Ritual Román XXXIV: Endémico (Ángela Pinaud – Apache)

por Román Sanz Mouta

Título: Endémico

Autora: Ángela Pinaud

Editorial: Apache Libros

Nº páginas: 210

Género: Terror

Precio: 15,50€

Una trágica maldición parece perseguir a un pequeño y remoto pueblo: el desastre de la mina a finales del siglo XIX, el vertido tóxico en el depósito de agua años después, el derrumbe de la biblioteca en los setenta… y por último el macabro asesinato de una familia a manos de su hijo pequeño, a todas luces endemoniado.
Cuando el padre Gael de Urquijo, avezado exorcista del Vaticano, pone sus pies en el pueblo para salvar al pequeño, no es consciente de todo lo que se oculta detrás.
Diez años más tarde, habiendo fracasado todos sus intentos de liberarlo, pero negándose a aceptar su derrota, se encuentra hastiado de su fe y acosado continuamente por los fantasmas de sus anteriores exorcismos.
Silencios, muertes y extrañas resurrecciones giran en torno a un mal endémico que recrudece y asola la vida en ese lugar, y cuyo origen parece nacer de las páginas manuscritas del Necronomicón, el grimorio maldito al que Lovecraft dedicó gran parte de su literatura.

 

CRÓNICA

Ya cuando atisbé la novela en la caseta de Apache Libros durante el festival Celsius, noté una atracción insana para con la obra. Pese a que iba decidido a pugnar por otros dos manuscritos del mismo sello, esta Endémico se abrió camino y fue quien me acompañó a casa (pura precariedad, me hubiese llevado las tres). El argumento me subyugó, estando siempre a la búsqueda de una buena y verdadera obra de terror, con todos sus compuestos y componentes, lo cual resulta en tarea ardua y difícil, mis sentidos reaccionaron. Y si además la susodicha se basa en horror intrínseco sin despistes ni distracciones (luego veréis a qué me refiero), sin recursos o incursiones de otros géneros o combinaciones, que no son mala cosa pero que no se trataba de lo que mi escalofriante mente y paladar demandaban en esa ocasión, mejor que mejor.  

Y nos encontramos, sobre todo, con un ambiente y una atmósfera de miedo clásico. Ese pueblo viciado, antaño minero, antiguo y decadente, con sus edificios viejos, su historia pasada, con los arboles genealógicos de sus personajes marcados por pecados antiguos, con la tragedia que han tenido que soportar y aún cargan todos y cada uno de ellos; pecados, secretos y la sombra que los acompaña y a la que intentan sepultar en el olvido. Grandes maneras. A ello se une un lenguaje tosco y hosco (referido a lo directo y no a lo poco refinado) adecuado para esta narración, para sumar herramientas suficientes que te conducen a saber que has elegido una buena lectura. Además, no tiene ningún complejo en mencionar, en homenaje y como parte del argumento, al maestro Lovecraft o al genial Clark Ashton Smith, nombres que hacen que uno, con su corazoncito oscuro, se inflame emocionado e imagine pesadillas terribles.  

Y, con toda esta previa… ¿estará a la altura la novela?

En este caso (muchas veces con tanta parafernalia o amparo de apadrinazgo acabo decepcionado) puedo decir que sí se muestra digna de los antecedentes nombrados. Porque rezuma malas intenciones.

Ya la sinopsis es clara, pero ahondemos algo en el expadre Gael, alcohólico, descastado y devastado, casi un reflejo del típico detective neoyorquino lleno de entrañable cinismo. Varado más que anclado en ese pueblo donde fracasó siendo la más brillante promesa del Vaticano para con los exorcismos. Su obsesión le ha vencido. Las cicatrices bien lo muestran. Pero una nueva muerte le hace comprender que no sabe nada y que, para purgar su conciencia, necesita averiguar las verdades que pueden conducirle directo a la redención, cosa que incluirá salvar al pueblo. Pues en este entorno ominoso transcurre la narración: sombras que susurran y bisbisean, muertos renacidos que se arrastran y dominan los pliegues del espaciotiempo, cavernas subterráneas que forman un laberinto nido hasta el origen de la desgracia primigenia, esa mina nunca terminada de sellar. Y una serie de cuadros del mismísimo Ashton Smith que contienen la pista a desentrañar. Así avanza la trama, desvelándose vestigio a vestigio, capa a capa. Agregando colaboradores (la curiosa periodista Anastasia o el torturado teniente Mateo), confidentes y algún posible enemigo. Así, por encima y por debajo de la tierra, siempre hurgando, horadando y perseguidos por nefastos designios encabezados por una voz colmena y la amenaza de la gran mosca, llega el desenlace que, pese a un instante de racionalidad, se muestra lo funesto que debe, aunque quedé con ganas de ver expuesto en toda su expresión ese atávico mal que todo lo engulle, que germina y brota, que zumba. Un verdadero apocalipsis, aunque fuere localizado, aunque fuere pesadilleado en premonición.

Hay que hacer varias anotaciones. Primera, me encantan las novelas que marcan los títulos empezando por el «de», por ejemplo: «de túneles y disparos», «de ancianas y resucitados» o «de grimorios y tugurios». Los nombres de los capítulos están bien escogidos y, para mí criterio, eso es un detalle importante de agradecer. Una virtud más trata sobre la banda sonora de grupos de rock hispano, con muy buen gusto, que refleja además la época, y que casi se parece percibir sus canciones entre páginas. Otro elemento fundamental a reseñar es que los personajes parecen ir surgiendo de la nada para aportar claves inesperadas que permiten avanzar tanto al sacerdote como a la periodista. Es todo demasiado oportuno y puntual, casi atajos, y no lo digo como crítica, sino como información sobre la arquitectura de la novela. ¿Y por qué? Fácil. En mi opinión, esas oportunas apariciones de secundarios para orientar la investigación y permitir la sucesión de etapas y fases en el texto cumplen una función más allá de darle continuidad a la trama; es una elección. Podríamos haber tenido una típica y tópica presentación de la villa y los personajes al detalle, toda la población con su carnet y biografía, tal que suele hacer el gran S. King. Pero con tal cantidad de información desarrollada, hubiésemos perdido ese continuo de terror, esa novela directa y el horror trepidante, subyacente y amenazante que nos acompaña in crescendo. Lo veo como una apuesta de la autora para que el hilo del texto se suceda sin los despistes antes mencionados.

En conclusión. Me ha gustado esta obra de Ángela Pinaud, a quien no conocía (para esto sirven los festivales literarios) y a la que me declaro atento. Una novela directa, sencilla en su manera y sincera en su contar sin que se mengüen sus aspiraciones por ello. He podido sentir ese pueblo, esos túneles y a esas larvas infames e infectas que luchan por anegarnos. Si queréis saber más, a leer. El germen pernicioso se quedará con vosotres.

Pd: mi perturbada y siniestra imaginación todavía engrandece más estas novelas, que siguen medrando en mi psique. Dadme más… ¿Habrá una segunda parte? ¿Volverán a salir a jugar las crías de díptero en marabunta?

Deja un Comentario

También te puede gustar

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar la experiencia del usuario a través de su navegación. Si continúas navegando aceptas su uso. Aceptar Leer más