Título: La sangre manda
Autor: Stephen King
Editorial: Plaza & Janés
Nº páginas: 464
Género: Relatos de terror
Precio: 23.90€
Cuanto más cruenta y violenta es una noticia, más llama la atención de la gente: «La sangre manda». Así reza la máxima periodística que hará que Holly Gibney, la detective a la que Bill Hodges legó su agencia Finders Keepers, y uno de los personajes más queridos por los fans de Stephen King, se interese por la matanza en el instituto Albert Macready y acabe enganchada a las noticias. En esta ocasión deberá luchar contra lo que más teme…, y esta vez sola.
Si bien Holly, que ya apareció en la trilogía «Bill Hodges» y en El visitante, protagoniza su primer gran caso en solitario en el relato que da título a este volumen, tres historias más forman este libro. En «El teléfono del señor Harrigan» una amistad entre dos personas de edades muy diferentes perdura de manera más que inquietante. «La vida de Chuck» nos ofrece una hermosa reflexión acerca de la existencia de cada uno de nosotros. Y en «La rata» un escritor desesperado se enfrenta al lado más oscuro de la ambición.
Cuatro relatos en los que Stephen King sorprende nuevamente a los lectores y los conduce a lugares intrigantes a la vez que sobrecogedores.
CRÓNICA
Nos encontramos una vez más al referente (denominación también del gran Santiago Eximeno, pues maestro únicamente hay uno; Lovecraft) del terror en plena forma, pues ya lo hemos reflejado comentando con alguna de sus últimas obras (El Instituto me llegó a conmover, estando algo fuera de ese espectro fiel a su género). Se denota que hay un regreso a los orígenes, y aquí nos muestra la gran cantidad de recursos que tiene en su catálogo para contarnos una historia siendo siempre fiel a sí mismo. Quizá demasiado, como veremos a continuación.
Pues la primera de estas historias, «El teléfono del señor Harrigan», redactada de manual, me parece que sigue tanto su propia fórmula que la estructura es calcada, casi paso por paso, a alguno de sus otros relatos antiguos hasta el punto de ofrecer una familiaridad absoluta (sin sensación de refrito, pues es algo totalmente original) para con otros de sus hermanos. E incluso su hijo Joe Hill, en alguno de sus últimos compilatorios de relatos (no recuerdo cuál y no tengo los libros a mano), sigue esa misma arquitectura mimetizada, fase a fase del cuento, creando una sensación extraña en la lectura (como hacer la misma película una y otra vez, así de arquetipo es el relato que lleva a la replicación, y además, intuyo vamos a tener muchos textos de esa índole y perfil en la próxima revista de Circulo de Lovecraft en homenaje a Stephen King). Ojo, difieren totalmente en la trama y argumento, pero esbozan un dibujo y perfil similar, lo que me afeó algo el relato. Un texto que habla sobre un anciano que fue relevante en su época y ahora se ha retirado, manteniendo intactas sus influencias, y de su joven pupilo por casualidad, quien recibe un poderoso legado tras la muerte del viejo.
En el segundo, «La vida de Chuck», vemos una faceta diferente, no inexplorada pero si dejada de lado, en un escrito experimental, casi metatexto por momentos, donde va rompiendo sus propias fronteras en un apocalipsis localizado, saltando adelante y atrás hasta atravesar el mismo telón, y que creo que va a provocar una percepción y significado diferente a cada consumidor, desarrollando sus propias teorías y conclusiones. Pero cuenta con mi aprobación, pues se sale de la zona de confort arriesgando, y eso siempre es un estímulo para el entregado lector. Se esboza aquí la vida del peculiar Chuck Krantz desde el final hasta el principio, y cómo su mera existencia afecta a su propio universo particular, pues todos contenemos multitudes.
En el tercero volvemos una vez más a Holly Gibney en «La sangre manda». Está claro que es un personaje al que el referente adora, y lo sitúa esta vez en un foco solitario, sin sus habituales secundarios, lo que a Holly le hace muy bien, pues se come las historias igual que se come la pantalla en las diferentes series que ha coprotagonizado (interpretada por la actriz que toque). La cantidad de matices que tiene esta mujer le otorgan un sinfín de posibilidades para situarla en diferentes contextos. Y aunque creo que parte de todos esos matices los ha ido perdiendo, pues son tantos y tan específicos o detallados que pueden dificultar la forma de contar la historia dando más lugar a su personalidad que a la misma trama, conserva su esencia natural y entrañable. Pues volvemos sobre Holly y su agencia de investigación tras la saga de Mr. Mercedes y tras El Visitante (sin spoiler), y lo hacemos con otro visitante, el cual tiene características que comparte con el anterior, y otras bien diferentes que lo convierten en un ser mucho más espeluznante y peligroso. La clave del texto está en la investigación en sí; cómo ella se cierne rebuscando los orígenes y raíces de este ser, tirando del hilo hasta el núcleo de la madeja y siendo esta criatura ajena a dichas pesquisas. Cómo desmontan y destripan pieza a pieza su pasado infinito, con testimonios terribles, hasta que elige Holly el confrontamiento. Es verdad que, como la narración es tan buena e interesante a la par que intensa, incluso a nivel didáctico, el final me ha dejado algo frío, en anticlímax (me pasó con El Visitante, cuesta acabar a estos seres teniendo en cuenta sus aptitudes, eso en caso de poder erradicarlos…). Aunque no me cabe duda que tanto Holly Gibney como los visitantes regresarán, y nos van a acompañar un tiempo largo, porque el autor está deseando explicarnos mucho más, hasta que podamos saberlo todo.
Y el último de los cuentos, «La rata», es quizá el más común de los relatos de King, su mundo, donde se siente más cómodo, pues se masca la tragedia desde el inicio; desastre, obsesión, perturbación, delirios, onirismo y alucinaciones, ruptura de la frontera ficción-realidad. Se siente que va arropando con una locura incipiente y progresiva capítulo a capítulo tanto al protagonista como al mismo lector. Y, por supuesto, ese protagonista es un escritor. Un escritor fallido que prácticamente ha sucumbido ante cada intento de novela que ha realizado, pese a ser valorado en el gremio del relato, por exceso de palabras. Tiene la cabeza tan llena de los términos, simbolismos o metáforas adecuadas que es incapaz de decidir cuál corresponde a cada parte, y ese bombardeo lingüístico mental le sobrepasa y tiene que dejar dichos manuscritos bordeando el abismo de la incordura. Hasta que cree encontrar la idea definitiva, una vez más, que le permitirá superar sus límites, abandonando a su familia abducido por la misma. Recluido en la aislada cabaña de ermitaño, sumergido en su creación fuera del mundo real. Allí, bajo inclementes condiciones e imposibilitado del retorno a la civilización debido a las mismas, estalla no solo esa tormenta que lo aprisiona por fuera, sino que se disocia de sí mismo para domeñar a una novela que, ahora sí, se revela contra él. Maravilloso.
Pues esto es lo que nos vamos a encontrar en esta recopilación de cuatro textos. Vemos muchas de las caras del genio de Maine. Y tras unos años donde yo creí atisbar que estaba variando un poco los contenidos que nos ofrecía, y que para mi gusto había perdido algo de excelencia, más por apetencia y preferencias personales que por calidad intrínseca, lo veo ahora resurgir cual ave Fénix sin que haya ninguna necesidad, pues sigue en lo más alto.
En resumen, una nueva colección del señor King que va de menos a más para cerrar el libro con un buen sabor de boca y la inquietud en el cuerpo. Aunque he de reconocer que, pese a retornar a lo clásico, resulta ahora mucho más benévolo con los desenlaces tanto para sus personajes como de cara al lector, ya no desvalido y desprevenido. Otra muesca al cinturón, otro tesoro a la colección. Tal que diría él: misma mierda, diferente día, solo que esta mierda vale la pena.
Pd: quiero más Visitantes. ¡Ya!
Román Sanz Mouta
Redactor
2 comentarios
Hace tiempo que me desconecté de King. Tengo sentimientos contrapuestos hacia él, bueno, hacia muchos de sus finales. Sin embargo, cuando leo artículos y reseñas como esta, siento que algún día me arrepentiré de todo lo que me estoy perdiendo.
Buenas David. Me pasó y me pasa, y no solo con King. Me cuesta que las obras estén a la altura de mis expectativas o de las mejores novelas del autor. Y en este caso, King ha tenido picos y valles, sobre todo por los cambios de género y la suavización de su tono. Además, no soy tan amigo de esos inicios donde introduce un montón de personajes con biografía y adn solo para que luego nos causen algún efecto al morir o padecer. Pero reconozco que con novelas como El Instituto he recuperado esa fe nunca perdida. Es cosa de elegir bien cuál de sus multipublicaciones atacas. Yo, por deformación profesional, le leo todo. Así que a tu disposición para comentarte la que te será más afín. Saludos!