THE EYES OF MY MOTHER (Nicolas Pesce, 2016)

por José Luis Pascual

“A veces, la soledad puede hacerle cosas extrañas a la mente”.

El debut en la dirección de Nicolas Pesce se abre con una primera secuencia magnífica, que consigue varias cosas. Por un lado, establece el tono seco y frío, a ratos distante pero siempre perverso, por el que va a discurrir todo el filme, alternando el punto de vista entre el interior de un camión y un estremecedor plano cenital. Por otro, no se demora en presentar una mirada inquietante con la aparición de una chica en una carretera. Elementos ambos que viven en nuestra realidad pero que a través de la cámara de Pesce presentan un aire tangencial, inquietante, casi erróneo. Por último, estos primeros minutos nos regalan el tremendo empaque visual que va a marcar lo que vendrá después, con ese blanco y negro crudo e implacable. Así comienza la perturbadora, dura e incómoda The eyes of my mother.

Con una historia que comienza con la intrusión de un extraño en la casa donde vive la protagonista con sus padres, Nicolas Pesce compone un trabajo de dirección brillante, siempre con la intención de dejar su sello personal en la película que supone su debut. Tanto en colocación de cámara como en planificación de secuencias, el director norteamericano realiza una labor sensacional en aras de dotar a la película de la visión pretendida. El horror aquí viene dado por un falso costumbrismo que, si bien puede llegar a pesar por su lenta cadencia en algunos espectadores, se carga de significado cada vez que hay algún punto de giro en la trama. 
Reconozco que hay cuestiones desprendidas del guion, firmado por el propio Pesce, que no admiten una respuesta sencilla, con lo que algún momento relacionado con el paso del tiempo requiere de cierta suspensión de la credibilidad. Pero creo que no es The eyes of my mother de esas películas que piden a quien la visiona ir más allá, sino simplemente dejarse llevar por las sensaciones que transmite. Y creo que son sensaciones muy poderosas.
El afilado blanco y negro desprende una sensación de inquietud constante que apunta directamente al sistema nervioso del espectador. A esto hay que sumar la sensación de claustrofobia que el director imprime al filme, pues siempre se nos introduce en espacios reducidos, incluso cuando los planos son exteriores.
Tal vez, como punto cuestionable, pueda achacarse la puntual utilización de banda sonora, a mi modo de ver totalmente prescindible como se demuestra durante casi todo el metraje. Pero más allá de ello, hay cierto componente hipnótico en la fotografía de la película, amplificado sin duda por la contenida y al mismo tiempo instintiva interpretación de Kika Magalhaes, la actriz protagonista.
The eyes of my mother es un verdadero puñetazo en el estómago, una de esas películas que sorprenden por lo incómodo de su propuesta y lo virtuoso de su dirección. Como vimos con Piercing, segunda película del director, Nicolas Pesce entra en la lista de nuevos realizadores imprescindibles para el género, renovadores de un terror muy necesitado de puntos de vista originales y contundentes. Su siguiente paso es confirmarse en Hollywood con el remake de The Grudge. Solo cabe esperar que no sea fagocitado por la gran maquinaria americana, tal y como ha pasado con tantas otras promesas anteriormente.

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