Las luces de Hannover (Abraham Guerrero Tenorio)

por José Luis Pascual

Título: Las luces de Hannover

Autor: Abraham Guerrero Tenorio 

Editorial: El paseo

Nº de páginas: 144

Género: Narrativa contemporánea

Precio: 12 €

SINOPSIS

Un secuestro es el punto de partida en esta novela. A partir de este suceso se despliega una concatenación de situaciones y personajes que se ven afectados, directa o indirectamente, por las consecuencias del rapto. Dividida por capítulos a modo de relatos interpolados, con una mezcla de estilos según la narración, se establece un juego de géneros en el que la inmigración, el acoso, el coltán, la infidelidad, el suicidio o la propia literatura se erigen como temas secundarios de un thriller que abandona sus cauces tradicionales y adentra al lector en un laberinto de sospechas, conjeturas y culpabilidad.

RESEÑA

Ya he comentado alguna vez lo increíble del azar. Visitar una librería de manera casual, ver un libro del que no sabes absolutamente nada y comprarlo por un mero pálpito, pensando el típico «puede estar bien». Eso me sucedió con Las luces de Hannover, y parece que la intuición no fue errada, puesto que tras su lectura ha pasado a convertirse en uno de mis libros favoritos del presente año.  

Es posible que lo que más llame la atención de esta novela es su estructura. Abraham Guerrero Tenorio imbrica la obra valiéndose de capítulos que sirven como relatos independientes (¡y qué relatos!) pero unidos bajo una historia central común: el secuestro de un hombre en una frutería de un pueblo de Hannover. Con ese suceso como epicentro, el autor rastrea toda la periferia inmiscuyéndose en la vida privada de varios personajes, en una suerte de «vidas cruzadas» que resulta irresistible tanto por el nivel de detalle como por la transmisión emocional.

La construcción de personajes resulta espectacular. En el barrido que realiza el autor sobre las circunstancias y las maneras de pensar de cada uno, vamos a encontrar un verdadero deleite por el modo en que se nos sumerge en sus vidas. Por poner un ejemplo, tenemos a Baris y Mesut, que se nos aparecen a través de una reunión de amigos que recuerdan a aquel chaval delgado y asustadizo que siempre estaba solo y refugiado en sus libros, y al matón con una cicatriz en el rostro que tenía amedrentados a todos los chicos. O la historia de Robert, un futbolista de éxito cuyo auge y caída observamos a través de los ojos de su representante. El poder de la literatura consigue que un relato sobre un jugador de fútbol sea, quizá, la columna vertebral de la novela y un verdadero ejemplo de cómo la narrativa de calidad establece sus propios límites. 

Como digo, los capítulos funcionan de manera independiente pero a la vez van, poco a poco, dibujando un momento, una situación, un lugar determinados. Aunque los continuos cambios de foco pueden despistar a algún lector, resulta fascinante acercarse a ellos con cautela y comprobar cómo, lentamente, te van envolviendo con una sutileza imparable. En ese crisol encontramos cápsulas entre las que quiero mencionar la crítica, sin paños calientes, el modelo del actual mercado editorial, vendido a los premios y a los miles de seguidores en redes sociales. Todo mi aplauso por mostrar tan clara esta realidad con la que muchos escritores hemos de enfrentarnos día a día.

Es patente en la novela la formación de poeta de Abraham Guerrero. Algunas imágenes se elevan gracias a una especia de prosa poética que juguetea a envolverse bajo las sábanas del realismo sucio. Esto no quita para que la claridad expositiva predomine, otorgando un conjunto que suena a aire fresco, a literatura con mayúsculas.

«Déjame que adivine. Eras un hombre bien casado, pero como todo hombre que no se detiene alguna vez a pensar que un bar es un lugar efímero porque allí no está la vida, porque allí gana presencia ese estado dorado que es la embriaguez, que comienza a sonreírte con los ojos, que te pone la lengua saltarina y después te la acorcha y más tarde los ojos se derrumban, y así un día y otro día, hasta que el dorado sucumbe a los nubarrones de camino a casa, y tu mujer se cansa y te abandona. Y todo igual hasta hoy, que sigues buscando el placebo de las burbujas en tu garganta, acompañado de ese pordiosero hausmeister al que quizás también haya dejado su mujer. O eras un hombre digno y bien casado, que apenas probaba el alcohol, pero que veía en la clandestinidad de la ludopatía un refugio contra las faenas diarias de la vida. Y uno, que empieza apostando lo que sobra del desayuno, termina arriesgando hasta la respiración de sus hijos. Entonces ya es cuando ha perdido todo el dinero y el respeto, y se hunde en el aabandono. ¿Fue de esta forma, viejito, o eras un hombre bueno, sin hijos, al que el azar de la vida lo desposeyó de su mujer por alguna enfermedad inesperada, y ya, a partir de ahí, vinieron los nubarrones y la clandestinidad? Yo quiero pensar esto último, viejito, me gusta pensar en la bondad de las personas. A fin de cuentas, todos vamos a acabar solos».

Este increíble párrafo es una muestra. En él, se resume la vida de muchos hombres entregados al alcohol. Me fascina cómo el autor logra dibujar, en menos de una página, un recorrido tan profundo por la existencia triste inherente al ser humano.

Estamos en apariencia ante una de esas obras cuyo desenlace es un anticlímax que deja muchos cabos sin atar. Créanme, eso es lo de menos. Las luces de Hannover ha de tener un final, y el elegido por su autor es tan válido como cualquier otro. En realidad no importa; lo verdaderamente relevante aquí es la prosa de Guerrero Tenorio, el fresco que compone a través de una colección de trazos sutiles, la ciudad gris y tormentosa (en tantos sentidos) que erige como escenario, las voces narrativas que se empastan entre sí con una naturalidad armoniosa. Y la poesía. La novela es en realidad un enorme poema que tirita de frío. Una canción triste entonada por una serie de voces rotas, destempladas, solas. Un eco.

Las luces de Hannover es uno de esos libros que lees despacio, que enlenteces a propósito, por la inmensa recompensa que te ofrece cada capítulo, cada párrafo, cada línea. Qué regalo.

2 comentarios

Daniel Aragonés diciembre 22, 2023 - 11:06 am

Muy buena reseña, como siempre. Lo tengo en casa para leerlo, y seguro estoy de que no me va a defraudar. Tengo el mismo pálpito que con Paranoica fierita.

Responder
José Luis Pascual diciembre 22, 2023 - 6:07 pm

Este va por otra vía narrativa, más sobria quizá. Pero el puzzle que monta me parece apasionante.

Responder

Deja un Comentario

También te puede gustar

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar la experiencia del usuario a través de su navegación. Si continúas navegando aceptas su uso. Aceptar Leer más