Era 3 de diciembre de 1926 cuando la escritora Agatha Christie desapareció de su casa de Berkshire sin dejar rastro. Parecía el argumento de una de sus novelas. Todo comenzó un poco después de las nueve y media de la noche. Agatha abandonó su sillón para subir a la primera planta de su casa, donde dormía su hija. Besó a Rosalinda —de siete años— y bajó las escaleras. A continuación, salió de la casa para ponerse al volante de su Morris Cowley y desaparecer en la oscuridad de la noche.
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