Título: Los cerros de la muerte
Autor: Chris Offutt
Traductor: Javier Lucini
Editorial: Sajalín Editores
Nº de páginas: 226
Género: Novela negra sureña
Precio: 20 €
SINOPSIS
Mick Hardin, veterano de guerra y agente de la División de Investigación Criminal del ejército en Alemania, regresa de permiso a su Kentucky natal porque su mujer está a punto de dar a luz. Poco después de llegar, su hermana Linda, sheriff del condado, le pide ayuda para resolver el primer caso de asesinato al que se enfrenta: el anciano señor Tucker, antiguo conserje de la escuela, ha encontrado el cuerpo de una mujer en Choctaw Ridge, una zona boscosa de difícil acceso. Buen conocedor del lugar y de sus gentes, Mick hará todo lo posible para dar con el asesino antes de que la familia de la víctima se tome la justicia por su mano, algo habitual en la región que suele engendrar una prolongada espiral de violencia y muerte.
RESEÑA
Rifles, bourbon, motores de coche viejos, retratos de un Jesús rubio y de ojos azules, mulas salvajes, porches de madera podrida, pistolas escondidas a la espalda, huellas de neumático en el bosque, ardillas, pieles de serpiente, cáñamos húmedos… Podríamos seguir hasta la extenuación retratando Kentucky. Ese es el escenario de Los cerros de la muerte, novela con la que Chris Offutt inaugura una trilogía de obras independientes pero protagonizadas por el mismo personaje, Mick Hardin, un agente de la División de Investigación Criminal del ejército.
Offutt nos regala una novela negra irresistible que brilla en varios aspectos. El primero, en su ambientación redneck. El microuniverso que se nos presenta está regido por unas normas especiales, unos códigos herméticos que solo manejan los habitantes de los cerros en los que discurre la novela. Es en la conjunción de escenario y personajes donde hallamos la potencia descomunal de un modo de vida tan huraño como fascinante, el mismo que hemos disfrutado anteriormente en True Detective, Comanchería o The Killing. Se trata de un mundo dominado por las ofensas y las venganzas, por la camaradería desconfiada y la decadencia social. Los personajes dibujan a la perfección ese mundillo.
El segundo punto a destacar es la trama. Offutt desarrolla una historia que arrastra un profundo tufo a novela negra clásica, mezclando el discurrir de los acontecimientos con el lento despliegue de la personalidad de su protagonista, un antihéroe con todas las letras. Lo interesante de Mick Hardin está en su permanente contradicción: su modo de pensar es pesimista y desilusionado, aunque su formación militar no le permite escapar de la rígida metodología a la hora de investigar. El autor logra un perfecto equilibrio entre los sucesos de la trama y la delicada situación personal del protagonista.
Por último, hay que destacar el estilo. Si bien este tipo de obras corre el peligro de perderse por vericuetos literarios y adornos que al final tan solo sirven para poner obstáculos al ritmo, en Los cerros de la muerte encontramos una narrativa en la que predomina la sobriedad por encima de todo lo demás. Con ello, Offutt consigue una novela muy accesible para un amplio espectro de lectores, sin renunciar por ello a contar lo que quiere contar y a internarse en la psicología de sus criaturas. Es destacable la intrusión constante de la naturaleza tanto en las descripciones como en los pensamientos de los personajes, revelándose como una perfecta y continuada metáfora de la historia. De nuevo, el balance me parece idóneo. Sin duda, algo a lo que cualquier escritor debería aspirar.
No es de extrañar que Chris Offutt decidiera continuar con estos personajes para crear, de momento, una trilogía. Los cerros de la muerte es redonda pero también breve, y pese a la satisfacción plena que ofrece, deja el poso de los buenos libros: cierta sensación de orfandad tras su lectura. Por suerte, lo podemos subsanar con Los hijos de Shifty, segunda entrega de esta saga, y con La ley de los cerros, tercera y última que Sajalín acaba de publicar. Lo haremos pronto.
José Luis Pascual
Administrador
1 comentar
Lo de la naturaleza que comentas es acojonante. Lo bien metido que está para enriquecer la obra.