Título: Ardiente sol de la infancia
Autor: Guillem López
Editorial: Alianza Runas
Nº páginas: 480
Género: Horror cósmico
Precio: 21,95 € / 12,99 € (digital)
SINOPSIS
Gales huye con su hija al único lugar en que no podrán encontrarla. Solo quiere ganar tiempo para ella, que siga adelante entre las ruinas de un mundo roto y la semilla de algo que está por venir, algo indefinible y terrorífico. Ese viaje, que en realidad es un retorno, la llevará a enfrentarse con su madre después de décadas sin hablarse, a viejas amistades perdidas, y a un pueblo que la odia y teme a partes iguales.
Perseguida por asesinas profesionales, sectarios, matones armados y una agencia secreta encargada de la protección del planeta frente a poderosos entes alienígenas, solo aspira a que todo acabe. Porque todo final es un principio y en su vida no cabe más que redención, muerte, y el ardiente sol de la infancia que abrasa el camino.
RITUAL
Es complicado hablar de esta última novela del notable Guillem López, autor que se adentra desde siempre con alegría en lo inquietante, sea por medio del terror o de la ciencia ficción, las cuales mezcla con sapiencia.
Pudiera parecer que la protagonista es Gales, y su supuesta hija, esa niña a la que acarrea hasta su antaño pueblo y la casa de su madre, con la que, directamente, no se lleva, trascendiendo el odio. Una madre peculiar, Medea, de pasado tenebroso, al igual que la misma Gales, quien parece arrastrar un halo de fatalidad allá por donde pasa. Gales huye de algo, de alguien tan terrible como poderoso, por lo que se desprende de sus palabras. Alberga una misión, además de proteger a la niña. Y no tiene a nadie más que a su infausta madre, de objetivos propios. Ese ecosistema, regado al lado de la playa levantina, con una ballena muerta a los pies de la casa, que se descompone sin piedad, es el cuadro que marca la primera parte de la novela. Donde desciframos lo que nos permiten a Gales, donde se insinúan hechos y actos luctuosos, y un futuro de perturbación, en caso de existir futuro, si Gales no consigue su anhelo, quizá altruista, aunque por idiosincrasia no lo parezca.
Pero no se queda en eso. La atmósfera supone unos años posteriores a los nuestros, tras el fallecimiento, el desmorone de la civilización actual, de la que quedan migajas incómodas, y donde la gente se adapta con lo mínimo a las nuevas normas, conservando lo posible las tradiciones, para sobrevivir, malvivir la mayoría. Porque no son los habitantes oriundos de los pueblos como Benalba, la villa protagonista, y bien generada, sino también los colonos, itinerantes que se han asociado en colonias, tras muros, sin ley y plenos de armas. Los nuevos tiempos.
Pues Loreto es la fuerza viva de seguridad en Benalba. Antigua amiga de Gales, quizá, de nuevo. Mujer de principios, que busca lo mejor para todos excepto para ella misma, quien, como el resto de sus compañeros de comisaria, solo ansía refugiarse en su familia, en algo más confortable que imponer la ley en una era sin ley, con lo conocido en desgaste. Loreto nos descubre a todos los habitantes del pueblo, mandatarios, colegas, enemigos, colonos, residentes inquietos. Y cómo se altera su vida, al máximo, con la aparición de Gales. Hasta que confluyen de manera inevitable. Porque todo aquí es inevitable, entre estas líneas.
Luego nos hacemos amigos de Doble Ele, agente secreta especial de una agencia especial y secreta. Que fue quemada por Gales, de la que guarda poco grato recuerdo y cicatrices de por siempre. Doble Ele, acostumbrada a transitar entre lo extraño y paranormal, cerca incluso de lo cósmico, sigue la pista de Gales, lejos, donde ella estuvo, donde ella se llevó a la niña, a Lina, demasiado y demasiado poco presente por sí misma.
En esas andan Caramelo y Becca, perseguidoras de Gales, tras sus huellas, también de pasado que desemboca unido. Asesinas, quizá, un nuevo quizá, creyentes, quizá.
Sobre ellas, todas ellas, personajes femeninos, plurales, humanas, el destino, alguien, algo, que viene, que llega, para cambiarlo todo, para destruirlo todo. Quizá. Siempre quizá.
Por partes.
Los personajes, cada uno en su propia fase, junto a los secundarios, están magníficamente trazados. Con detalle, matices, antecedentes lesivos, traumas, sueños, familias, porvenir extraviado. Son personajes pobres, sucios, tristes, cuasi derrotados, pero muy vivos. En más de tres dimensiones. Y que enriquecen el manuscrito con sus interrelaciones. Gran trabajo.
La atmósfera de postapocalipsis pasivo en Benalba, y el resto del mundo, también se compone de imágenes y sensaciones que realzan ese presente que ahora hollan los personajes. Un mundo apocado, cambiante, decadente. Al que se resignan sin dejar de luchar por sus míseras vidas. Además, las partes más intrincadas, cuando el texto pasa a lo horrendo, ignoto y cósmico, subyugan, incluso sin terminar de comprenderlas.
La historia: Aquí divagaré, porque me deja muchas sensaciones encontradas, perdona mi delirio. Baste decir que está emparentada con la anterior novela de Guillem, Lago Negro de tus Ojos, con la que comparte esa base extraterrestre como lo que produjo el cambio en la cultura y sociedad, esa mutación que lo varió todo para mucho peor. Sin spoilers.
En sus primeras partes es Benalba, es Gales, es Medea, es Loreto. Y sus circunstancias, sus consecuencias. Cómo ven la realidad. Por qué son así. Qué las une y qué las separa. Y, por encima, de trasfondo, algo siniestro, nefando, que sobrevuela, que va a explotar, que Gales ha convocado y cuasi trae tras su estela. Pero es una novela social, con esas insinuaciones oscuras, de algo más que hay y que sucede, de escenas grises, de emociones y sensaciones que desgarran. Familia, amistad, deber, honor, responsabilidad, orgullo, adaptación, odio. Todo ello y más.
Por eso, aunque no nos descoloque conociendo al autor, cuando cambia de registro y se adentra, con Doble Ele, en el terror lovecraftiano, con nombres y apellidos, con parajes y situaciones alienígenas, de pura no compresión, la novela, además de acelerar, se pierde en parte. Porque la esencia, la prosa, el contenido, la forma y fondo es tan bueno que apenas necesita de ese aporte, de esos componentes, aunque todo haya sido construido con ese fin, solo para ese desenlace, primero aproximativo y luego de implosión breve, que nos deja patidifusos, descolocados. Reconociendo dioses y númenes del maestro, pero con el estilo propio de Guillem López, que continúa con sus aproximaciones, generando su propia cosmogonía de lo terrible y blasfemo.
El desenlace te va a reventar la cabeza, para bien o para mal. Lo comprendas o te pille totalmente desubicado.
Entonces, Román, ¿cuál es la conclusión?
Variopinta. La novela se disfruta, se paladea por la manera que tiene de contar y profundizar en cada evento y personaje. Por el suspense que crea, la incertidumbre sobre lo que acontecerá en la siguiente escena. Acerca de lo absurdo que sucederá. De las intensas relaciones familiares, sociales y locales. El modo en que se teje la trama, a fuego muy lento, con precisión y finura. Luego llega ese cambio, ese giro, esa confirmación de lo ominoso en el sentido del horror más improbable. Y eso marca, porque pese al buen poso generado, la opinión sobre ese desenlace marcará las sensaciones que te regale la novela, con la que puedes llegar incluso a enfadarte.
Apunte: A mí me encantó, sabiendo lo que leía, lo que me aguardaba, conociendo los códigos de Guillem López, su bibliografía. Es una apuesta arriesgada, una novela que entra en la crítica social y finiquita con, quizá, múltiples tiempos y dimensiones, a saber. No seré yo quien lo desvele, pues ya he contado de más.
Por mi parte, tras disfrutar la flemática digestión de este manuscrito, ya espero el siguiente del autor. Así que, bajo tu propio criterio y con lo narrado, más el boca a boca, escoge tu veneno. Este es bueno, muy bueno, pero no para todos los gustos.
Pd: determinadas referencias finales me han arrancado una sonrisa perversa. Reconozco mi goce.
Román Sanz Mouta
Redactor