Ritual Román 68: Bohemios del valle de Sesqua

por Román Sanz Mouta

Título: Bohemios del valle de Sesqua

Autor: W.H. Pugmire

Editorial: La biblioteca de Carfax

Nº páginas: 260

Género: Horror cósmico, bohemio, onírico y lovecraftiano

Precio: 20,50€

Bohemios del valle de Sesqua nos traslada al valle secreto a los pies de los picos gemelos del monte Selta. A lo largo de los seis relatos que lo componen descubriremos a los personajes que pueblan la ciudad de Sesqua y a los ingenuos mortales que son atraídos por el canto de sirena del propio valle.

 

CRÓNICA

Con Bohemios del valle de Sesqua, el autor W.H. Pugmire crea una nueva localización para la mitología lovecraftiana, mas onírica, etérea y lisérgica que la del maestro original. Que, aun manteniendo la ominosidad, se muestra de manera moderna, y añade su propia cosmogonía, como los habitantes del valle y sus formas u ojos de plata, menos cerrada y más receptiva a los visitantes, con influencias e intereses que desbordan la lógica excepto para aquello que allí mora por lo evos de los evos. Y lo vemos a través de los forasteros, curiosas e inquietas mentes que reciben una señal, una llamada. Con varias marcas de estilo como el amor, nefasto y nefando quizá, pero amor puro, noble, sincero. Amor por lo que no conoces y ansías. Todos estos cuentos dejan un poso de atemporalidad, pues no podemos adivinar cuándo y cómo suceden los eventos en Sesqua. Solo que ocurre, ocurrió y seguirá ocurriendo. Hasta el final de los tiempos, que probablemente allí se designe. ¿Desvarío? Vamos con los relatos en sí.

 

In memoriam: este primer micro ya es una declaración de intenciones terrible sobre la lírica ominosa que marca todo el texto, y sobre la que tan bien me han prevenido conociendo mis gustos.

Una carta sin voltear: ya en el cuento iniciático, asistimos a una investigación dentro de otra investigación siguiendo el rastro de pesquisas antiguas. Un ilustrador, Stanley. que dibuja reproducciones de las más extrañas barajas del tarot, llega al valle de Sesqua persiguiendo una baraja mística, de la que se cuentan cosas tan terribles como preclaras. Allí, dentro de un ambiente de afable pesadilla, se suceden los acontecimientos. Mientras él se ve preso de la obsesión por reproducir cada carta al detalle. Así se traslada y se transforma escapando a la naturaleza para llenar de aire fresco su frenesí, y se encuentra con sucesos incognoscibles, a los que regala normalidad ya imbuido del mismo valle y sumido en su lisergia oscura. Los encuentros nos dirigen al maquiavélico desenlace.

Un éxtasis de miedo: en el segundo texto, una escritora visita el misterioso valle, cambiando esa visita su percepción de la realidad en su vuelta a Providence. Ha vislumbrando cosa antiguas, arcaicas, primigenias en cada recodo y cada rincón. Con la sensación de algo que la persigue (y a nosotres); algo que no ves, algo que no sabes o no puedes recordar. Eso en el presente; antes Sarah acudió a Sesqua por petición de un viejo amigo poeta, que quiere mostrarle su evolución y revolución, lo que ha supuesto para su arte la mudanza al valle. Siempre con esos seres de ojos de plata rondando, participando de las diferentes historias, dueños y herederos de Sesqua.

Lugares impíos: En esta sucesión de cuentos cortos relacionados con Providence, con Innsmouth, con Dunwich, lo que se denota es adoración por el maestro Lovecraft dentro del estilo propio. Y hablan del sacrificio, de lo que eres capaz de entregar cuando quieres traer de vuelta algo situado más allá. Necesitando que la conciencia cobre pleno sentido y no estemos envueltos en la mentira de la carne, del presente, de la cotidianidad. Siempre mirando más lejos. Variadas entidades de los mitos están representadas en sinfonía sonora, poética. Porque lo desconocido genera deseo, lujuria y anhelo. El contacto de la piel para transmitir la creencia. El roce de unos labios. El derramar de una gota de sangre que cae hasta el paladar. Fundirse y compartir los ojos, la mirada, lo que veremos juntos tras el velo. Eso y más, horrores dulces, finales que nunca son un final, nos lo ofrecen la panoplia de micros que sostienen el ecuador del manuscrito, todos ellos enlazados, trenzados, llenos de conexiones y vínculos entre personajes, momentos y esencias. Que acaban por conformar un todo.

El esplendor de la cabra: una estudiante de demonología, quien ha acudido al valle para llegar al culmen de sus investigaciones, es tutelada por Simon, la Bestia, el líder y constante invariable de Sesqua; alpha y omega. Descubre Monique la montaña prohibida, Selta, donde nadie debiera hollar ni posar sus pies, mucho menos los oriundos. Y se sitúa allí un busto, tan dantesco como magnífico, que la llena de obsesión. La Cabra Negra de los Bosques con Mil Cabritos. Siguiendo el fino hilo de la efigie llega hasta la historia de los artistas del valle, debe elegir su destino, con nosotres cual testigos anonadados. La relación de Monique con Simon y el aprendizaje de esta determinan la conclusión del relato, lleno de envidiable y lozana lujuria. 

La búsqueda de un sueño: ya el título deja claro al protagonista, Jonas, quien anhela el onírico. Y contemplamos cómo el valle, aparte de sus dimensiones, planos y canales, también es un portal hacia las tierras del sueño. Este poético personaje, enamorado de cierta literatura, no deja de buscar el umbral, ya con Simón ausente. Sus pesquisas le ayudarán a flotar allende la conciencia. Otro forastero que viene a buscar algo a Sesqua para llenar sus vacíos, pues necesitan estos visitantes algo a lo que ni tan siquiera pueden ponerle nombre. Mientras, los innatos del valle deciden si observar o intervenir en esos rituales de iniciación, de comienzo de viaje.   

El extraño oscuro: April, una joven que creció entre extraños volúmenes de la librería de su abuelo junto con las místicas historias que este le susurraba, hereda ese mismo negocio. Cuando encuentra el diario del abu mencionando el valle y los libros que interesan a sus moradores, no puede evitar acudir para desentrañar aquello que el abuelo no le había contado, sintiendo rechazo de la misma Sesqua en su llegada. A partir de aquí, en tercera persona, el extraño, el oscuro, el hombre negro en advenimiento. ¿Para qué ha venido? Los habitantes del Sesqua deben implicarse. La conclusión de este texto y la obra, estremecedor, brutal, soberbio.

 

Como resumen y sensaciones ignotas: la definición para la literatura de Pugmire pudiere ser «terriblemente sugerente y arrebatadora en lo oscuro». Imagino el valle envuelto en bruma, con esas criaturas de óculos de plata, seres animalescos descendientes de diversos tótems, los verdaderos nativos del valle, quienes llevan allí a saber cuántas eternidades (pasando sus anatomías casi de soslayo porque, como ya dije, no les resultan extraños a ningún visitante de Sesqua). Una niebla que todo lo cambia, que te transforma al cruzar su cortina. El valle y la montaña que temen y reverencian. Con predominancia del caos reptante, Nyarlahothep. El narrador en primera persona es un aventurero de ojos múltiples, mientras que el de la tercera persona aprovecha para ofrecernos la cosmogonía y claves del valle, parte de su historia conocida, sus secretos apenas atisbados, su población y fauna. ¿Y quiénes acuden al valle? Los que se pierden para encontrase, los que son allí convocados, que no invocados; artistas, curiosos, soñadores… Tú y yo, querido lector(a). ¿Quiénes son los moradores de Sesqua y cuál es su relación para con los dioses exteriores? Consigue tu propia respuesta.

En este volumen, más que en ningún otro, la muerte es solo el principio, y se llega a ella con gélida ternura, a través de una promesa susurrada, sugerente y rebelde. Y con un lenguaje musical, lírica y cuasi poesía de hermosa y siniestra cadencia, que nos envuelve (destacar, dentro de esta prosa, la magnífica traslación de Érica Couto-Ferreira, quien tendrá que desvelar sus códigos para trasladarnos a la magia de las palabras de Pugmire), nos subyuga, te atrae irremisible, hipnótico, igual que los dementes, las visionarias, los locos o las soñadoras son seducidos por el mismo valle de Sesqua.

Todavía oigo las flautas, los caramillos, las zampoñas… y creo que su música nunca se irá. Todo lo contrario, me llaman, despiertan algo interno, primigenio, extraterrestre… Venid a escucharlas conmigo…

 

Pd: apetece escribir sobre este escenario. Añadir algo a su panteón. Disfrutar de la sombra de su montaña. Lo haré, inspirado y como homenaje a este W.H. Pugmire, ya partícipe del círculo lovecraftiano. 

Pd II: ya tengo otro destino para la inquieta mente que necesita desentrañar lo desconocido, encontrar lugares prohibidos e inexistentes. Sueño con el valle, y eso es preludio del comienzo del viaje.

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