Basada en una novela corta escrita por Stephen King y Joe Hill, la última película de Vincenzo Natali (Cube) nos propone una trama de terror angustiante y claustrofóbica. Esta intención solo funciona a ratos (es difícil mantener la tensión que requiere una historia de este tipo durante la más de hora y media que dura la película), mientras que el guion hace aguas en muchos momentos, especialmente durante la segunda mitad. Sin embargo, encuentro muy acertada la total falta de explicaciones para sostener misterio y ambigüedad. Y, pese a que el nivel actoral es justito, creo que En la hierba alta contiene ideas e imágenes lo suficientemente potentes como para contentar a un espectador que se deje sorprender por sugerencias (un tanto vagas) antes que por la explicitud. Interesante.
La nueva película de Jim Mickle (We are what we are, Cold in July) es una producción para Netflix que se adentra en la rama de la ciencia ficción que implica viajes en el tiempo. Tenemos aquí una historia que va de más a menos, tanto en fuerza narrativa como —aparentemente— en presupuesto, y algún que otro problemilla de guion derivado de ciertas paradojas temporales siempre difíciles de resolver. Pese a ello, El lado siniestro de la luna se sostiene razonablemente bien gracias a una más que correcta ambientación, a un ritmo que demuestra el buen pulso de Mickle en la dirección, y a la interpretación de un carismático Boyd Holbrook. Mención especial para el fantástico primer tramo de película, donde la ambientación que remite directamente a las cintas de acción de los años 80 luce con esplendor.
Tras las buenas sensaciones que parecía haber causado a su paso por el festival de Sitges, se estrenó esta producción que prometía emociones fuertes. Tal vez las expectativas jugaron en mi contra una vez más, o quizá simplemente es que este tipo de terror desmadrado con mezcla de comedia no es lo mío. El pretendido humor negro de Noche de bodas no consiste más que en una serie de situaciones chuscas y poco inspiradas que lo único que consiguen es arruinar cualquier intento de ambientación o atmósfera de tensión. La comedia es gruesa y, aunque contiene algún momento potente, no deja de ser una sucesión de clichés que parecen destinados a un público juvenil y poco exigente.
Coincido con la mayoría en que lo mejor, de largo, es la presencia de una Samara Weaving desatada y grandiosa, digna heredera de la tradición de Scream Queens de otra época. Salvo este aliciente, el efecto de la película es el mismo que me causaron The Babysitter, You’re next o Feliz día de tu muerte: indiferencia absoluta.
ZOMBIELAND: MATA Y REMATA (Ruben Fleischer, 2019)
Tardía continuación, una década después, de uno de los mayores ejemplos de fusión exitosa de comedia y horror de los últimos años. El problema de Zombieland: Mata y remata es el de siempre: la inevitable pérdida de frescura y de factor sorpresa es una carga que se suma a la repetición de algunos esquemas. Pese a no intentar innovar en nada, si entramos en su humor podemos disfrutar de una cinta bastante entretenida que contiene un puñado de escenas muy graciosas.
Lo mejor es que Ruben Fleischer huye de cualquier tipo de pretensión y se limita a pasar un buen rato con sus actores, cosa que se traslada a la pantalla. Esto queda claro desde el mismo inicio, por lo que la película no engaña a nadie, ni lo pretende. La banda sonora es espectacular, y la escena que transcurre durante los títulos de crédito es por sí sola motivo suficiente para ver la película.