Ritual Román XLIII: Juego de sueños (Fco. Santos Muñoz Rico)

por Román Sanz Mouta

Título: Juego de sueños

Autor: Francisco Santos Muñoz Rico

Editorial: Autopublicado

Nº páginas: 282

Género: Onirismo surrealista, terror latente

Precio: 14,56€ / 3,50€ digital

Juego de sueños es una fantasía con toques grotescos y divertidos, una fundición de las ideas del autor sobre la realidad, sueño y vigilia, en forma de juego de mesa metafísico.

CRÓNICA DE ONIRONUTA

Seré caótico hoy, la obra lo merece. Hablarle en sus mismos códigos. Un análisis sesudo y deslavazado que muestra mi admiración por texto y autor, que recomiendo desde ya. A ello.

El lenguaje es amplio, subversivo, retorcido, provocador, erudito. Se nota que domina el vocabulario, que juega con él para provocar a los sentidos, que trae de vuelta palabros que nunca debieron caer en desuso, y sabe además cuándo usarlos.

Y la figura del abuelo como mentor te hace recordar la infancia, la que tuviste o quizá la que no tuvieses y hubieres querido. Ese maestro del protohéroe, aunque hablemos de otro tipo de héroe más lisérgico, antes de embarcarse a su aventura iniciática. La figura de referencia sobre la que volver en busca de sabiduría y reflexión. A la montaña. A sus cavernas.  

Esa alternancia entre los sueños de diferente tipo, lucidez, intensidad, fases que cada uno llama y nombra como quiere o le han enseñado, donde la lucha es por controlar o dejarse llevar. Porque, ¿qué beneficio hay en ponerle riendas al caos y perderse sus vórtices y extremos? Platicamos sobre estudiosos de ese otro lado, más allá de la ignota Kadath. Y sin llave de plata.

Los viajes oníricos, como buen onironauta que soy desde bien pequeño, me embargan y me embriagan, por lo que debía enamorarme de esta novela sin remisión ni recato.

El protagonista primero, una suerte de golfo que vive más tiempo dentro de su cabeza y pensamiento, ya sea en el día o tras el velo de los sueños. Un hombre con carencias que busca sin buscar aquello que lo llene y sacie. Un renacentista del siglo veintidós.  

Y Laura, casi homúnculo por sus reacciones.

Y la otra, la musa, la idílica.

Sus muchas musas porque las necesita.  

La manera en que describe determinados episodios mentales, obsesiones, pensamientos múltiples y nocivos que nos atenazan y obligan. Esa furia que conozco tan bien, que te invade y hace que lo veas todo de un solo color, en una sola dirección, con una única solución posible; explotar. Magnifica recreación.

Porque, cuando te sumerges en los sueños y crees en ellos, los vives, con intensidad, como una segunda vida que anhelas más que la original, mejor en la mayoría de las ocasiones, más interesante, emocionante que la supuestamente real. Entonces, ¿cómo, cuándo, dónde se rompe la frontera entre ficción y realidad, entre onírico y presente? ¿Y si ello se aceptase con alegría?

Transgrede y duele el argumento crudo, sin tibiezas. De una sonoridad que te envuelve, tal que estar escuchando un disco que te cuenta una historia que a la vez puedes leer y que encima sientes y trasladas a tu propia experiencia.  

Pero tiene dos partes diferenciadas la obra, una primera con este Don Juan onírico que se traslada a la realidad. Un hombre en eterna fuga a sí mismo y a sus emociones, las cuales quiere canalizar por los sueños. Un docto rebelde sin causa o convicción de los que resultan tan entrañables porque podemos compararlos con el uno mismo. Y una segunda con otro personaje más convencional, más perturbado, más inquietante, porque lo acercan a la normalidad, y sus obsesiones típicotópicas me aterrorizan. ¡Ya odiaba las salchichas! Si el primer protagonista es un aventurero, un explorador, el segundo es un arqueólogo. Si el primero quiere viajar y saltar, el segundo pretende profundizar, hundirse. Deje esto claro qué parte quedó en mi preferencia.

Y las escenas que ofrece, barbaridades. Junto con la conclusión, que llega de la mano del último de la trilogía, el más breve en tomar el verbo como suyo, quien acaba de trenzar la madeja. Uniendo todos esos vínculos con que nos han ido salpimentando. Se cierra el círculo de ese cíclico mundo onírico, que ahora sabemos dónde, cómo y con quién se mueve, quizá incluso alguna de sus reglas, aunque nos falte objetivo global (haberlo haylo), más allá del egoísmo o altruismo de los caracteres principales. Porque los protagonistas de este mundo, lector, somos tú y y yo, cuando acudamos a soñar esta noche, a viajar. Todes somos jugadoras y jugadores. 

Pero el conjunto del texto, esa tricefalia complementaria de la que sabe razón el infame escritor, se incluye desde ya en mi lista negra de lecturas (es algo bueno). Habiendo transitado a ellos, leído sobre ellos, sufrido sus peores terrores, pasadas todas sus fases y experimentado con sus y mis tejemanejes hasta manipularlos leve, jamás me habían sido así presentados y contados.

Conclusión; es una novela para dejarse arrastrar, para leer de noche, justo antes de caer. Abrid la mente a este psycothriller onírico. Toda una aventura. Y puede crear escuela.

Pd: me perturba mucho el epílogo para curiosos. ¿Ha tomado ya la literatura, por fin, el control sobre los escritores y las escritoras? ¿Están los sueños y esta misma literatura conchabados, como siempre sospeché?

2 comentarios

FRANKY noviembre 5, 2020 - 11:07 am

Jejeje, claro que están conchabados.
Te veo esta noche en el escenario que desees y departimos con un café y salchichas para mí, para tí lo que te apetezca.

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Román noviembre 6, 2020 - 10:31 am

Cerveza, y un sitio lejos del olor y el influjo de la salchichas, por favor.
Ya suponía yo del complot. Lo alentaré…

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