Actualizamos hoy nuestro canal de podcast con un nuevo audiorrelato. Aparezco aquí es un relato breve de Jose Cortés que supone una evolución del microrrelato del mismo nombre que tratamos en Forjadores de relatos 15. Inquietante y onírico
En esta ocasión, contamos con la colaboración de Vicente Ortiz para presentar y narrar el relato. Esperamos que lo disfrutéis.
Podéis escuchar Aparezco aquí dándole al play:
Aparezco aquí.
Aparezco y la gente ni se inmuta, todos olisquean el humo de los coches como cervatillos, todos con los ojos locos, titilantes, miran hacia ningún sitio y yo aparezco andando, arrastrando los zapatos, arrugo la cara para subirme las gafas y parezco imbécil. No hay aplausos, no hay miradas de reconocimiento ni palabras de admiración. Nada, la más completa indiferencia acoge mi aparición y reflexiono mientras arqueo las piernas para airearme los huevos, reflexiono y dudo si realmente he aparecido en esta calle o realmente ya estaba en ella y no me había dado cuenta.
Alguien suelta una carcajada y hago FIUMMM y me cruje el cuello, la carcajada se corta y su dueña me mira con las cejas levantadas, desafiante, y dudo si realmente ha reído o me lo he imaginado. Yo sí sonrío y la mujer se caga en mis muertos y echa a andar con la cabeza alta y la sangre descendiendo por sus muslos. Está podrida, seguramente se morirá en un par de horas y puede que le haya matado yo con mi sonrisa acusadora.
Me apoyo en una farola y enciendo un cigarro, lo miro directamente a la punta y es como una luciérnaga, la muevo en círculos y es como si volara, sigue describiendo figuras extrañas hasta que me quemo los dedos y lo dejo caer; alguien pasa escuchando música en un discman y pisa el cigarro, la luciérnaga o lo que realmente fuera, y la persona sigue andando, y es una chica joven y le sangra el ano, un círculo oscuro en los pantalones pirata horteras y blancos.
Arqueo la espalda y me estiro mirando al cielo, y es gris amarillento, me produce desasosiego y me tenso, un coche sube a la acera y me golpea, me lanza por los aires y abro los brazos y silbo, entro por una ventana y es de noche. Afuera discute una pareja árabe y una voz negra y vieja tararea una melodía que conozco; en la cama hay un bulto alargado tapado por las sábanas, respira y escucho un BUM BUM BUM a baja frecuencia, una línea de bajo que acompaña el movimiento del bulto. Una niña golpea en el techo y, cuando grita, el bulto deja de respirar y el ruido también, me acerco y tengo los brazos amarillos y retiro la sábana y es una chica que conocí y se cayó por una ventana y murió. Tiene las manos cruzadas sobre el pecho y en ellas la cadena que se le cayó y por la que se mató.
Abre los ojos y me mira sin moverse, lloro y me duele la cara, me habla con voz de niña «Me estaba secando el pelo y la cadena se me cayó en la cornisa, me eché adelante y casi llegaba, la acaricié con la punta de un dedo, agarraba el marco con la otra mano y de repente noté que ya no tocaba el suelo con los pies y me caí… Eso es lo que pasó y punto final», y vuelve a cerrar los ojos y se pone gris y al final es una mancha de humedad en la cama y me invade un pesar que no puedo explicar, es como una bola de carne latiendo en la mitad del esófago que no me deja respirar bien.
Golpean la puerta de la habitación y cae, una niña disfrazada de enfermera se acerca y me toma el pulso, me agacho y me dice «Seré directa… te queda poco… poquito», me da unas palmadas con sus manos diminutas en la espalda y se va y cuando cruza la puerta esta se levanta y vuelve a estar intacta.
Oigo un SSS SSS y miro a la cama y estoy yo, muerto, pálido, con los labios morados y dos tapones en los orificios de la nariz, me acerco y yo muerto abro los ojos y me digo: «Estaba durmiendo y se me reventó una vena, me levanté con mucha sed y desorientado, antes de dar tres pasos caí muerto… Estaba solo en casa y cuando me encontraron llevaba trece horas muerto, trece, el número de la mala suerte, amigo».
Desaparezco aquí.