Todos hemos oído en infinidad de ocasiones la frase “está todo inventado”. Ante ella hay quienes afirman que es mentira, la excusa de los cobardes para no rebuscar en su mente una idea que pueda ganarse el título de original y, por otro lado, quienes creen que es una premisa cierta, pero que poco importa: a lo mejor ya están escritas, a grandes rasgos, todas las historias, pero todavía nadie las ha contado como puedes hacerlo tú.

A pesar de que nunca he hablado con J.E. Álamo, por su novela Los penitentes diría, en primer lugar, que es de este último tipo de personas y, en segundo, que sale completamente airoso del hecho de contar con maestría y destreza una historia en la que quizá los elementos no son demasiado originales, pero sin duda resultan muy, muy disfrutables.

La premisa es sencilla: un asesino en serie, movido por la voluntad de una extraña criatura que le supera, le domina por completo y de la que se convierte gustosamente en siervo, mata a curas de forma despiadada, escenificando posteriormente los crímenes como en un ritual. A él se suman, a medida que avanza la trama, una serie de personajes despiadados, marginales, cargados de odio homicida contra la humanidad. Por otro lado, investigando los crímenes, se encuentran un agente de policía de fuerte carácter que lucha con algunos fantasmas del pasado y la enfermera de una residencia de ancianos, que se acaba convirtiendo en una aliada muy valiosa para él. Para aquellos que, como yo, sean expertos en series y películas policiacas, muchos de los elementos aquí mencionados resultarán familiares. Sin embargo, este no es motivo para no leer el libro, sino al contrario.

En esta obra, el lector se topa con lo que a menudo buscamos —al menos, en mi caso— en la literatura del género: intriga, entretenimiento, la sensación de que estamos tan inmersos en la historia que no podemos dejar de leer, que somos un investigador más y, al mismo tiempo, un testigo de los abyectos crímenes. A todo ello hay que sumarle una pluma ágil, ligera, hábil, unos toques bastante sangrientos que sin embargo siempre tienen sentido dentro de la narración y responden a un objetivo y unos personajes bien definidos: el resultado solo puede ser, por tanto, positivo. Lo que yo esperaba de este libro era que me enganchase y sorprendiese, y puedo asegurar que consiguió cumplir con creces con ambas peticiones.

Es cierto que en ocasiones algunos clichés me incomodaban o, más bien, me hacían resoplar, porque los venía esperando desde hacía muchas páginas, pero aun así, como os digo, no es algo que me haya impedido en ningún momento disfrutar. De hecho, diría que me pasa también con otras series y películas policiacas, y apuesto lo que sea a que a muchos de vosotros os ocurre igual.

Además, hacia el final de la historia los límites entre lo real y lo increíble se desdibujan —un guiño que yo, personalmente, agradezco siempre—, ofreciendo de este modo una ventana para creer en lo sobrenatural, para pensar que el enfrentamiento entre el bien y el mal en torno al que gira la trama va más allá del mundo de los mortales, siendo una batalla que se libra, en gran medida, en una dimensión que sin duda nos supera.