Esta vez no hay una intrahistoria guapa detrás. Lo vi, se me antojó y en cuanto me llegó: lo abrí y me puse a leer. Se trata de un cómic. No es nada ligero. No es apto para mentes vírgenes. Es potente. Cargado de conceptos. Tienes que tener ganas de envenenar tu alma. El Sin City particular de Mario Rivière no deja títere con cabeza. Una apuesta arriesgada por parte de La Felguera.

El idioma que utiliza es muy llamativo. Se trata de una tormenta de flashes e historias cortas, como si fuesen anuncios de lo que te puedes encontrar en esta peculiar y dantesca ciudad. Mario te va soltando toda su mierda interior, su locura particular y te la unta en la cara. Es oscura. Una obra que te percute e intenta buscar al verdadero pensador que llevas dentro. Muy crítica. Sarcástica. Irónica. Violenta. Cargada de humor negro.

Lo cierto es que no tenía ni idea de lo que me iba a encontrar, y por momentos me vi dentro de Ubik o de Starship troopers —la película en este caso—. Esos grotescos spots publicitarios, proclamas oscuras y satíricas que obligan a echar un ojo a tu propio presente. Lo exagerado toma forma en nuestros días. Lo dantesco es tan real que asusta si lo conviertes en realidad. Desde luego, un bofetón de irreverencia no viene nunca mal. El mundo no es rosa. Estamos hasta el cuello de heces. Aplastados por el peso de una tarjeta de crédito caníbal.

El estilo es retro. Sin prejuicios ni historias raras ajenas al contenido. Súperheroes corrompidos por un sentimiento humano. Sectas que no son lo que parecen. Dioses de madera que arden ante la inmundicia social. Monstruos carentes de personalidad. Demonios. Y una especie de teletienda de los horrores que avanza a través de las páginas. Parece telerrealidad llevada a viñetas. Lo mejor, sin duda, es la locura del mensaje, tan claro y directo que puede que no lo quieras ver. Te reirás mientras te retuerces de dolor. Si no es así, deberías abandonar este mundo y dejarnos en paz.

Mis felicitaciones al autor y a la editorial. Lo he disfrutado como un chaval.