Título: Trol
Autor: Luis Pérez Ochando
Editorial: El Transbordador
Nº de páginas: 173
Género: Fantasía oscura, terror
Precio: 15€ / 3,90€ (digital)
Irene esperaba la llegada de su nuevo hermano al pie de la escalera. Aquella mañana se había puesto su vestido favorito, el de flores sobre la nieve, y ella misma se había hecho una trenza de princesa. Cansada por la espera, se sentó en el primer escalón. En cuanto oyera el coche de papá, se levantaría y pondría su sonrisa más encantadora. Alisó los pliegues de su falda, acariciando los capullos de rosa, y después jugueteó con la punta de la trenza y enjugó con ella la gota de sudor que resbalaba por su sien.
Esas son las primeras líneas de Trol, primera novela de Luis Pérez Ochando. En ellas se destila toda la esencia de la historia que está por venir, consistente en una fábula de tintes extraños y ambiguos. La aparición de esa gota de sudor anticipa la irrupción de lo inquietante en lo cotidiano. Y lo cotidiano, en este caso, viene representado por la llegada de un hermano pequeño a la vida de Irene, una niña a través de cuyos ojos seremos testigos de cómo ese hermanito no es un bebé sino un trol.
Bajo tal premisa, Luis Pérez Ochando nos traslada a una mirada infantil que radiografía una realidad perturbadora que no termina de desvelarse del todo. El choque brutal viene dado por la naturalidad con que Irene se enfrenta a lo que tiene alrededor, dejando detalles que, si permanecemos atentos, dibujan un mundo plagado de incongruencias. Ello nos obliga a determinar la veracidad de lo que se narra ateniéndonos a parámetros que se mueven en diferentes capas. Así, se nos proporcionan sugerencias perversas, que podrían apuntar a territorios tan sombríos como la enfermedad mental o el abuso. O tal vez no, depende del ángulo en que giremos nuestra cabeza al leer.
También se deja entrever el trauma que supone dejar atrás la infancia para adentrarse en los misterios de la edad adulta. El autor sabe trasponer la mirada inocente y atisbar, en determinados momentos, el componente de tristeza que conlleva abandonar la vida sencilla y despreocupada de un niño, y la rotura con una existencia sin normas. Este recurso disruptivo aparece ante nosotros en una serie de pasajes cargados de una fuerte connotación onírica o imaginativa, casi poética, que de nuevo vuelve a colisionar con la concepción “normalizada” del mundo. En otras palabras, el contraste entre forma y contenido resulta en una lectura estimulante que nos empuja a mirar más allá de lo evidente.
Trol habita los mismos lugares que esa maravilla de cómic llamado Preciosa Oscuridad, llevándonos de viaje a algunos rincones recónditos de nuestra mente. Todo asemeja normalidad, pero solo en apariencia. Bajo las capas de cotidianidad laten pulsos que obedecen a un ritmo al que no estamos acostumbrados. Y bajo el aspecto de fábula infantil se estira con despreocupación un importante mensaje disparado a nuestro subconsciente: la realidad puede cambiar, en cualquier momento, ante nuestros propios ojos. La correspondencia con nuestro mundo existe, pero Luis Pérez Ochando inventa una serie de reglas diferentes —o tal vez no—, para interpretar lo que ven los ojos de Irene, la niña protagonista. Así, la ambigüedad que reina en las páginas de esta novela permite que un niño pueda ser, al mismo tiempo, un bebé, un monstruo, una mascota o una invención.
Siempre resulta fascinante, para el lector curioso, encontrar una subversión de la mirada infantil. Trol lo consigue con un estilo especial, perteneciendo a ese tipo de obras que hurga en algunos mecanismos diminutos de nuestro interior. Tan diminutos que no solemos reparar en ellos. Pero están ahí, y gracias a novelas como esta conseguimos engrasarlos. Sensacional.
José Luis Pascual
Administrador