Título: Los ritos mudos
Autor: Nerea Pallares
Editorial: InLimbo
Nº de páginas: 116
Género: Relatos turbios
Precio: 13€
Y un año más nos buscamos los pies en el agua turbia del pantano, escondimos bajo la lengua la carne que no podíamos tragar y creímos que el sol era aquella bola gris resplandenciente en el cielo difuminado por un calor que se pega. Un año más nos secábamos muy quietas en las tumbonas de rayas mientras el novio de mamá lanzaba el pollo sin deshuesar a los perros. Éramos niñas serias y atenidas a las consecuencias y cuando él estaba delante de nosotras nos movíamos muy poco. Un año más observábamos la pelea de mastines de un lado a otro de la charca, despedazando el ave entre tirones, manchando de rojo el piso. Un año más estábamos allí, sí, pero habíamos crecido. Y ahora teníamos memoria.
Todo es agua turbia en Los ritos mudos. Agua que a veces permite vislumbrar la piel de los ahogados, los diminutos peces acechados por lombrices negras —y no al revés—, el lodo agitado por ojos sin brillo. Detrás y debajo de todo ello mora la verdad, la que todos guardamos en lo más recóndito intentando que solo asome cuando no podamos verla. Pero a menudo lo hace antes de tiempo, y Nerea Pallares es muy consciente de ello. Su escritura es meter la mano en el agua turbia en plena ebullición y encontrar:
Miradas infantiles que se mueven a través de la corriente, tan ingenuas como terribles, como la de la narradora del magistral cuento Los días salados, que discurre entre la inocencia y la poética para desvelar una historia de maltrato cuando agita los pies. También emerge una metaliteratura cambiante y fija en La ciudad cardinal, toda una detallada postal de un futuro en ruinas. No importa el pasado, lo único que debemos hacer es seguir caminando hasta encontrarnos con nosotros mismos y nuestra narrativa.
La inevitabilidad. Todo sucede sin que podamos hacer nada para cambiarlo. Nos señalan, nos cuelgan de ganchos, nos sangran, acaban con nuestra vida mientras piensan en otras cosas. Lo hacen en oficinas asépticas ya diseñadas para ello. Pero se manchan de rojo. Se nos habla de precariedad laboral, de nuestro lado animal, de la frialdad de la muerte. En La espera.
El extrañamiento. Que desemboca en terror y se revela tras La mascarada. Un Eyes Wide Shut demencial que, sabemos, no puede terminar bien. Un recorrido por los entresijos de la opulencia y los engranajes de la sociedad, siempre tan ávida de alimento.
El sexo y la autodestrucción. El que Todavía estamos buscando, la que todavía nos hunde. La pareja, el matrimonio, todo da igual cuando la carnalidad explota en gemidos y llagas, placer y dolor. En eso se basa este impacto concentrado, poderoso y pleno de poesía.
El folclore. Que se revela en plena actualidad pandémica, en una mixtura que remite a otros códigos menos poéticos, más visuales. No recuerdas la noche, así, en segunda persona, como si se dirigiera a ti todo el tiempo. Dime, ¿alguna vez has visto una procesión de noche? ¿La que no debiera estar ahí? Ah, sí, ahora recuerdas el terror, ¿verdad? Al fin y al cabo, forma parte de nosotros.
Las redes sociales. También forman parte de nosotros, así como sus influencers y su vitalidad y su frivolidad y su indiferencia. Está bien criticarlo, como ese nuevo hashtag #Nora, que todos miran durante diez segundos para después volver a sus risas bobaliconas. Está bien ese hashtag, aunque se adivine su final.
El folk horror. Convertido en un tech horror que toma cuerpo en Fä, un cuento de transformación con mucho de Midsommar. Las bondades de una comunidad anclada a la más pura naturaleza ocultan, como no podía ser de otro modo, unas intenciones muy distintas de lo proclamado. Sectas e inocencia son azotadas debidamente en New Paradigm Community. Es esta la historia más larga del volumen y, curiosamente, la más distinta del resto. Y sale bien parada.
El control y la culpa. Tejidos con minuciosidad, con paciencia psicópata rumiada a lo largo de los años. La madre araña golpea en un texto breve, tan conciso como poderoso en su zarpazo. Fenomenal antesala del final.
El final de nuestros días. Colmado de enfermedad, basura y mentiras. Es hora de celebrar un último aniversario, quizá para despedirse. Es triste la Tarta para cumpleaños. También terrible, apocalíptica en lo personal, pero sobre todo triste.
Fantásticos ritos mudos que no son mudos, sino que gritan una historia especial. Una historia de Separación en la que es necesario el Sacrificio para poder convertirse en objeto de Adoración y, finamente, obtener y causar la Redención. En nosotros. Un portento que deja atisbar otra voz entre todo el ruido, una voz especial que halla con facilidad la poética de lo terrible. Gran literatura.
José Luis Pascual
Administrador