. Esta tercera parte es la que más me gusta de todo el libro, y la culpa de ello la tiene la habilidad del autor de conjugar una prosa árida y contundente con la aglutinación de eventos que confluyen para dar coherencia a todo el relato.

Ritos salvajes tiene mucho de único. Es este un manual de lo insólito, en el que el autor pone en liza mecanismos narrativos muy llamativos para contar varias cosas al mismo tiempo. Hay toda una ficción situada sobre una realidad que nos resulta familiar, hay recursos de metaliteratura, hay subversión de géneros como el terror o la fantasía, hay transformaciones físicas y conceptuales. Y luego están la sensación de amenaza constante, la explicitud de algunos pasajes, la mitología creada, la imprevisibilidad, y lo extraño. Lo maravillosamente extraño que resulta todo, y la impresión de originalidad que desprende el texto. Y a cada rato, dos frases que se repiten para helarnos la sangre: “Me llamo Junme’G Mell. Cazo bestias”. 

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