Título: El beso de Copacati
Autor: Víctor Conde
Editorial: Dolmen, colección Stoker
Nº páginas: 264
Género: Aventura de ficción histórica y terror
Precio: 16,95€
En dos momentos distintos de la historia, dos expediciones van a encontrarse con la misma criatura en lo profundo de la selva: en el siglo XX, unos cineastas que están dispuestos a filmar la película más impresionante de la historia, y en el XVI, durante la campaña de Francisco Pizarro, un grupo de soldados castellanos que va en busca del cadáver robado del último príncipe inca, Atahualpa.
Cada cual en su época descubrirá que en lo profundo de la selva habitan seres y secretos demasiado oscuros como para que el hombre lidie con ellos…
“No respires. No mires atrás. Sobrevive”.
CRÓNICA
Comencemos reconociendo que Víctor Conde domina el género de la novela de aventuras y terror (por ponerle un nombre). Sus códigos, sus mecanismos, sus ritmos, y la manera de atraernos con la combinación de todos ellos. Sus libros son maquinaria de precisión cirujana (quite aquí una reiteración ponga allá una coma, minucias), utilizando además una verborrea ágil con frases y párrafos que nos deleitan (y sorprenden en ocasiones), y mezclando vocabulario moderno con palabros venerables y arcaicos que encajan sin un chirrido. Frases épicas, prosa fluida y argumento intenso. En el que distinguimos esas dos tramas separadas por el tiempo, el presente de la novela y el pasado de la misma que se introducen en la cuna de la mitología Inca (Supay y yo somos viejos amigo de un nuevo manuscrito propio). Hay una base importante de historia, cierta y certera, y lo demás lo deja en manos de la ficción, para que la imaginación vuele que no corra por esos paisajes verdes laberínticos, esas cimas inconquistables de angostos ascensos, y esos valles o lagos que reflejan el alma humana y contienen terrores incognoscibles.
Pero vayamos con ese argumento. Por un lado, Pizarro, tras acabar con el rey Atahualpa y a punto de volver a su base colmado de oro, pierde el regio cadáver-trofeo a manos de sus enemigos ya derrotados pero que conservan su orgullo, y decide que el honor de recuperarlo está por encima del riesgo de vida. Así arranca la persecución de esos nativos en la que los españoles, señores del metal y la sangre, se hallan fuera de su terreno, y se dirigen directos al seno de las creencias en Urquama; quizá una encerrona para guiarlos hasta la terrible entidad que domeña el panteón. Por otro lado, el productor Elías Zanuck ha convencido a un peculiar grupo de actores, guionista y equipo técnico cinematográfico, casi un pequeño ejército, para trasladarse a rodar desde Estados Unidos a esas tierras mágicas del remoto Perú, habiéndole sido susurrado el secreto de cierto lugar casi prohibido. Y allá van, con el guionista Dooley Cooper y la estrella Magdalen Polly, compartiendo un camino y un destino que ya conoció Pizarro en su versión ficticia para esta obra.
Estas dos tramas no solo se alternan en cuidado equilibrio, sino que acabarán por buscarse y confluir para revelarnos el verdadero secreto de Copacati de manera que no puedo exponer, pero que sin duda disfrutareis. Los paisajes y su atmósfera alienan tanto como sobrecogen a medida que nos introducimos a base de ora bellas, ora claustrofóbicas descripciones, y los personajes, afectados, cuasi embriagados, no pueden dejar atrás sus dudas, pese a lo férreo de su carácter en el caso del conquistador Pizarro, y el egoísmo vacuo de los artistas del séptimo arte (cuesta empatizar con la mayoría).
Existe también un alto contenido de crítica social, temporal y atemporal, tanto desde voces dialogadas (como Pizarro o sus hombres, que no ahorran despotricares sobre las creencias de antaño, la iglesias o supuestos que se dan por imposición divina, con el máximo respeto, eso sí), hasta el modo en que se está destruyendo la cultura de esas antiguas y veneradas civilizaciones por medio de invasiones interesadas, turísticas, avasallándolos con medios y tecnología que no les enseñamos a comprender (acabando con sus últimos reductos de tradición). Mucha metaliteratura y mensajes a tener en cuenta.
El desenlace, en acorde con lo hablado de inicio, estructurado cual maquinaria de un reloj que suena cuando y como debe, y que estará más adecuado en función de los gustos de unas u otros. Pues no se ahorra misticismo y elementos que nos cogen a pie cambiado, pero que han estado entre líneas desde el principio. La evolución.
Además, como premio a los lectores observadores, existen homenajes y guiños (como el estribillo de The End de The Doors) y otras que deberéis identificar para vuestra solaz; son detalles del autor que siempre se agradecen. Y como apunte de algo que me dejó frío, dentro de la parte que transcurre en el mil quinientos, hay terminología, apenas unas pocas palabras, que por su modernidad me sacan de ese contexto de época creado, de esas junglas vírgenes de antaño. Poca cosa y preferencia personal.
Concluyendo, venía con las estupendas sensaciones que me transmitió He oído a los mares gritar mi nombre, y conociendo de previo al autor por su bibliografía. Tiene un estilo característico, definido, aunque cambie de tiempos, de argumento, que no de género (y eso de los géneros son etiquetas que debemos empezar a arrancarnos de la piel, pues la buena literatura es buena literatura y el que trate tangencialmente sobre «horror» no le quita mérito ninguno, todo lo contrario. No me cansaré de repetirlo), ha vuelto a conseguir una novela ágil, intensa y fluida que te recluta para sus adeptos, a poco que seas aficionado a las aventuras (déjate llevar), nadando aquí entre mareas de esa maravillosa y parcialmente desconocida cultura Inca. Con escenas, párrafos y visuales que quedarán en la memoria. Sabiendo dónde nos adentramos con El beso de Copacati, bienvenides; lo vais a pasar bien.
Pd: no puedo hablar de la criatura, entidad o divinidad que proporciona el nombre a la novela sin destripes importantes, pero ofrece un perfil bien diferente a lo esperado sin obviar en su terribilidad. Preparaos.
Román Sanz Mouta
Redactor