Hoy vamos a ponernos serios.
Se acusa a Woody Allen, en mi opinión con demasiada ligereza, de ser un director irregular con numerosos altibajos en sus últimas producciones, y de no hacer una película redonda desde hace más de una década. Bueno, todos convendremos en que no ha de ser sencillo para un realizador ya octogenario y con una producción tan numerosa a cuestas, mantener un nivel de máxima excelencia en todas sus películas. Es más, estoy seguro de que ni siquiera él lo pretende. Por supuesto, como pasa con los grandes, Woody Allen tiene un estilo personal irrenunciable a estas alturas, y si no comulgas con él, difícilmente podrás disfrutar de sus obras. A mí me gusta su estilo, y en casi todas sus obras reconozco ese elemento diferenciador que separa la mediocridad de la genialidad. Pese a las críticas, he de decir que no recuerdo ningún visionado desde Match Point que mereciera menos de un aprobado alto (reconozco que hay alguna que no he visto, eso sí). Irrational Man (2015), Magia a la luz de la luna (2014), Midnight in Paris (2011), Conocerás al hombre de tus sueños (2010), Si la cosa funciona (2009)…todas tenían algo aprovechable y, cada una a su manera, regalaba algún momento sublime, alguna frase magistral, alguna idea de genio. Pues bien, Café Society es tal vez el golpe sobre la mesa que algunos necesitaban para reconciliarse con el maestro.
“Café Society” es una comedia que desprende una magia especial y que termina soltando como un mazazo una tremenda carga de tristeza y melancolía, a la mejor manera de las obras más reconocidas del autor neoyorquino. Bajo mi punto de vista, Allen ha creado una obra clásica. Clásica en sus maneras de alta comedia tradicional; clásica en su espíritu de emocionar al espectador de un modo elegante y sutil; clásica en su ambientación; clásica en cuanto a que resulta perfectamente reconocible como película de Woody Allen.
La trama coge elementos igualmente clásicos, con un triángulo amoroso cuyos vértices son un joven que busca hacer fortuna en Hollywood, su todopoderoso tío productor de cine, y la encantadora secretaria de éste. El director nos traslada junto a sus personajes a la meca del cine en plenos años 30, con una recreación portentosa de aquella época. Aunque el corazón de la película reside en la relación amorosa que se establece entre los personajes, Woody Allen aprovecha para retratar la otra cara del glamour hollywoodiense poniendo en el mismo lugar a la gente del cine, a los políticos y a las bandas mafiosas de la época. Un lugar cuyo decorado es pura moralidad de cartón piedra.
La película ofrece también guiños a anteriores obras de su director, como Poderosa Afrodita (1995) o Manhattan (1979), con la que se pueden encontrar similitudes tonales. Pero en conjunto, podríamos decir que “Café Society” es una mezcla de algunos conceptos que aparecían en las últimas películas de Allen, pero llevados a la perfección. Y podrá parecer una locura, pero me atrevería a decir que en cierto modo, el retrato que se hace de la banda criminal de la película bien puede estar influenciada por el mejor Scorsese. Cierto es que son momentos aislados, pero están ahí.
También está ahí la sempiterna pero deliciosa música de jazz con la que Woody Allen suele aliñar sus películas. En esta ocasión, no sólo aparece como mera banda sonora, sino también en los clubs de jazz por los que se mueven los personajes.
En este punto es de justicia recalcar el extraordinario trabajo de Vittorio Storaro, quien ha de llevarse buena parte del mérito de la magnífica y cuidadísima ambientación de la que hace gala “Café Society”. Su fotografía consigue dotar a la película de ese pequeño extra que no tenían otras producciones de Allen.
Pocas veces encontramos en los filmes de Woody Allen interpretaciones que no estén a la altura. Aquí, una vez más, el reparto da la talla pese a las dudas que podrían suscitar los jóvenes Jesse Eisenberg y Kristen Stewart. Ambos están bien, sobre todo una Kristen Stewart que logra aquí su mejor interpretación y que transmite bastante bien los vericuetos emocionales de su personaje. A Eisenberg le vamos a perdonar en esta ocasión su ligero histrionismo, ya que claramente está interpretando a un alter ego del propio Woody Allen, y en ese sentido cumple con nota. Steve Carell está más sobrio que de costumbre, y destacables también son las apariciones de gente como Corey Stoll (al que vimos como villano en Ant-Man) o Blake Lively (vista recientemente enfrentándose a un tiburón en Infierno Azul).
En una entrevista reciente, Woody Allen ha afirmado que es capaz de seguir haciendo películas indefinidamente, lo cual me llena de regocijo. Para muchos, “Café Society” no será ni mejor ni peor que otras de las más recientes películas de Woody Allen. Y puede que en cierto sentido tengan razón. Pero yo he visto algo no fácilmente definible, algo que la eleva sobre las demás y que hace que su poso sea duradero. Tal vez no todo el mundo sea capaz de verlo, tal vez sólo unos pocos privilegiados (o chiflados, quién sabe) seamos lo suficientemente perceptivos para reconocer eso que distingue a las grandes obras y que está presente en “Café Society” para nuestro deleite: simple y pura magia.
Mi nota: 9