Llegó el episodio ¿final? de la tercera trilogía de la que es una de las sagas cinematográficas más célebres de la historia. Para la ocasión, vuelve el director de El despertar de la fuerza, J.J. Abrams, aunque no es el único nombre que regresa, como veremos más adelante. Como es lógico, la expectación era grande, y voy a intentar desvelar si la película cumple con lo que se espera de una producción de este tipo.
En este desenlace, J.J. Abrams viene a resolver los cabos sueltos con irregular resultado. De este modo, tras los eventos contados en Los últimos Jedi, seremos testigos de la conclusión del tira y afloja que Rey y Kylo Ren han representado en esta trilogía, y que para mi gusto es la mejor adición de estas tres películas a la saga. Más allá de esto, tenemos la reaparición del Emperador Palpatine como verdadero eje del reverso tenebroso, y las típicas subtramas de los personajes secundarios, encabezados por Finn y un Cameron Poe que adquiere quizás más protagonismo que en las anteriores entregas.
Aunque El ascenso de Skywalker comienza de manera un tanto atropellada, con concesiones algo desacertadas que restan mucho de la epicidad y la magia inherentes a la saga, poco a poco la película va cobrando fuerza gracias a elementos de sobra conocidos. Como decía, lo más interesante vuelve a concentrarse en las escenas compartidas por Rey y Kylo Ren, y que componen la verdadera representación de la esencia de Star Wars al hacernos visualizar la eterna dualidad entre bien y mal de un modo evidente pero muy acertado. Aun no siendo algo excesivamente nuevo, su tratamiento sí que me parece merecedor de reconocimiento. Por lo demás, la película asume desde el inicio su condición de irredento blockbuster, incidiendo en las características básicas que son marca de la casa Star Wars. Un reparto coral con muchos personajes que se mueven de un lugar a otro corriendo toda suerte de aventuras, con un ritmo frenético y el típico componente de culebrón entre los personajes principales. Así funcionan las cosas en este universo, y no es esta una película que vaya a cambiar ese modus operandi. El desenlace me parece bastante correcto, buscando a propósito cerrar el círculo a la saga completa y dejando claro que, al menos de momento, este el punto final de la historia.
Tenemos aquí la vuelta de algunos personajes míticos de las primeras películas, y además de la aparición de Carrie Fisher y Mark Hamill, en pantalla podremos ver de nuevo a Harrison Ford (no desvelaré de qué manera) y a Billy Dee Williams, el Lando Calrissian original, quien a sus 82 años se ha dejado seducir por esta vuelta a los orígenes que en alguna medida supone esta nueva trilogía. Por supuesto, el mayor peso actoral vuelve a recaer en Daisy Ridley y Adam Driver, muy intensos ambos en sus papeles, y en Oscar Isaac, John Boyega, totalmente afianzados en sus personajes aunque, en el caso del último, da la sensación de ser más comparsa que en las anteriores entregas.
Poco más puede decirse. Cambiar las cosas en una saga de películas tan establecida en la memoria popular no debe resultar sencillo. Por ello, los responsables de esta nueva trilogía han tirado por un camino intermedio, tratando de introducir novedades pero intentando al mismo tiempo respetar el espíritu original, aunque les ha faltado la magia que desprendían aquellas primeras obras. En general, estas tres nuevas películas, y El ascenso de Skywalker en particular, no dejan de ser un muy correcto fan service con el que intentar contentar a los aficionados antiguos y a los nuevos. A mi entender, la película da lo que se espera de ella. Ni más ni menos.