Estamos ante una novela cuya trama no es especialmente novedosa, pero que apuesta por una narrativa rompedora y poco convencional. Olvídense de largos párrafos descriptivos o tramos que nos introduzcan directamente en la psique de los personajes, aquí no hay nada de eso. El autor ha decidido jugar la baza de contar la historia a través de la transcripción de las llamadas telefónicas efectuadas en el edificio donde transcurre la acción, el Secret Garden. Esas llamadas, en su mayoría bastante breves, efectuadas por los vecinos habitantes del inmueble, serán las piezas de un puzzle que el lector habrá de unir. Al menos, así será durante la primera mitad de la novela. En su segunda parte encontraremos una serie de archivos policiales que nos desvelarán con pelos y señales lo que realmente sucedió en el edificio. Las últimas páginas se reservan para una galería fotográfica que ayuda a visualizar todo lo que hemos leído anteriormente. Si bien este tipo de orquestación resulta fresca hoy día, podemos encontrar un buen referente en la novela de 1977 The Fan (El admirador) de Bob Randall.
Para un tipo como yo, al que este tipo de inventos le suele funcionar bastante bien en una película, todo esto resultaba tremendamente prometedor. Lamentablemente, La última habitación tiene varios problemas que no me han permitido disfrutar su lectura como me hubiera gustado. Primero, se olvida de ofrecernos algún personaje con el que sentirnos identificados o, al menos, con el que podamos empatizar mínimamente. Esto se debe en gran medida al formato elegido por el autor, que no permite un desarrollo de personajes detallado más allá de un ligero esbozo de personalidad. En segundo lugar, en aras de buscar naturalidad en las conversaciones, algunos personajes se expresan con un lenguaje demasiado “de la calle”, llegando a introducir elementos que forman parte de nuestra cotidianeidad más aburrida (por ejemplo, se hacen menciones a establecimientos tipo Mercadona, o a programas de televisión tipo Sálvame), cosa ésta que nunca me ha gustado ver en un libro. Reconozco que esto es una manía exclusivamente mía, pero creo que es de recibo avisarlo para todos los que, como yo, tengan alergia a este tipo de recursos. Por otra parte, es posible que en algún momento de la novela el lector pueda perderse en la maraña de personajes, teniendo que refrescar la memoria buscando en páginas anteriores.
Por fortuna, si superamos todos esos escollos podemos disfrutar de una lectura entretenida que, por supuesto, no carece de virtudes. Porque Carlos Navas consigue imprimir un ritmo perfecto para su trama, con el que logra interesarnos lo suficiente como para seguir leyendo y desentrañar el misterio. Además, la brevedad de la novela posibilita que podamos leerla en un suspiro, cosa que se agradece ya que de otra manera su original estructura podría terminar cansando. La trama en sí está bien hilada y, sobre todo, bien cerrada, recogiendo por el camino elementos de películas como REC o La Comunidad, pero pasados por el particular filtro que la historia requiere. Aunque el formato de llamadas telefónicas está logrado, mi parte favorita es la segunda, donde los informes policiales no escatiman en detalles y muestran transcripciones de audios que tal vez contengan las mejores frases de la novela.
Desde luego, no hay que quitar méritos a una obra autopublicada y primeriza en la que el autor es capaz de ofrecer algo distinto de lo habitual y de hilar una historia de un modo que, a priori, parece complicado. En definitiva, estamos ante un experimento en cierta medida novedoso que, en mi opinión, necesita ser pulido. El formato me gusta y ofrece grandes posibilidades para un futuro, si bien La última habitación no termina de explotarlo en todo su potencial. Aún así, se lee muy rápido y puede servir perfectamente como lectura ligera y entretenida para momentos en los que nos apetezca ponernos con algo poco profundo.
Actualización: Tras La última habitación, Carlos Navas ha publicado dos novelas más: El otro lado, un thriller paranormal, y La última habitación 2: la caja negra, secuela de la novela que reseño y que parece seguir la misma estructura pero situando esta vez la acción en el interior de un avión de pasajeros.