El bebé es mío (Oyinkan Braithwaite – Alpha Decay)

por José Luis Pascual

Título: El bebé es mío

Autora: Oyinkan Braithwaite

Editorial: Alpha Decay

Género: Thriller

Nº de páginas: 96

Precio: 15,90€

Espectros. Los personajes de El bebé es mío pueden parecer reales, pero en realidad son espectros que evolucionan con movimientos preconfigurados a través de una casa embrujada cuyos cimientos se hayan sumidos en la decadencia. No es algo evidente, e incluso puede que ni siquiera sea premeditado por parte de su autora, pero el trío de protagonistas adquiere las formas y comportamientos de entidades efímeras y transparentes. Y en el centro de sus trayectorias, un bebé.

El relato de Oyinkan Braithwaite, porque estamos ante un relato largo más que ante una novela, ofrece una sencillez manifiesta en su forma. Como sucediera en Mi hermana, asesina en serie, la obra pasa velozmente ante nuestros ojos, estructurada en capítulos muy cortos que construyen una historia bastante simple enmarcada en la rabiosa actualidad pandémica. Un hombre tiene una bronca con su pareja y esta le echa de casa. Sin saber a dónde ir, termina en la casa de su recientemente enviudada tía, quien comparte la vivienda con la ex-amante de su fallecido marido. Entre las dos, cuidan de un bebé del que ambas reivindican su maternidad.

Esta trama, a priori un tanto culebronera, se convierte en manos de la autora en una historia de misterio en la que hemos de intentar descubrir quién es la verdadera madre de ese niño. Al mismo tiempo que vemos ciertos comportamientos extraños en las dos mujeres, el ambiente enrarecido en esa casa se va alternando con algunas confesiones que se desvelan en el momento justo, lo que hace de la lectura una experiencia muy ágil e inmersiva pese a la aparente intrascendencia de la historia.

El arte de deslizar la verdadera naturaleza de sus personajes sin utilizar una sola palabra que la denote está muy presente en la escritura de Braithwaite, y tal vez en ello encontramos lo mejor de El bebé es mío. El juego de pequeños engaños y ambigüedades de cada uno de los tres personajes conforma el corazón de una novelette que quizá brinda un regusto extraño en el lector por no dejar muy claro el mensaje que la autora quiere ofrecer. A ello contribuye la ubicación de la historia en plena época de pandemia y confinamiento como algo apenas anecdótico y que solo sirve para dar arranque a la trama. En realidad da igual la época donde se enmarque esta historia, ya que al final lo que prima es el enfrentamiento entre tres caracteres que podrían simbolizar tres maneras muy distintas de ver la vida, una más anclada a la tradición, una a la deriva de la modernidad y otra que oscila entre ambas.

Al contrario que en su anterior novela, aquí no encontramos ese deje de crítica que nos descubre algunos aspectos de la sociedad sudafricana contemporánea. Sin embargo, entre líneas sí que podemos percibir cierto poso decadente que se evidencia tanto en el estado en que se encuentra la casa como en la propia obstinación de unos personajes que, cada uno a su manera, se empeñan en no querer ver la situación real de sus momentos vitales.

Sin que el misterio sea excesivamente potente ni la ambigüedad demasiado marcada, El bebé es mío tiene algo indefinible que atrapa. Quizá sea la propia casa donde transcurre la acción, que por momentos parece alzarse como el personaje de más entidad. Tal vez la presencia en segundo plano del tío fallecido y sus secretos. Tal vez una cierta indefinición que lo rodea todo y que nos insta a mirar con atención. Posiblemente sea eso, la continua transición de los espectros. Bienvenidos, por tanto, al costumbrismo espectral.

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