La ley de oferta y demanda nos proporciona casos que pueden resultar sangrantes si nos paramos a valorar la calidad de las películas que se estrenan en salas de cine. Soy el primero que quiere ver la última producción de superhéroes de turno, pero mis inquietudes cinéfilas también me llevan a interesarme por películas menos vistosas procedentes de cinematografías más modestas. Custodia Compartida, la propuesta que nos ocupa hoy, es un buen ejemplo de esto ya que su estreno ha sido bastante limitado incluso en grandes ciudades. Y, bajo mi punto de vista, es una película totalmente recomendable.
«Custodia Compartida» es un drama que cuenta unos hechos que están, tristemente, a la orden del día. Todo giro en torno a la separación de un matrimonio con malos tratos de por medio, y las consecuencias de una sentencia que otorga la custodia del hijo menor a ambos progenitores alternativamente, viéndose el niño obligado desde ese momento a tener que pasar días con su padre. Con esto, queda claro que el principal componente de la película es el drama puro y duro. Pero hay varios aspectos que convierten a «Custodia Compartida» en algo más, y que la diferencian de telefilmes insulsos que puedan presentar una premisa similar.
Lo primero es la extraordinaria labor de dirección de Xavier Legrand, quien consigue plantar una semilla de tensión que no deja de engordar durante todo el metraje. La película comienza con una secuencia en la que asistimos a una vista judicial, y ya ahí se transpira una tensa atmósfera a pesar de la frialdad de las imágenes. Como en la vida real, importa más lo que se calla que lo que se dice, y Legrand toma esta máxima como principal directriz para articular su obra. A partir de ahí, todo se desarrolla con una creciente sensación de asfixia generando en el espectador una gran expectación por lo que va a suceder.
A pesar de algún tramo intermedio donde la cinta pierde algo de fuelle, tal vez para dar un respiro al espectador, todo desemboca en un tramo final intensísimo que la emparenta directamente con el género de terror. Y es que el desenlace utiliza recursos del mejor cine de terror, al poner en juego una increíble liza entre tensión psicológica y estrés físico, con homenaje incluído a El Resplandor.
Lógicamente, esto no sería posible sin una aportación adecuada por parte de los intérpretes. Por suerte, el trío principal formado por Léa Drucker, Denis Ménochet y Thomas Gioria está increíble, en especial los dos actores masculinos que realizan un trabajo descomunal.
Aunque toca un tema duro y complicado, no puedo dejar de recomendar esta producción que, como digo, pone en el mapa a un director al que seguir la pista. Y es que no debe ser sencillo crear una sensación tan agobiante como la que ofrece la película a través de una apariencia fría y sobria, aumentada además por la ausencia de banda sonora. Muy interesante.