Ritual Román XXXVIII: La balada de Tom el negro

por Román Sanz Mouta

Título: La balada de Tom el Negro

Autor: Victor Lavalle

Editorial: Alianza Runas

Nº páginas: 144

Género: Terror lovecraftiano

Precio: 15,30€

Charles Thomas Tester conoce la magia de un traje y la invisibilidad que puede dar la funda de una guitarra; sabe que la maldición escrita en su piel atrae la mirada de los blancos acomodados y sus policías. Se dedica a trapichear para comer, pero cuando entrega un libro a una enigmática hechicera en Queens, Tom abre la puerta a un ámbito mágico más profundo y despierta la atención de cosas que deberían haber seguido dormidas.

 

CRÓNICA DE LA AMENAZA QUE VIENE

Empiezo fuerte y duro: me ha impresionado la capacidad del autor para condesar una apasionante historia en una novela corta fuera de distracciones y fuegos de artificio. El mejor resultado con la mayor concreción.

Porque va al grano, no regala nada, no se adorna y, sin embargo, los personajes tienen la profundidad e historia que deben, con raíces afianzadas, empatía marcada y una evolución lo oscura que deben.

Además, mientras otros textos intentan atemorizarte con descripciones y descripciones banales, sobre todo en el caso el tan traído género lovecraftiano, aquí la sensación de amenaza embarga y embriaga, sin sutilidad; es tangible, densa, premonitoria. Casi puedes verlo a través del cristal, acercándose, al Rey Dormido. Y lo que supone su advenimiento. El Exterior es su sitio terrible, no debemos jugar con él.

La época y la atmósfera de opresión, donde cada barrio parece una ciudad del otro lado del mundo a la contigua, y se notan con daño las diferencias sociales, está mostrada con sutileza cruda. Los personajes se perfilan desnudando sus motivaciones de dentro a fuera, en especial con el protagonista, Tom, que evoluciona de manera absoluta víctima de tejemanejes ajenos, hasta que consigue tomar un relativo control de su nueva realidad. El villano, o en este caso “el soñador”, que quiere llevarnos a esa nueva realidad con el Rey Dormido, que nos traerá a todos la paz e igualdad de la muerte. Los sujetos de la ley, traidores y malintencionados, aunque se desbrozan en capas como una cebolla. Ese padre melómano, una inspiración, un ejemplo de optimismo y sabiduría en una vida dura. Y solo me faltó por saber más de la intrigante Ma Att, aunque todo eso que no nos cuentan y nos sugieren es alimento feroz para crecer salvaje en el limbo de la imaginación del lector.

Los sucesos que narra: esa página prohibida, ese combate por estar del lado derecho o izquierdo de númenes tan improbables como inevitables, el traspasar el velo de la frontera del umbral que nos permite ver más allá de nuestros menguados y censurados sentidos. La ambición también es ceguera. Y las personas, nunca una igual a otra, son imprevisibles, como demuestra un Charles Thomas Tester quien siempre actúa de acuerdo con su conciencia, a la que consiguen anegar de odio vengativo para llevarnos al desenlace de una explosividad intimista. El mal mayor. Cerrando después los círculos de las tramas. E intuyendo una historia mucho más larga que quizá algún día nos sea revelada.

Mientras otras obras toman el nombre de Lovecraft en vano con sucedáneos mansos aquí, con otro estilo y medios, destila su esencia, su incertidumbre, su impotencia ante entidades mayores, esa amenaza tangible apenas abramos los ojos. Y los premios terribles que aguardan a quien atreve a desafiarlos y arriesgar. Contada por alguien conocedor que ha experimentado esos miedos y los ha asimilado como propios. Además, en tiempo donde se toca y extrapolan los extremos yendo del minimalismo de Twitter a los tochos interminables, en esta novela corta tenemos más contenido y valor que en la mayoría. Y es que el terror siempre estuvo aquí: ayer, mañana y hoy.

Para acólitos y para lectores en general, que disfrutarán de buena literatura con La Balada de Tom el Negro, de Victor Lavalle. Que suene la música.

 

Pd: de ser yo testigo del Exterior, no tengo claro que pudiera evitar lo mismo y mucho más que el protagonista. Sigo sintiendo la llamada…

Pd2: siempre me ha resultado seductora la silueta de hombre o mujer perdiéndose o surgiendo desde el horizonte con la funda de una guitarra…

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