Título: Niños
Autor: David Roas
Editorial: Páginas de espuma
Nº de páginas: 120
Género: Cuentos inquietantes
Precio: 15€
Los niños. Fuente de amor, candidez, inocencia y júbilo. Personitas adorables que nos proporcionan los mejores momentos del día. Cuando caminan de nuestra mano, el sol lo hace brillar todo con una luz especial dirigida a la sonrisa del niño. Magia. Pero también pavor. Sí. David Roas, que ya nos regaló un pequeño adelanto en Invasión, demuestra con Niños —su nueva colección de cuentos— que estos pequeños infantes también ofrecen una irreparable sensación de miedo cuando nos dicen cosas que no entendemos, cuando miran fijamente a un lugar en el que no hay nada, cuando explican que lo imposible se materializa debajo de su cama.
La sucesión de correteos infantiles da comienzo incluso antes de su alumbramiento. Vinieron de dentro de (título que ya conecta con la vena cinéfaga del autor) anticipa el nacimiento de lo inquietante en su propia semilla, en un texto breve y prologal que descarta a inmediatos progenitores como potenciales lectores de esta antología.
Una película que todos conocemos, bien en carne propia, bien en la de nuestros amigos, familiares o allegados cercanos, es la del niño tirano, el bebé que exige sin titubear una atención plena de sus padres, una dedicación absoluta y eterna. Roas la titula La agonía del salmón, y transmite esa realidad sin adornos, sin ambages, tal cual es, y la contrapone a la imagen del salmón que recorre cauces a contracorriente. No hay nada perturbador en la superficie, tan solo el fluir constante y el cansancio propio del esclavo. Pero por debajo, donde todo se enturbia y enfría, subyace el verdadero terror, el de saberse un salmón y no saber cuál es la meta a alcanzar. O peor aún, el de reconocer ese destino y descubrir su profunda e inenarrable oscuridad. Tremendas sensaciones las que consigue aquí el escritor.
Y la sensación vuelve en Reunión familiar. Una sensación incómoda al principio, de apática absurdez después. Me toca de cerca el tema gemelar, me toca la fibra el señor Roas. Quizá los fantasmas no sean malos, al fin y al cabo, sino un mero reflejo de nosotros mismos. O tal vez no, tal vez compongan la pieza de un puzzle que siempre intuimos incompleto, por lo que abrazarlos no es mala idea. El terror de este cuento se mueve a diversos niveles.
El entrañable mago Zoltar siempre guarda un truco bajo su manga. El realismo costumbrista de un viaje turístico da paso a la hipnosis. Roas juega con las palabras, de nuevo con total sobriedad, para hechizarnos y convertirse en señor del tiempo. Haced la prueba y, cuando leáis el relato, mirad el reloj. Zoltar speaks.
Espejismos conecta directamente con Invasiones, recordándonos que la multiplicidad es buena y cómplice. Y que lo fantástico puede tener secuelas, y que las secuelas se incrustan en nuestra realidad como esquirlas de espejos. ¿Son demasiados ocho niños? ¿Es demasiado uno solo?
Se me viene a la cabeza la Inquisición y la quema de la brujas al leer Ecos de familia. La figura del niño jugando a ser demiurgo con criaturas inferiores resulta sorprendentemente inquietante. La crueldad existe, es innegable, solo tenemos que recordar algunos pasajes de nuestra propia infancia. El final del cuento, inesperado y contundente.
Una escena que muchos habrán vivido se desarrolla y despliega en Ancestros. El autor sabe extraer de un saludo —posiblemente una despedida— la extrañeza, lo incorrecto, lo terrorífico. Supongo que no hay de qué avergonzarse, las abuelas también pueden dar miedo, las abuelas también pueden crear trauma.
En una colección de historias con niños como protagonistas, no podían faltar los Terrores nocturnos. No puedo evitar imaginar a David con su propio hijo, viviendo de primera mano la trama de este cuento. El Chupacabras no existe, decían. Pero… Una vez más, la sobriedad y naturalidad de la prosa de Roas cumple con nota.
También se permite el autor un espacio para el humor con el relato El día de la marmota, un pequeño alivio dentro de la temática general del libro. Sin embargo, después retoma con Voces, uno de esos cuentos que aprovechan la tecnología actual para generar nuevos miedos y que, lo confieso, me provocó no uno sino varios escalofríos seguidos con sus últimas líneas.
Para finalizar, el díptico formado por La (otra) lotería y Subsistencia. El primer cuento es una perversa reinterpretación de La lotería de Shirley Jackson, al componer un homenaje que varía el punto de vista y añade una capa de oscuridad al ya de por sí negro relato. Subsistencia es una suerte de precuela de La carretera de McCarthy, un texto postapocalíptico triste y desesperanzador que supone un potente cierre para la antología.
Sorprende la facilidad y elegancia con que David Roas ejecuta sus ideas. Con un estilo de escritura puro, sobrio y estoico en cuanto a la falta de adorno literario, Niños consigue llegar al lector a través de varias apuestas: la empatía por hacerle visitar momentos que mucha gente podrá compartir, la sutileza del punto de vista infantil que en muchas ocasiones se vuelve siniestra, y la capacidad por crear un sentimiento, una sensación, una historia oculta que solo se muestra en la mente del lector tras el punto final de cada cuento. La facilidad para lograr todo esto se resume en una palabra: maestría.
José Luis Pascual
Administrador
4 comentarios
Sugerente…..
Una lástima que mis NIÑOS se lleven todo mi dinero y no puedo comprar ni un puto libro, jajaja, esto sí que es terrorífico
MIl gracias por la lectura y los afinados comentarios, José Luis… Con lectores/as así, da gusto… Mil abrazos monolíticos.
Todo un placer, David. Esperando con ganas futuras obras. ¡Un abrazo!
Una magnífico cuentista,ensayista, estudioso y divulgador del fantástico. Un Grande