Guardo un recuerdo lejano, muy lejano, de una serie de TV en la que un niño de rostro algo inquietante recibía mensajes telepáticos de una inteligencia extraterrestre (o algo parecido, ya digo que el recuerdo es muy difuso en mi memoria). Es una de esas imágenes que se quedaron archivadas en una parte de mi cerebro como algo que, aun siendo un niño de corta edad, ya vislumbraba como extraño y casi cercano al terror de un modo poco habitual. Cuando Alianza anunció la reedición de Chocky, el título volvió a traer a mi mente aquella vieja producción televisiva. La cabecera de la serie, vista hoy, conserva un halo bastante perturbador.

El caso es que el autor de aquella premisa no era otro que John Wyndham, autor británico que, si bien es conocido dentro de los círculos de la ciencia ficción clásica, no es un nombre tan reivindicado como otros cuando hablamos del género, a pesar de haber creado novelas tan destacadas como El día de los Trífidos o Las crisálidas. Esa querencia por la vertiente tradicional de la ciencia ficción se rompe de algún modo con Chocky, obra en la que el autor inicia, quizá sin proponérselo, un trasvase del explotado concepto clásico de la invasión hacia un tratamiento mucho más moderno y personal. 

La trama presenta a Matthew, un niño de apenas once años, que desde el mismo inicio de la novela comienza a manifestar comportamientos extraños. En muchas ocasiones, su padre —que hace las veces de narrador— le observa manteniendo conversaciones sin que haya nadie alrededor. Lo que se achaca en un principio como el típico amigo imaginario va poco a poco causando un mayor estupor dado lo avanzado e incomprensible de las ideas que expresa el niño. 

Estamos ante un título que hace virtud de la ciencia ficción como exploradora del comportamiento humano. Durante su desarrollo, asistimos no solo a la lucha del pequeño Matthew por comprender las ideas que Chocky mete en su cabeza, sino a los distintos métodos que los adultos emplean para explicar lo que está sucediendo. El enfrentamiento entre fe y ciencia se muestra de manera explícita, así como diferentes modos de educación infantil. Por eso se ve tan actual esta obra, por ese componente de cómo debemos educar y tratar a nuestros hijos. 

Aunque en algunos aspectos la novela puede acusar el paso del tiempo —el tratamiento del personaje de la madre es un tanto simple, claro reflejo de su época—, sorprende, como digo, la actualidad que rezuman algunos de sus planteamientos. Pues no solo se nos lanzan conceptos filosóficos que, más de cincuenta y cinco años después, siguen obligándonos a reflexionar, sino que Wyndham habla abiertamente de la identidad sexual o de los límites de la inteligencia. Sirviéndose de una idea muy poderosa, representada en la entidad llamaba Chocky, Wyndham se permite deslizar muchas cuestiones de un modo original.
Si lo pensamos bien, el autor encontró aquí una mina, uno de esos conceptos por los que muchos escritores matarían. Eso ya hace de Chocky una novela imprescindible.

Wyndham incluso desliza sutilmente el tema de la depresión infantil y del suicidio, pero lo hace con tal elegancia que puede pasar desapercibido. Igualmente, se nos habla de otros temas menos explorados y que entroncan directamente con la rama científica: ¿Cómo y de dónde nace la creatividad? ¿Es la percepción humana más completa que la de otros seres vivos? Conceptos poco aprensibles pero, que nadie se asuste, tratados en la novela de un modo superficial aunque estimulante a lo largo de su corta extensión.

Quizá se le pueda achacar el pasar muy de refilón por algunos de los temas, pero resulta comprensible —y creíble– que, al utilizar a un niño como voz, las explicaciones sean algo someras. Tenemos aquí un buen ejemplo de la ciencia ficción imaginativa que se aleja de la típica space opera al abordar conceptos mucho más humanos. Podría considerarse esta novela como uno de esos saltos evolutivos que marcan el paso de la literatura de invasión exterior al concepto de intrusión interna o personal, mucho más acorde a nuestros tiempos. En este sentido, podemos afirmar sin miedo que son títulos como Chocky los que alumbraron obras posteriores e influyeron definitivamente en la ciencia ficción contemporánea.