Título: Lengua de pájaros
Autor: Víctor Sellés
Editorial: Obscura
Nº páginas: 352
Género: Fantasía oscura y surrealismo terrorífico
Precio: 18,90€ / 7,30€ (digital)
Durante miles de años, los druidas han trabajado para reparar las fracturas que nos comunican con el Mundo Borroso y mantener a raya a las criaturas que habitan al otro lado. Desafortunadamente, sus intentos no siempre han surtido efecto.
Abel nunca ha entendido por qué su madre lo mira como si no fuera su hijo, como si no perteneciera a este mundo. Con la ayuda de su amiga Tania, deberá enfrentarse al misterio de su origen y adentrarse en el Mundo Borroso, cuyos moradores amenazan la aparente tranquilidad de Arbientes, un pequeño pueblo gallego que esconde más secretos de los que sus lugareños imaginan. Cuando ambas dimensiones comiencen a colisionar, cerrar el portal que las separa estará en manos de los misteriosos personajes que vigilan este extraño universo.
ASOMADOS AL AGUJERO DE LA NOVELA
Pueda ser Obscura, editorial casi recién nacida, un sello que me atrae por su nombre e intenciones, y que me ha convencido con sus primeros lanzamientos. Y no es injustificado, pues cada obra, de diferentes características pero con el nexo de la calidad y lo siniestro, me seducen. En Lengua de pájaros tenemos una historia que bien puede ser mezcla de fantasía oscura y surrealismo, con grados muy altos de ambas y sin desterrar la cópula con el terror y sucedáneos. Y esta historia es tremendamente delicada y sensible, casi un castillo sostenido en el aire, y se muestra trenzada con finos esbozos, con mucho mimo, cuidado y cariño, atendiendo a todo y cada detalle. Y todo y cada detalle es una destacada prosa que tiene un ritmo tan pausado como descomunal, el cual consigue enganchar desde sus primeros capítulos.
Lo que nos viene a contar esta fábula, y podría estar horas hablando del argumento y sus matices, es, por un lado, la triste existencia que soporta Abel desde sus espaldas contrahechas y deformes, pues ya nació con multitud de problemas (parálisis, partes y huesos torcidos y estropeados, informe, sin voz…), casi un remedo de descendencia que avergüenza a su madre en secreto, pese a que lo cuida, y quizá albergue la mujer en su interior el anhelo por esa vieja y maldita tradición gallega de encerrar a los niños imperfectos para después tirar la llave.
Pues ese niño, que también perdió a su padre, a medida que crece va recuperando parte de la movilidad y el verbo, pero se halla incapaz de sonreír, pues no puede expresar ningún tipo de gesto o expresividad facial, situación terrible, pues le cuesta comunicar y ya no hablemos de crear vínculos. Y, por supuesto, es víctima propiciatoria en la escuela, un marginado que soporta un bullying y un castigo físico u moral atroz.
Abel, igual que hacemos o hicimos todos los parias y solitarios, todos los desterrados, se refugia en la imaginación. Escapando al castro cercano a su casa, un paraje de leyenda gallega, pues la mitología galega tiene mucho que ver con la trama hasta hermanarse. En ese castro se considera el rey, y allí va encontrando y desenterrando pequeñas maravillas, a las que nomina, para las que elabora una historia, para las que inventa un mapa de sus propias tierras y dominios mágicos, únicos y suyos. Donde puede ser libre, donde no necesita compartir ni competir con nadie, y donde puede dejar de tener miedo o sentir lástima ajena. En esos mismos dominios coincide con una adolescente, una chica de infausto pasado y presente familiar, una familia desestructurada por la heroína, con un acosador que es la sombra de monstruo terrible cerniéndose sobre ella día y noche. Pues esta joven, Tania, tiene el don del dibujo. Y tras este encuentro fortuito, dos almas descarriadas a propósito ajeno, y que no deberían ser afines, se juntan para fantasear en fuga, compartir esa magia, esos momentos, esas ilustraciones y esas búsquedas improbables en el castro. Hasta que, por supuesto, algo los separa. Algo que viene del pasado y quiere el futuro.
Por el otro lado de la trama, y aquí entramos dentro de lo místico en su totalidad, vemos cómo una suerte de organización ancestral, compuesta por los druidas, también guías, y la enclaves, que lleva desde el principio de los tiempos protegiendo la misma fragilidad de la existencia, el entramado de los nudos que separa nuestro mundo de otros mundos, se vale de sus enlaces y esos chamanes para acudir a los puntos primordiales de energía, inmiscuirse en ellos a través de la droga y el sueño por medio de esas enlaces, y arreglarlos. Niñas puras las enlaces, vírgenes de todo, secuestradas, pues tienen la capacidad de atravesar los agujeros y ver el entramado de los nudos debido a su inocencia en esos viajes oníricos hasta ese otro mundo, un mundo lleno de peligros. Que se agostan con cada periplo, con la edad, hasta marchitarse. Y esa es la información que deben llevar al guía para que pueda remendar el tejido, cerrar los portales que permiten que se cruce de una realidad a otra. Porque la Reina anhela atravesar el umbral, invadirnos para querernos hasta la muerte.
Creedme que apenas he desvelado nada de cuanto pasa en la novela. Imaginad…
Es evidente que estas dos historias van a acabar confluyendo (con pluma firme y magistral) para implosionar en un final que se llena de recovecos y revelaciones, en el cual la oscuridad intentará predominar. En el cual los niños se comportarán como lo que son y mucho más, dejando a los adultos como imberbes.
Puedo asegurar que el estilo y la narración son muy suaves, casi un susurro en el oído de bárbara musicalidad. Que los personajes son delicados y sensitivos, creando una empatía que provoca que se nos peguen sus sentimientos a la piel haciéndolos nuestros (esa tristeza inherente arrastrada y heredada), lo cual nos hace sufrir no por ellos, sino con ellos. La atmósfera es sobrecogedora, lo notamos mucho en el castro, pero sobre todo cuando nos adentramos en el otro lado, el mundo borroso, una constante a partir de la mitad de la novela, con sus portales y paraísos e infiernos. Lisérgica y ominosa por momentos, obliga a estar atentos a cada detalle. Y el argumento es simplemente sublime (no regalo un halago), porque convergen todas esas historias, pasados y protagonistas que son un todo enorme, metáfora de la vida individual y comunal, de lo que fue y será siempre que sepamos preservarlo. Además, presenta personajes, a lo largo de su temporalidad, sin que chirríe uno solo, acoplándose perfectamente a su papel, ya sea viniendo del pretérito o apareciendo cuando debe y se justifique.
Hay miedo, cariño, valor, temeridad, belleza, inconsciencia y una maldad soterrada que sostienen siempre los de mayor edad y cargo. Y quizá, solo quizá, apenas me resuena seco el epílogo, por derivas propias. Es mi obligación recomendar su lectura, su degustación, porque no dejará indiferentes, vengáis del género que vengáis. Acudid al castro para aprender la lengua de los pájaros. No miraréis de igual manera los bosques o enclaves naturales y monolíticos. Bienvenidos.
Pd: las personas perceptivas van a sentir esos portales y nudos muy cerca… Creedme.
Pd II: Coda no es solo un epílogo a Lengua de Pájaros, también un homenaje a la literatura de la infancia. Cuando os hagáis con la novela, tenéis que conseguir este relato. Hablad con la editorial.
Román Sanz Mouta
Redactor