Entrada publicada originalmente en la desaparecida web Terror.Team
Antes de afrontar esta crítica, creo conveniente avisar de que el visionado de La noche del virgen supone toda una experiencia. Si es positiva o negativa, no me atrevería a afirmarlo, ya que entre los miembros del staff de Terror Team somos varios los que hemos podido verla y las opiniones son bastante diversas.
La película de Roberto San Sebastián es como la casa donde transcurre la mayor parte de la acción. Haciendo una metáfora, podemos decir que en dicha casa hay una serie de puertas que se nos invita a cruzar. Una vez atravesadas, veremos que cada estancia es más pequeña que la anterior y, ante todo, más desconcertante. En cualquier momento estaremos tentados de darnos la vuelta y abandonar la casa, pero si decidimos mantenernos en su interior, descubriremos que tras la última puerta se encuentra un auténtico festival que nos dejará ojipláticos. Desde el propio inicio nos daremos cuenta de que estamos ante algo poco convencional, ya que la película arranca con una alargada retransmisión de las campanadas de nochevieja, con unos impagables trasuntos de Ramón García y Anne Igartiburu. Ya vemos clara desde entonces la intención del director de reírse de todos los tópicos. El virgen del título es Nico, un joven poco agraciado que busca acabar con su condición de impúber en una discoteca durante la última noche del año. Allí, una misteriosa mujer madura se acercará a él y se lo llevará a su casa. Lo que sucederá entonces será una surrealista escalada de sexo, violencia y transformaciones físicas.
Estamos ante una propuesta muy física, de esas que zarandean al espectador y es capaz de agotarle en todos los sentidos. El tono de «La noche del virgen» alterna entre la comedia chusca y el terror de salpicaduras (de todo tipo). Mucha gente se quedará en la evidente intención de la película de decantarse por el humor grotesco, pero hay que decir que por momentos la cinta consigue generar cierta sensación de tensión y claustrofobia debido al mal rollo que transmite la casa y al agobio que sufre el protagonista por la imposibilidad de escapar de la situación a la que se ve sometido. A eso contribuye el enervante soniquete de la música de los vecinos que suena de fondo durante buena parte de la película como una inquietante banda sonora.
Pero sin duda lo más destacable lo vamos a tener en la muestra ostentación exhibición auténtica orgía de líquidos y semisólidos de todos los colores y sabores que chorrean en pantalla. El nivel de casquería es más propio de una macro-charcutería, alcanzando niveles inéditos dentro del cine español. Todo se muestra sin ningún tipo de cortapisas, incluyendo imágenes como la introducción de un móvil en una “ranura hembra” o un explícito momento onanista en primer plano que pueden provocar el bochorno de aquel que ose ver la película acompañado. El tramo final de «La noche del virgen» representa una verdadera oda a la asquerosidad y la provocación, pero de alguna manera, llegados a ese punto, lo veremos con una sonrisa en el rostro debido a que supone una exageradísima conclusión al exageradísimo chiste que ya de por sí es la película.
Ahora bien, dentro de lo loco y bizarrísimo que resulta todo, la cinta adolece de un par de problemas importantes. Uno es el tipo de humor, demasiado chusco a veces y demasiado negro en otras ocasiones, lo cual hace crecer la sensación de whatthefuck en el espectador. El otro gran obstáculo para disfrutar de la película es su extraño ritmo, ya que hay numerosas secuencias que se alargan hasta la extenuación y ponen a prueba nuestra paciencia. Y no es un problema puntual, sino que se repite varias veces a lo largo del extenso metraje (creo que las 2 horazas de duración se podían haber dejado en mucho menos recortando de aquí y allá y mejorando sustancialmente la visibilidad de la peli).
El peso de la función recae en el actor Javier Bódalo, que realiza un ejercicio de sobreactuación que deja en pañales a nuestro querido Nicholas Cage. Eso sí, la exhibición de histrionismo en este caso queda justificada por el tipo de película en la que nos encontramos. Su partenaire femenina es Miriam Martín, mucho más sobria pero también más sosa, resultando un contrapunto tan chocante como la propia película en sí.
Puedo entender perfectamente a aquellos que no conecten en absoluto con ella, pero en mi caso supe encontrarle algo a la película, algo que ni siquiera sé cómo definir, que me mantuvo atento e hizo que llegara a reírme en varias ocasiones ante las barrabasadas que se despliegan en la pantalla. Es esta una película que gusta y disgusta al mismo tiempo, lo cual ya me parece un logro importante. «La noche del virgen» es desconcertante, excesiva, imperfecta, desinhibida, agotadora, polémica. Impactante debut de Roberto San Sebastián que sin duda generará encendidos debates tanto a su favor como en su contra.