RITUAL ROMÁN XXX: LA SEÑAL

por Román Sanz Mouta

Título: La señal

Autor: Maxime Chattam

Editorial: Alfaguara

Nº páginas: 664

Género: Terror clásico

Precio: 21,90€ / 10,99€ ebook

 

El escritor Tom Spencer, su mujer Olivia, famosa presentadora de televisión, y sus tres hijos huyen del estrés de Nueva York para instalarse en Mahingan Falls, un pueblo de Nueva Inglaterra, refugio de paz. O eso creían.
Poco a poco se suceden extraños incidentes: Zoey, el bebé de la familia, no para de llorar; los animales parecen enloquecer; hay desapariciones y muertes inexplicables; una bandada de murciélagos cubre el cielo y luego muere en masa; las llamadas telefónicas se interrumpen por gritos, y algo aterrador se percibe en el bosque.
El joven policía Ethan Cobb debe enfrentarse a esta situación sin precedentes, y el propio Tom le acompañará en la búsqueda escalofriante y frenética de la verdad.

RESEÑA EN ECOS

La novela ya muestra sus cartas de inicio, con una serie de macabras escenas para llenar nuestra mente de intranquilidad, para saber que no daremos un paso seguro en el avanzar de páginas. Que la intranquilidad es la reina de la historia y no tiene por qué acabar bien. Todo antes de presentarnos a la familia protagonista, en mudanza para renovar aspiraciones e ilusiones. Dando con el pueblo perfecto y, a la vez, equivocado.

La villa, llena de historia y un crisol de culturas enfrentadas que fueron sucedidas unas por otras con sangre, sumado al remedo de las vecinas y viejas brujas de Salem, está en un emplazamiento perfecto para convertirse en el caldo de cultivo del mal. Además de colocar su localización en esas geografías que tanto conocemos de Lovecraft y King, quienes rondan toda la obra: Arkham, Miskatonic, Maine… Un lugar que es un fuerte natural protegido por las montañas y abierto al mar, de difícil acceso, de casi imposible escapatoria. Donde cada recóndito rincón cuenta su propia historia. La mansión de los Spencer. La granja. Los bosques. El alcantarillado. El barranco. Los campos de trigo.

Una historia que gritan en sufrimiento incluso las mismas ondas de radio, materia fuente de la comunicación humana pirateada en manipulación, o quizá alterada por ese sentir furioso del pasado que se traslada al presente, porque algo terrible ha despertado. Algo que viene a por todos. 

Vemos que el terror ataca por varios frentes diferentes tomando formas pesadillescas. Se aprovecha de la falta de comunicación entre las distintas generaciones y edades, adaptando sus ofensivas. Porque sabe que los niños no pueden compartir sus temores con los padres porque no serán creídos, nada más que por ser niños. Y sabe que esos adultos orgullosos tampoco trasladarán ese mismo miedo a los hijos, intentando protegerlos. De eso saca partido y con eso juega, medrando lentamente, ganando su espacio hasta quedar consolidado con su máximo poder. Esa entidad primigenia, que no es una sino que son muchas y se manifiestan con diferentes motivos de venganza y la misma hambre, va erosionando la confianza de los mayores con malos sueños premonitorios, con atisbos de sus escondrijos, con noticias que se niegan a ser encajadas y mucho menos relacionadas por la ciega autoridad. Pero, a la vez, todos estos eventos refuerzan la voluntad de los más pequeños, que tienen ganas de luchar con la fuerza de su imaginación, mientras que sus mayores piensan en escapar de esa variedad de terrores y miedos que les ciernen a la vez que menguan la población de Mahingan Falls.

La sucesión de circunstancias y hechos, tapados por esa fe ciega en la realidad impuesta por la mayoría que los protege de lo imposible, y hace complejo asumir la terrible verdad: que existen cosas incomprensibles e incognoscibles conviviendo con nosotros. Certeza que cobra sentido, cercano y palpable, cuando se desvela la terrible realidad, su génesis, los culpables. Y eso tanto, en mareas oscuras, que subyace bajo nuestra cotidianidad. Alrededor nuestro. Con nosotros.

Destacando además el juego con los ritmos, no solo narrativos, sino en extensión de las escenas alternas que comparten tiempo. Buena muestra es cómo los últimos capítulos que desencadenan el clímax son breves y fugaces para dar cabida a todos los personajes y sus dramas por separado sin perder la tensión o continuidad en ninguna de ellas. Y no escatima con las bajas, no se permite el lujo de coger cariño a sus propios personajes. Cada uno tiene su final o su salvación, en caso de existir tal cosa, ya escrita. Sin desviaciones ni atajos.

El desenlace, brutal. Apocalíptico. Arriesga el autor. Lo cambia todo, sin piedad. Deja una huella indefectible.

Le veo paralelismos en cierta consigna de la trama que confluye con el Atlas Negro de Álvaro Aparicio, quien gustará de esta sugerente obra.

Como punto en desacuerdo, y es opinión que ya llevo largo elucubrando, no me gusta la querencia por la violación en las novelas de terror. Amenazas que en muchos casos son gratuitas y no aportan al texto. Resulta tendencia sumar una angustia extra sin que el argumento central lo requiera. Las violaciones duelen demasiado para que sean fútiles, más allá de lo bien que funcionen como recurso emocional. No peca aquí en exceso, pero peca.

En resumen, una novela brillante. Un tocho seductor para los amantes del género, la que puedo hermanar, con sus estilos propios, al Amigo Imaginario de Stephen Chbosky. Mantiene su adicción de inicio a fin, complejo en esta época de dispersión, y se guarda como un buen recuerdo a su conclusión.

Asomaos a ella. Venid a conocer la oscuridad de Mahingan Falls.

Pd: recordad, la vida y los mismos fantasmas, como la energía, no se crean ni se destruyen, solo se transforman…

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