Título: Verano del 99
Autor: Yolanda Camacho
Editorial: Obscura Editorial
Nº de páginas: 248
Género: Fantasía, misterio, young adult
Precio: 18,90€
SINOPSIS
Leo recibe la invitación de su amiga Sonia para pasar unos días en Cap de Sal con ella y su pandilla, que siempre ha considerado a Leo un bicho raro. Este acude resignado a ser el blanco de sus críticas; sin embargo, sus expectativas cambian cuando Sonia lo lleva a un pub al que acude gente «como él». Las semanas comienzan a transcurrir como un suspiro: entre cócteles de ingredientes secretos, ojos delineados con kohl y canciones de rock, Leo se siente como en casa. Cada noche acude al pub y baila hasta la madrugada, fascinado por el ambiente y por Sebastian, un enigmático chico que trabaja en el local. Lo que Leo desconoce es que el pub esconde mucho más que rock y cócteles… A medida que descubra más sobre los clientes que frecuentan el local, todo parecerá indicar que este guarda una inquietante relación con Marina, una chica desaparecida a principios de verano.
RESEÑA
Recuerdo cómo eran los veranos de antes. No porque resulten diferentes a los de los últimos años: llegan, inexorables, siempre tras la primavera, cada nueve meses como un embarazo a término, cada tres estaciones como la más arraigada de las costumbres. Y es en esa misma fecha cuando asistimos a esos anuncios de televisión que consideran que en este país hay más ricos que mileuristas y podemos irnos de vacaciones donde nos dé la gana, pasarnos el día de playa en playa con factor cincuenta para proteger una piel que siempre, siempre, está inmaculadamente perfecta, anuncios donde los niños son felices (porque todo el mundo sabe que los peques solo sonríen en verano) y donde cuerpos perfectos anuncian trajes de baño perfectos en piscinas perfectas con amigos que jamás te traicionarían por treinta monedas de plata.
No, no me refiero a estos veranos consumistas de broncas descomunales por pillar la primera línea junto al agua: me refiero a los de antes. Cuando éramos felices, y todavía no lo sabíamos. Cuando una era más joven, más experta en la mentira y más férrea frente al llanto. Cuando el amor sabía a salitre, las escapadas a aventura, los amigos se peleaban y reconciliaban a golpe de chupito y nuestros problemas pasaban por el desamor, la incomprensión, la incertidumbre. Esos veranos en los que llegar a casa tarde suponía un buen castigo a cambio del premio de un amanecer que revelaba fotografías color sepia en el marco de nuestro cuerpo.
Ah, esos veranos.
Sin embargo, esos veranos también venían acompañados de problemas que ahora nos parecen una diminuta gota de arena en mitad de un vasto y basto desierto. Problemas derivados de no encajar en ningún grupo, de sentirse diferente, de aislarse y aislar, problemas derivados de una mente y un cuerpo que tratan de amoldarse a esa vida adulta que todo lo pudre y todo lo corrompe. Problemas para arriesgarse a ser diferente, a cambiar, a aceptar la imagen que nos brindaba el espejo, a enamorarse por primera vez (y no, nunca habrá una como esa primera, por mucho que después se ame más, y diferente). Problemas con una misma y todo lo que representaba. De eso y algo más se nutre el libro que reseño hoy. Verano del 99.
Ah, esos veranos.
Nos encontramos en Verano del 99 con un producto que da forma y sentido a una de las principales funciones de la literatura: el entretenimiento puro y duro. Con una prosa cuidada y experta, Yolanda Camacho nos devuelve esos años de juventud perdidos y nos atrapa con una historia que es a la vez un descubrimiento y un misterio: la revelación y rebelación de Leo, su despertar en un mundo al que por primera vez siente que pertenece, nos evoca esos años de adolescencia en los que todos nos hemos visto sobrepasados por la necesidad de compartir, de mantener, de ser cómplices de alguien, de romper las cadenas que nos atan a imposibles y las máscaras que ocultan nuestra verdadera identidad. Nuestro yo irrevocable. El pub y sus asistentes son para Leo el contrapunto perfecto a Sonia y sus amigos: salirse de lo establecido se convierte por primera vez para el protagonista en una fuente de satisfacción y no de frustración. Crea Yolanda Camacho una buena moraleja en esta historia donde se mezclan los conflictos adolescentes con la fascinación creada por un local en el que, con una perfecta ambientación, nos presenta a una serie de personajes cuya voz está correctamente definida y diferenciada: si la pandilla de Sara representa para Leo el tedio, la frustración y la intolerancia, Sebastian, Tania y Gabriel suponen el peligro, la atracción y el misterio que rodea sus vidas desde que los conoce por primera vez.
Y es que, tal como le ocurre a Leo, la fruta prohibida es demasiado tentadora aunque sepamos que hay una serpiente custodiándola, y el protagonista de Verano del 99 se ve cada vez más atrapado en una espiral de incertidumbre y deseo donde las fiestas secretas del club, sus asistentes y las mentiras que parecen sobrevolar cada nuevo descubrimiento serán el acompañamiento perfecto para la historia de Marina, una chica desaparecida a principios de verano y que tiene una clara relación con el pub y sus dueños.
Y es que aunque pueda parecer a priori que el libro solo nos ofrece una historia, Yolanda Camacho, con sencillez y maestría, logra dibujar bajo esa atractiva narración de leyenda y oscuridad un simbolismo que, como madre, he captado con dolorosa consciencia: la siempre difícil situación de dejar de ser un crío y atravesar las turbulencias de una compleja (y terrorífica) etapa llamada adolescencia, el coste de la libertad, la lucha entre el bien y el mal, la duda entre seguir adelante con algo, aunque sepamos que no es lo correcto, o la voluntad de decir que no ante aquello que pueda destrozarnos.
En definitiva, Verano del 99 es uno de esos libros que te ayudará a liberar las tensiones del día a día y te hará olvidar durante un rato los vaivenes de este mundo que también parece un adolescente hormonado y perdido.
Porque todos hemos soñado con vivir alguna vez un amor de los que nace con la primera calidez del alba y se convierte en doloroso adiós con el ocre del otoño.
Porque ese verano del noventa y nueve, esos veranos de antes, por más que ahora las canas y las arrugas nos condenen al olvido, fueron nuestros.
Aunque nunca nos pertenecieran realmente por completo.
Lorena Escobar
Redactora
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“Pasarnos el día de playa en playa con factor cincuenta para proteger una piel que siempre, siempre, está inmaculadamente perfecta, anuncios donde los niños son felices (porque todo el mundo sabe que los peques solo sonríen en verano) y donde cuerpos perfectos anuncian trajes de baño perfectos en piscinas perfectas con amigos que jamás te traicionarían por treinta monedas de plata.” Me quito el sombrero.
A Yolanda Camacho solo la conozco por los audios de los cuentos de la bruja.