Ritual Román 90: Billy Summers

por Román Sanz Mouta

Título: Billy Summers

Autor: Stephen King

Editorial: Plaza & Janés

Traductor: Carlos Milla Soler

Nº páginas: 648

Género: Thriller

Precio: 23,65€ / 10,44€ (digital)

Billy Summers es un asesino a sueldo y el mejor en lo suyo, pero tiene una norma: solo acepta un encargo si su objetivo es realmente mala persona. Ahora Billy quiere dejarlo, pero todavía le queda un último golpe. Y siendo uno de los mejores francotiradores del mundo, un veterano condecorado de la guerra de Irak, un auténtico Houdini cuando toca desaparecer después de finiquitar un trabajo, ¿qué podría salirle mal?

 

RITUAL

Un asesino.

Ultimo trabajo antes de retirarse.

Con espera, de largo plazo, sin fecha fija. Se integra en la comunidad que le toca, con vecinos, con compañeros de trabajo tras su tapadera de escritor en el edificio desde el que se realizará el disparo. Empieza ese cambio de vida, la mutación a quien en realidad es. No tan tonto y dócil como sus empleadores creen y les ha hecho creer.  

Un soldado retirado. Un asesino con principios. Un francotirador condecorado. Un erudito en la sombra.

Crea un entorno hasta el momento del asesinato, una cuasi familia (eso queda a medias en la novela. Inevitable, pero…).

La espera supone la primera parte del manuscrito.

El trabajo, el olor a traición, la novela que ha comenzado a redactar como nuevo leitmotiv, la necesidad de sacar su voz, de atisbar su pasado completo, quizá en desahogo.

La huida posterior al disparo renegando del plan de fuga ofrecido. El escondite. La confirmación de dicha traición y el precio a su cabeza. La irrupción involuntaria de la chica. La nueva vida. Las emociones. Hasta aquí el segundo acto.  

En el tercero y definitivo, se ponen en movimiento para la venganza, la explicación, la expiación.

Con Billy Summers tenemos tres novelas en una:

La del asesino profesional, un hombre perfeccionista, actor de método, infalible, que se interpreta a sí mismo lejos de su verdadera personalidad y conocimientos.

La del aquel que, tras el papel impostado, se embarca en un sueño improbable, escribir su novela auspiciado por la tapadera proporcionada. Aquella que cuenta su propia historia: la guerra, los horrores, los compañeros, las pérdidas, las secuelas. Donde aprendió todo sobre matar y mucho sobre morir. Con una voz y estilo propios que va desarrollando (¿literatura dentro de la literatura es metaliteratura? Me expliqué mal).

La del mentor y protector. Y debo comentar que esta parte me parecía intrusa en la novela, forzada, cortando el ritmo y argumento. Pero que, sin embargo, se transforma en hilo conductor gracias al poder del personaje introducido. En motor. Alice; violentada, desechada, recogida por Billy. Desprende una ternura tremenda, aunque nos provoque desconfianza por cientos de razones.

Pero volvamos a la trama principal. El asesino, que cumple su último trabajo (siempre es el penúltimo, no aprendemos…). Que lo ejecuta bajo unas condiciones inusuales, teniendo que establecerse y esperar meses por la víctima. Que establece vínculos con quienes le rodean. Para al fin actuar. Y, sospechando de traición, desaparecer solo. Una traición que se confirma. Una cabeza que ahora tiene precio, la suya. Se esconde. Llega Alice. Rompe su patrón de cambio de identidad, escondite, fuga, resolución. La novela continúa en un rumbo nuevo bidireccional, el curso que tenemos entre manos y la senda que nos narra el propio Billy desde su pretérito. Un Billy que no piensa dejar que las cosas queden como están. Exige respuestas. Quiere su dinero, su justo pago por encargo. Demanda justicia o venganza para Alice. Porque Billy ya no es uno, se ha convertido en dúo.

Billy carga con ser perseguido cuando siempre salió impoluto, con terminar el manuscrito, con Alice y sus sentimientos. Mucha carga que necesita aliviar, de a poco, de a raudo. Billy, que tiene un fondo sin fondo. Lo acabaremos por conocer muy bien. Estable, cerebro afilado, raudo en decisiones, aunque estas lo sobrepasen.

Estamos ante una narración costumbrista del maestro King, alejado de lo sobrenatural, y ahora veremos por qué. Ahondando en este personaje que nos cuenta todo en su peculiar primera persona, un pozo de sinceridad. Metido en el mundo del crimen, con una premisa por bandera: solo matar a tipos malos, tipos que se lo merecen. Y cree poder hacer tales distinciones tras sus tiempos en la guerra. Eso le dicta su conducta. Pero la realidad siempre acaba por imponerse, pues entre delincuentes hay poco honor y muchos cuchillos por la espalda o balas silenciosas cuando el dinero impera. Por eso traicionan a Billy, dentro de un complot que abarca cotas insospechables en altas esferas.

Pero vayamos al meollo, ¿por qué no horror? Apenas nos permite Sai King esbozar la visión del Hotel Overlook en la distancia, junto a la aparición de uno de sus cuadros inquietos y fugados. Pues por una razón simple: Stephen King cambia el registro porque, probablemente (adivino no soy), ha considerado que el mal llamado genero del terror distraería de los temas principales: los horrores de la guerra, lo infausto de una violación, las relaciones entre personas traumatizadas y castigadas allende las edades, los vínculos que se forjan. Esto se nos muestra, solo que quizá peque la historia más por demasiado convencional que no por la falta de susto o monstruos (monstruos hay, humanos, pero los hay). Albergo la sensación, pese a la buena y reconocible pluma, que hemos leído cosas parecidas, quizá no tan íntimas, quizá no tan bien desarrolladas, pero sí similares. Sin dejar de lado que echamos de menos los giros fantásticos (aquí el realismo nos aplasta), y que los virajes propios de la obra nos pueden chocar debido a la imposición (algo forzada), sobre todo sin ser expertos en según qué temas. Cada cual saque sus conclusiones.

El final de Billy Summers, como siempre, se prodiga en sensibilidad, para bien, y acaba como un canto de amor a escritores y escritoras, a lectores, a la misma literatura. Y también, como siempre, la novela se lee rauda, los personajes están magníficamente definidos, las ambientaciones cambian y se muestran abiertas o claustrofóbicas según toque, y los cambios de tiempo, pasado-presente, se sienten, sobre todo en la guerra, en esas ciudades devastadas de niños-soldado (puede que mis fragmentos favoritos). Lo ambiguo del protagonista, defendiendo ese cargarse a tipos malos, siendo él mismo un tipo malo, es parte de la premisa. Un nivel de manuscrito disfrutable, pero lejos del culmen que suele ofrecernos Stephen, como podría ser Mr Mercedes, por referir obras similares. No diré que no la he saboreado, que lo hice, pero a la vez siempre espero lo mejor de mis autores favoritos, quedándose algo lejos de las expectativas. Puede que por el buenismo inherente (para tratarse de una novela sobre asesinos, guerras y violaciones, claro). Pero, ¿qué sabré yo?

A la lectora y lector constante no creo que le decepcione, todo lo contrario. Al neófito, le recomendaría otra obra. Y para aquellos y aquellas que piensan que King es un escritor de pastiche de terror, que la compren y la lean con mimo para salir de su error. He dicho.

 

Pd: intuyo que el personaje de Alice volverá a las páginas del Rey (mucho menos que nuestra querida Holly Gibney, por supuesto).

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