Introducción
Nos hemos inventado un sitio donde estar. Se trata de un faro en alta mar, simple. Las olas son tan grandes que se comen el edificio fálico y lo convierten todo en una gran corrida espumosa. Dentro nos dejamos absorber por la tormenta. Tenemos una vieja mesa de madera, dos sillas, una botella de Martini para Lorena Escobar y una botella de Jack Daniel’s para mí. No estoy asustado porque la conozco, somos amigos, y eso me da ciertas licencias a la hora de hacer preguntas. El motivo de nuestra reunión, aparte de vernos y compartir un rato, está centrado en Cuentos de la mar, una obra que va más allá de lo que podéis pensar.
El ataque de las sirenas lorenizadas: la entrevista
Quizás, de todo lo que he publicado hasta ahora como editor, este pequeño recopilatorio de poemas o de prosa lírica, o como lo queramos llamar, es lo más visceral, salvaje e hiriente que he leído, ¿cómo describirías tu obra?
Ya lo has hecho tú por mí. Visceral, salvaje e hiriente. Justo así. Atravieso una época muy jodida, con varias pérdidas personales muy desgarradoras, y esto ha dado pie a una etapa de autolesiones físicas y psíquicas muy puta. ¿Que cómo describiría Cuentos de la mar? Como un vómito. Es la sangre de cada herida que me hago con el cuchillo, es bilis, es insomnio y entrañas abiertas. Las tripas al aire para que la gente hurgue. No, no son cuentos bonitos que leer a la orilla del mar. Es el dolor del parto. Sin anestesia.
Supongo que tus últimas vivencias, para bien o para mal, incluyendo las buenas y las malas, las caricias y los golpes, son las que te han empujado a escribir todo esto, ¿te quieres abrir en canal y ahogarnos con tu sangre? ¿Quieres que aprendamos algo? Te damos igual todos, ¿verdad?
Ja, ja, ja. No, no me dais igual y ese es exactamente mi mayor problema. Me preocupo por todos, menos por mí. Un clásico de los estados de depresión y ansiedad. Y tampoco pretendo enseñar a nadie nada, porque yo misma soy una completa ignorante. Solo deseo chillarle al mundo que nosotras, las mujeres, también matamos además de morir. Que somos malas, zorras, locas, histéricas, sí, y no tenemos por qué sentir vergüenza por ello. No se trata de cuentos con moraleja: la única intención de Cuentos de la mar es la de mostrar a la mar como lo que es: una mujer furiosa.
A veces creo que todo esto del mundillo literario es una especie de convivencia mainstream que se quiere hacer entre autores, frikazos, editores, lectores y demás fauna. Como es evidente, esto no es así del todo, en realidad la gente no quiere leer ni ver la realidad que se esconde detrás de Cuentos de la mar, ¿qué opinas al respecto?
Que el camino al infierno está repleto de buenrrollismo y mejores intenciones. Conforme avanza el mundo, la literatura y todo cuanto la rodea parece retroceder: amiguismos, oportunismos y conveniencias forman una mezcolanza con el blanqueamiento de las letras y la eliminación de todo aquello que nos resulta dañino, ofensivo, indecoroso. Un auténtico circo en el que algunos se lo tienen muy, pero que muy bien montado, mientras que otros navegamos a la más absoluta deriva.
La masa busca el camino de lo fácil, de lo políticamente correcto. Sin embargo, esta obra tuya pisotea todos esos conceptos. Subidos a lomos de una mujer, porque tú eres una mujer, es evidente, vemos cómo se destruyen infinidad de conceptos, cómo mueren destripadas las emociones de un mundo rosa. ¿Crees que es el momento de que personas como tú, y de tu sexo, alcen la voz y lancen esta serie de proclamas ultraviolentas, poéticamente hablando? ¿Es el momento de abandonar ese mundo rosa y prender fuego a toda esta basura decorada con floreros y personas de cartón?
Exactamente como te decía antes. Prendamos fuego al mundo, joder. No dudo que haya quien prefiera los finales felices, y es muy legítimo, pero hablamos de la vida y esa es una puta sin cobrar a fin de mes. Seamos conscientes de que el mundo, la mujer, resulta como ese océano impredecible que ahoga marineras y marineros: somos irascibles y crueles. Amamos y odiamos con la misma pasión. No, hostias, no somos un escaparate de buenas intenciones. Muchas mujeres, al igual que yo, ansiamos gritarle al universo y a esta jodida sociedad que esto es lo que somos y lo que hacemos en el arte, el sexo, la maternidad, el amor y la vida. Somos un puto caos. La definición de la palabra ingobernable.
¿Quién es realmente Lorena Escobar, existe?
Existo a ratos. ¿Quién soy? Dependerá del día que me lo preguntes. A veces una imbécil, a veces una diva, siempre insegura, siempre condicionada. Inconclusa. Jamás estaré completa del todo porque jamás termino de encontrar aquello que busco (principalmente porque no sé qué coño busco, jajajaja). Quizá resultaría más fácil decir lo que no soy: alguien funcional.
Por lo demás, y en el plano más sencillo de la palabra existir, soy madre por devoción, trabajadora por obligación, estudiante por convicción, escritora por sueños y amante por amor.
¿Somos todo aquello que dicen que somos o en realidad somos esa descripción que hacemos de nosotros mismos?
Ni una cosa ni la otra. O quizá una mezcla de ambas. ¿Nos creemos lo que dicen los demás de nosotros? Dependerá del ego y la autoestima (o la falta de ambos) de cada uno. ¿Nos creemos nuestra propia versión? Lo mismo. Somos falsas y falsos con los demás, pero la mayoría de las veces lo somos más con nosotros mismos. La realidad es que la realidad de lo que somos duele, duele demasiado. Porque ¿quién es esa desconocida que me mira al otro lado del espejo? Somos totalmente indescriptibles porque no existe una sola versión de nosotros mismos. Y menos mal.
¿Qué empuja a Lorena a sentarse delante de la página en blanco y ponerse a escribir?
Lo mismo que me llevó a escribir los Cuentos de la mar. Para mí juntar letras es un vómito. Un grito de auxilio o de guerra, depende de cada día, de cada circunstancia. Es cuasi un ritual. Escribir es respirar sabiendo que la muerte acecha tras cada latido menguante. Es existir. Sin menos, y sin más.
Puesto que me conoces, sabes que a mí todo el tema este de los géneros me da absolutamente igual, te trato como a cualquier otro amigo, eres escritora, eres buena y supongo que tienes ciertos planes de futuro en cuanto a tu carrera literaria. Todos vivimos dentro de ese sueño en el que hay un montón de público aplaudiendo y tú sales recogiendo un premio y todas estas patrañas. ¿Qué tienes que añadir?
No espero nada en ningún ámbito de mi vida, ni en el personal, ni en el laboral, ni en este mundo de las letras. Esa es mi única ventaja. ¿Suena a parida romanticona decir que con que una sola persona me lea y sienta algo con mis escritos me doy por satisfecha? Pues entonces seré una boba romanticona. Los de los premios son otros. Mi premio es cada lector, por mucho cliché aparente que haya en mis palabras.
A mí todos y cada uno de estos cuentos me parecen puñaladas. Me gusta sentarme tranquilamente, o estar tumbado en la cama, y leer uno de estos poemas que tanto me gustan, sentirme absolutamente herido, o incluso reírme por lo zafio de ciertos conceptos, o imaginarme a una sirena recién violada tirada en la playa sangrando y planeando su venganza. ¿Estoy loco, Lorena, eres tú la loca, ambos lo somos?
¿O lo es el mundo? ¿No decía Cortázar que no todos pueden ser locos, que eso hay que merecerlo? El concepto loca y loco debe ser revisionado. Pero no como nos ha llegado desde el Renacimiento garcilosista, locos de amor o de dicha, sino como lo que nosotros somos y seremos: ajenos a una sociedad cuadriculada, hirientes y heridos, amantes, enfermos, buenos y malos, escalas de grises. Vivos, jodidamente vivos.
Ahora, a modo de despedida, me gustaría que lanzases uno de esos poemas tuyos, uno afilado y punzante, o uno más emotivo y visceral. Dedícanos un poema a todos los que hemos leído tu entrevista y nos sentimos enamorados de tu arte.
No te pido atención.
Ni siquiera fidelidad.
Haz lo que quieras con mis letras: ódialas,
mastícalas,
escúpelas.
Pero dime que después follarás con rabia.
Que aullarás a la luna
(no llena)
antes de que el sol abrase la mañana.
Que te abrirás de piernas
como
y
con quien
te dé la puta gana.
Haz lo que quieras con mis letras: castígalas,
viólalas,
lánzalas contra la ventana.
Pero dime que después joderás con rabia.
Dime que también eres mar.
Y yo podré morir
(en paz)
revolcada en tus entrañas.
Daniel Aragonés
Redactor
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Pedazo de entrevista. Encima con regalo final.