Durante una época de mi vida yo fui un desecho social: dormía en una pensión, donde alquilaba un cuartito (con los pocos peculios que atesoraba de olvidados absurdos trabajos), y desde el amanecer hasta la llegada de la noche (no necesariamente la del mismo día), me dedicaba a rondar de aquí para allá, como un fantasma, leyendo, escribiendo y pensando; paseaba. Buscando mis amores iba por esos montes y riberas, pasando los fuertes y fronteras, ya sabéis, como hacía Juan de Yepes en su lóbrega prisión.
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