Título: Dragman
Guion y dibujo: Steven Appleby
Editorial: Astiberri
Nº de páginas: 336
Precio: 28 €
He aquí una obra honesta. Nos llenamos la boca con palabras como inclusión, respeto, aceptación o naturalidad, pero a menudo la representación de temáticas de índole identitaria gira hacia la vía forzada, rompiendo la credibilidad de la historia por intenciones tan respetables como mal implementadas. Dragman debiera ser el faro para todo el que quiera mostrar indiosincrasias difíciles, al construir una perfecta mezcolanza entre vida real y ficción que alimenta el relato interno con una coherencia y, sobre todo, un fondo, inmensos.
Steven Appleby lleva toda su vida creando tiras cómicas en las que, a menudo, traslada su propia experiencia como travesti. Porque, sí, Steven Appleby también lleva toda su vida vistiéndose con ropa de mujer. Dragman es su primera obra larga, y en ella el autor (o autora, ya que Appleby se define tanto hombre como mujer) vuelca algunos capítulos de su vida y los inmiscuye en una trama superheroica que va mucho más allá de lo que pueda parecer. La historia sigue a Dragman, un hombre que adquiere superpoderes cuando viste ropa de mujer. Pese a su intención de pasar desapercibido, una de sus acciones le hace acceder al mundillo interno de los superhéroes.
Varias cosas destacan en esta curiosa obra. La primera es lo bien que Appleby elige la metáfora que conforma la premisa, integrándola perfectamente dentro de la narrativa del cómic. Es muy significativa la manera de contar del autor, quien introduce el segundo plano de forma tan intuitiva que cualquiera podrá vislumbrarlo sin dificultad. Las dudas del personaje principal, continuamente extraidas del propio periplo vital del autor, están tratadas con una empatía maravillosa, tal que cualquier persona, cercana o ajena a la dualidad del personaje, podrá identificarse con él. Es lo que tantas y tantas obras intentan con ahínco y pocas logran: la plena naturalidad.
Por otro lado, la trama bebe y mucho de obras clásicas del género superheroico, transitando una fina línea que admite la parodia —se deja vislumbrar el bagaje del autor en cuanto a tiras cómicas— y el homenaje serio. De hecho, se podría considerar como dramático el tono principal, con un referente oculto que sorprenderá a muchos: el Watchmen de Alan Moore. Aunque pudiera parecer lo contrario, el tema de la identidad solo es uno más de los muchos que toca este cómic.
Y es que Dragman despliega un microuniverso fascinante. Por un lado, se habla continuamente del alma humana, tanto que el leit motiv de la trama es su descubrimiento y pérdida, ya que los ciudadanos son animados a vender su alma a cambio de dinero. Esto ya aporta un trasfondo de ciencia ficción y filosofía muy enriquecedor, aunque en ningún momento se utiliza de forma densa. Junto a esto, se construye una historia de conspiración y crítica a los poderes ocultos de la sociedad, y es aquí donde la inmortal obra de Moore sale a colación. La propia galería de personajes y las distintas relaciones que se instalan entre ellos parece inspirada en los vigilantes que el de Northampton grabó a fuego en nuestras mentes lectoras.
Mucho menos grave es el tono, eso sí. A ello ayuda el estilo caricaturesco de dibujo de Appleby, que pese a imitar la simplicidad de trazo de las tiras de prensa, logra alcanzar un fantástico nivel de detalle en muchas de sus ilustraciones. Especialmente disfrutables son las dobles páginas que abundan en el volumen, en las que el color parece cobrar vida y dotar de una tridimensionalidad inédita a los personajes y decorados. No es Dragman una obra épica a nivel visual, pero sin duda su particular estilo quedará en nuestras retinas.
Quizá la propia extensión de la obra juega en su contra, ya que hay algunos momentos que podrían haberse eliminado para dotar de un mayor dinamismo a la narrativa, pero en general estamos ante un cómic muy agradecido y muy orgánico en su planteamiento. La continua alternancia entre dos líneas temporales —presente y pasado— también contribuye a las buenas sensaciones.
Son destacables los inicios de capítulo en los que el autor nos regala textos netamente literarios que dan muestra de su calidad como escritor. Ahí es donde aparece el Appleby más íntimo, ofreciendo indicios de que bien podría novelar esta historia y llevarla a un nuevo nivel. En cuanto a la novela gráfica en sí, Dragman es importante porque puede hacerte pensar, ya que plantea temas que quizá no has contemplado nunca. Pero lo hace de un modo tan espontáneo y con falta de artificios que su lectura resulta una delicia. Honestidad es la palabra.
José Luis Pascual
Administrador