Título: Los que murieron te saludan
Autor: Hernán Migoya
Editorial: Dilatando Mentes
Nº de páginas: 454
Género: Terror, aventuras
Precio: 18€
La solidez del hierro, aunque absurda concebida como proyectil contra la presunta incorporeidad de un alma rediviva, le suministraba la seguridad tangible que al hombre primitivo garantizaba la llama de la hoguera contra las tinieblas. Al aparecido que se le pusiera tonto, o tonta como parecía ser el caso, un buen zurriagazo y tentetiesa.
A veces no resulta nada sencillo encasillar en un género, o en una especialidad concreta, a ciertos contenidos. Los que murieron te saludan, novela de Hernán Migoya publicada en el ya lejano año 2017 por Dilatando Mentes, es un buen ejemplo de ello. En conjunto, no puede decirse que estemos ante un relato de terror. Pero sin duda contiene tramos y elementos que se adhieren claramente al género, amén de unas cuantas escenas genuinamente sórdidas por su crudeza pese al particular tratamiento que el autor hace de ellas, logrando que resulten suficientemente naturales gracias al uso del lenguaje y a un cínico humor negro.
La novela comienza casi como una historia gótica de fantasmas, basando su originalidad en dos elementos: primero, la elección del decorado, ya que Migoya nos traslada a un remoto pueblo piurano en el corazón de Perú, alejado de lo habitual tanto en su situación geográfica como en su utilización dentro del género. Segundo, una excusa para plantear la trama que me parece bastante acertada. El personaje principal, Jonas Byrne, es un “negro literario” que emplea sus dotes de escritor para acrecentar la producción literaria de un afamado autor de libros de terror, Stefan Gött. Para su siguiente obra, la editorial para la que trabaja envía a Jonas a Sóndor, un apartadísimo y vetusto pueblo peruano de difícil acceso donde el escritor se personará para investigar los supuestos fenómenos paranormales que acaecen en una vieja casa de piedra del pueblo. Asistimos durante la primera mitad del relato a una serie de situaciones que no se escapan demasiado de los tropos de cualquier cuento de espectros, con una muy correcta construcción de atmósfera que puede, por qué no, llegar a causar cierta inquietud en el lector.
Pero justo cuando alcanzamos el ecuador de la novela, Hernán Migoya pega un sorprendente volantazo que convierte la historia en algo muy diferente, tanto en su fondo como en su forma. Pasamos de un relato de terror original pero clásico al mismo tiempo, a una extraña narración que mezcla elementos del cine crudo de Sam Peckinpah con situaciones difíciles de catalogar dentro de un género, tendiendo tal vez a un relato adulto de aventuras y violencia. Todo ello engalanado con un lenguaje incisivo y revirado que, personalmente, me hizo mucha gracia. Casi da la sensación de que la segunda parte del libro haya sido escrita por otra persona, tal es el cambio de tono y estilo. Me da en la nariz que probablemente esto no sea más que un juego metaliterario en el que Migoya emula a sus personajes, encarnando a Stefan Gött en una mitad y a Jonas Byrne, su “negro”, en la otra. El autor impregna todo el relato con un peculiar sentido del humor, a menudo con una profusa utilización de terminología localista, y otras veces dirigiéndose directamente al lector. En este sentido, es remarcable la habilidad de Migoya para jugar con la sonoridad de las palabras, cosa que ilustro con el siguiente ejemplo:
«Su figura era un dechado de chulería, un derroche de chocolate con chorritos de achicoria en sus arrugas bifurcadas».
Frases de este tipo abundan en la segunda mitad del libro. Tal vez en ello reside lo mejor y lo peor de Los que murieron te saludan, ya que es cierto que en algunos tramos las descripciones pueden resultar demasiado derivativas.
La ambientación me parece una de las grandes virtudes de la novela, ya que no debe ser fácil trasladar al lector a lugares tan distantes como los que transita la trama, pero sin duda Hernán Migoya logra que pongamos el pie en tales emplazamientos (todos absolutamente reales, por cierto) con descripciones detalladas. Igualmente, el mencionado uso de palabras peruanas puede llegar a chocar de primeras, pero a la vez ayudan a una mejor inmersión en el lugar. Otro de los aciertos es el acercamiento que hace la novela a un folclore preincaico poco conocido y apenas tratado en obras de ficción.
Como siempre sucede al hablar de una obra publicada por Dilatando Mentes, no nos queda más que alabar el trabajo que hay detrás de cada edición, y «Los que murieron te saludan» no es una excepción. A modo de contenido adicional, tenemos un prólogo firmado por Jesús Palacios, un enlace a una lista de músicas que el autor considera idóneas para acompañar la lectura, una serie de ilustraciones realizadas por Daniel Medina Ramos y unos “apuntes de viaje” consistentes en fotografías que ilustran lugares y objetos mencionados en la novela. Como podéis comprobar, no falta de nada.
Sin duda, Los que murieron te saludan representa una buena pieza de toque para la literatura de género ofrecida por editoriales alternativas. Su calidad es innegable, aunque es de justicia señalar que algún lector pueda sentirse desconcertado ante su bifurcada propuesta. Por cierto, acabaré comentando otro de los puntos favorables de la novela, que es su sorprendente resolución, ofreciendo una situación de esas que pillan desprevenido al lector por lo inesperado, y que contribuye a dejamos un buen sabor de boca.
José Luis Pascual
Administrador